La Mississippi: “Lo colectivo lo fuimos aprendiendo todos en estos años”
Ignacio Portela/El Furgón* – Con casi treinta años sobre los escenarios y un disco nuevo en la calle (Criollo), Ricardo Tapia, cantante y compositor de La Mississippi, explica las razones de por qué seguir editando discos en estos tiempos digitales, del valor de hacer música con una banda de amigos, repasa sus influencias y reflexiona acerca del futuro del rock nacional.
-¿Qué queda de aquel pibe que arrancó en Florencio Varela al compositor de hoy liderando una banda con más de 25 años en el ruedo?
–Nunca hubiera imaginado que haría un disco como Criollo. Porque uno va haciendo discos que van cambiando con el tiempo. A mi generación –y a los más grandes– le cuesta cambiar, pero a mí me gusta mucho, lo aprendí con el tiempo. Eso de no dejarme engañar con algo que parece fantástico en un momento y luego veo que no. La música es movimiento, todo el tiempo. Criollo es un disco que tiene mucho de rock clásico, de nuestra educación musical liberada. Al principio nos cansaba mucho que nos dijeran que éramos sólo una banda de blues. Nosotros tocamos blues pero no somos eso, hacemos música de la cultura rock, algo muy distinto de lo que hacíamos en nuestros inicios, cuando hacíamos clásicos de blues. Cuando grabamos el primer disco el proyecto cambió, fue otro. La gente capaz no lo notó, pero cambiamos como banda, nos convertimos en otra cosa. No es que nos liberamos del género porque nadie nos obligaba a meternos en ningún lado. Me acuerdo de buscar discos nuestros en una disquería en esos años y no encontrábamos dónde nos ponían. Estaban en Hot Jazz y eso es lo que no queríamos. Cuando empezamos a hacer la música que queríamos adquirimos nuestra personalidad y el sonido de la banda que buscamos. Somos esto que hacemos ahora, antes y ahora, todo el tiempo. Y el mejor resumen de la música negra que nos gusta tocar es Criollo. Diez canciones en cuarenta minutos son el fruto del año de trabajo que registramos en las giras por teatros y otros ruedos, las zapadas transformadas en canciones. Este año lo presentaremos en todo el país y el año que viene vamos a hacer un show en un estadio, por el aniversario de La Mississippi.
–Un disco armado en pleno movimiento…
–Es que toda la composición se hizo durante las giras. Yo creo que muchas veces lo hacíamos de ese modo, pero no nos dábamos cuenta. A las letras tal vez las guardaba un tiempo. Este disco se hizo así: en el ida y vuelta, guardar en la sala el registro de lo que surgía en esos viajes y luego pulirlo. Una vez que terminamos de hacer las melodías llegaron las letras, que siempre van al final. Las dejo ahí hasta escuchar mucho las bases y de imaginar cómo va a ser el disco. Me tomo un colectivo o agarro la camioneta y me desconecto de todo para ir mejorando esas ideas. No puedo estar sentado para escribir, me gusta escribir en muchos lugares. Estar en movimiento.
–¿Por qué elegís seguir apostando a lo colectivo desde hace tantos años, como banda?
–Lo colectivo lo fuimos aprendiendo todos en estos años, porque ser autor es algo muy individual y yo no tengo el monopolio de las ideas, a pesar de que compongo las letras. Vienen de todos lados, captamos eso y cada uno trae ideas para las bases. Siempre la creación es colectiva, nace de chistes internos, frases que salen de ahí. Luego, las letras intentan transmitir eso. También lo que uno lee es una gran influencia. Intentar escribir bien es el desafío. Las canciones no son cuentos ni novelas ni ensayos, son canciones. Tengo en claro la limitación que eso implica. Hay que ser directo, porque no quiero complicarle la cabeza a la persona que escucha. La música negra –en sus letras– tiene algo de fábula y un remate. El blues clásico repite las primeras dos estrofas y la tercera remata, tiene mucho de lo gauchesco y la payada, nuestra música popular. No trato de dejar para la posteridad mis letras, son canciones que tienen que tener una simpleza para divertir a alguien. Algo que antes parecía ser una estupidez y ahora cada vez es más difícil, porque la gente está cada vez más angustiada y estresada. Desenfocarla de eso es cada vez más complejo.
–¿Qué otros compositores rioplatenses te influenciaron?
–Alfredo Zitarrosa es uno, sin duda. Más que nada porque yo empecé haciendo folclore de chico. Tocaba zambas cuando subí al escenario a los diez años. El folclore hace que des cuenta qué estilo te gusta. Eso te ayuda al componer. La canción popular tiene una efectividad clave, cuenta algo que se entiende, hace que uno pare la oreja; siempre aprendo de eso.
–¿Grabar un disco hoy refleja un momento de tu vida o se edita por otro motivo?
–El concepto del disco es registrar una etapa, es trabajar en algo que interese. Hoy en día hay una velocidad que raya el desinterés. La música tiene que tener un cuerpo. Cuando vos lo grabás, usás un soporte del cual las compañías son dueñas y se pelean por los artistas. Ese es el único cuerpo que tiene la música. Y aunque esté por las redes, siempre se necesita un soporte donde escucharlo, donde ver las tapas; un arte paralelo que le ayude a tener una forma corpórea. Antes estaban las orquestas, me gustaba cómo el aire del instrumento me pegaba en la cara, sentir ese viento de cuernos y violines. Eso pasó al soporte, el recuerdo físico de la música es algo que sigue funcionando, como regalo, como souvenir, porque estamos acostumbrados, los más grandes, a tener elementos físicos además de lo digital.
–¿Cambió tu forma de componer con la consolidación del movimiento de mujeres exponiendo a muchos artistas por sus letras ofensivas contra el género?
–En lo particular, no. Hay temas del último disco, como por ejemplo “Cuando vos no estás”, donde habla un personaje que no importa si es una mujer o un hombre, es un tema de humor en la pareja cuando uno de los dos no está en la casa y la otra persona disfruta de esa soledad. Al contrario, nunca tuve problemas. El tema que puede sonar más polémico a la distancia es “Por fin te fuiste, Mabel”, pero nosotros lo hacemos de una manera graciosa. “Cómo pudiste llegar a conocerme tan bien”, dice el tipo, enumerando sus defectos. Me parece que lo que hay que pensar es si la historia que contás es válida desde lo auténtico para vos, no caer en los estereotipos. Tampoco me sale usar palabras neutras con x o @. No las veo.
–¿Pensás que el formato rock de los noventa pasó ese límite? Incluso, algunos artistas están hoy en la cárcel por abusos…
–Ese es un problema de educación que hay en nuestro país, no es solo un tema de declaraciones, de actitudes. Si alguien tiene relaciones con menores y uno lo consiente, es algo muy jodido. Si alguien dice lo que dijo Gustavo Cordera es porque no tiene dos milímetros de cerebro en la cabeza, porque estaba fumado cuando lo dijo o no estaba en sus cabales. Eso va más allá de los artistas, eso no te cubre de nada. Se gira demasiado alrededor del espectáculo en este país, se le da demasiada importancia a gente que no vale la pena. Gente como Favaloro, alguien que se mató por cambiar nuestro país, no tiene lugar en la agenda diaria. Hay cosas que no son parte del espectáculo. Ser una persona pública implica un compromiso mucho más grande encima. Yo siempre creí en eso que decía Spinetta de que hay que ser “casi famoso”. El Flaco decía que eso es lo que te puede salvar el ego y la estupidez. Él manejaba mucho eso. Cuidó su imagen, su persona, su artística. Si vos tenés una buena educación, eso es lo que te va a guiar. Ser alguien terrenal siempre, no como mucha gente que le encanta que la miren o la saluden en la calle. El éxito para ellos es lograr eso. Amy Winehouse decía que el éxito era poder trabajar con quien ella quisiera. Lo demás es un reconocimiento que viene y que va, porque si un tipo te pide un autógrafo y vos no poés dárselo porque estás en otra cosa en ese momento pasa del amor al odio y te quiere acuchillar. Lo importante es lograr hacer lo que querés y estar con esa gente, eso es ser exitoso.
–La tecnología permitió democratizar recursos para que muchas bandas puedan grabar y salir a escena. ¿Qué le recomendás a los que se inician?
–No me gusta dar consejos porque el mundo cambió. Lo que desea un pibe ahora, sinceramente, no lo sé. Constantemente escucho y produzco bandas nuevas, y en algunos ves el placer por hacer música, otros quieren ir más allá y está bien, y otros con el hecho de figurar están felices. Se confunde todo. Al espectáculo se lo vende como algo que no requiere esfuerzo. El monstruo de este siglo es el famoso, ese tipo que no sabe hacer nada y dice estupideces, pero es famoso. El mérito en la música y en la vida es importante. Tiene sentido en las universidades, pero no pasa de ahí. En el espectáculo no existe, nadie sabe qué es. Muchos piensan que sólo porque se visten de una forma tienen que ser exitosos. A las bandas les recomiendo que hagan una música que pueda trascender las fronteras del país, porque más allá hay un mundo. Hay que estudiar, tomarse en serio el trabajo, el esfuerzo que requiere. Hace poco un amigo me decía que su esposa médica no tomaba en serio su trabajo porque era músico. Me pareció triste que no defendiera su carrera, pero eso se valida en el hacer las cosas con seriedad. Mi único consejo es simple: no se droguen.
–¿Cómo es el proyecto de hacer música con tu hijo Iván?
–Con Iván y Fede López, descubrimos con las juntadas que somos un trío de amigos que hacemos música los miércoles. Nos subimos a la camioneta y vamos a tocar donde nos llamen. Nos dimos cuenta de que es una terapia familiar. Fede es como un hermano. Además nos divertimos los tres, tocamos de todo porque no tenemos lista de temas: si nos piden un tema de Violeta Parra, improvisamos y lo hacemos. Es un divertimento. Iván estudia historia y la música para él es un divertimento. Ese es el objetivo, un relax de la estructura Mississippi, que requiere mucho tiempo y trabajo porque no tenemos mánager, manejamos todo con el negro Tordó. Desde el gasto más chico al más grande, es muy estresante, y un corte a todo eso viene bien. La idea es pasarla bien sin demasiada planificación.
–¿Tenés pensado el proyecto de hacer un disco solista?
–Estaba por hacerlo el año pasado pero lo suspendí para poder grabar Criollo. El proyecto está y es hacerlo solo con una guitarra y un micrófono. Ricardo Tapia y lo mínimo posible se llama, y la guitarra es lo mínimo posible. El proyecto es sentarme frente a un micrófono con la guitarra y cantar canciones. Voz y guitarra, nada más. Cuando tenga un tiempo lo voy a hacer. Quiero grabar con varias guitarras que tienen diferentes texturas. Será todo interpretación. Volver al origen, porque si quiero que la guitarra suene más fuerte me acercaré al micrófono o lo mismo con la voz, sin efectos. Canciones propias, milongones, algunas medio uruguayas. Algo distinto a lo que hago con La Mississippi, porque me parecen ridículos esos músicos que se ponen de solistas y hacen lo mismo que cuando tocan con su banda. Y más absurdo aún los que se separan y siguen haciendo las mismas canciones que con su banda anterior. Hay muchos casos, te imaginarás, esa no es mi idea. En Argentina, muchas veces, al cantante lo excede el ego. Hay muchos que los conocí de chiquitos y ahora ves cómo el ego les sale de la piel y no pueden tener ni a sus compañeros cerca, es tremendo. No pueden ver que todo eso que lograron fue gracias a un esfuerzo en conjunto, algo grupal. Se ven solamente a ellos como protagonistas, como dioses… Si estás en el lugar que estás, flaco, es porque la banda te llevó a ese sitio. Solo no hiciste nada, eras el que fumigaba, entendés.
–¿A quién le escribís hoy?
–No me interesa mucho contar historias, ya no escribo así. Lo que hago ahora es mostrar puntos de vista sobre la vida cotidiana. Temas que hice antes como Matadero no sé si los compondría ahora. Cuantos más discos hacés, te resulta más difícil hacer el siguiente, si te tomás en serio el hecho de buscar encontrar algo nuevo, porque vos siempre estás hablando de lo mismo, de la relación con el amor, con el odio, con la muerte. Del amor y la muerte, porque en el medio no hay nada… vivir. Hay que afinar el lápiz, como banda nosotros intentamos simplificar el sonido también, por eso la idea de este último disco, bastante despojado de todo. Hicimos un tema que se llama “Cuando el corazón te guía”, que es la clave del disco. Esa canción trata de los valores de hacer lo que uno quiere, aunque sea costoso. Agarré unos acordes, me pasaron otros y se armó esa canción que tenía que ser respetuosa de esa idea. El limitador de buen gusto para nosotros es el “estilo George Harrison”, el buen gusto por excelencia. Una canción que te lleve, no hace falta que explote en algún momento. Esa canción se grabó en una toma, y veo que parte de la cualidad del disco es que todo lo que se tocó fue lo que finalmente se grabó, en directo, cada uno en su espacio.
–¿Te gustaría hacer un disco temático sobre algún escritor?
–Me gustaría hacer algo sobre un autor, pero es muy difícil. Buscar algún artista de la música popular sería interesante. Hace unos años tuvimos una idea de hacer algo relacionado con la literatura pero no nos pudimos embarcar porque nos tocó meternos de lleno en otro proyecto, Ahora, estamos pensando en el próximo disco, porque hay un momento en que empezás a hacer el disco que se viene, porque no guardamos canciones, pienso que si las guardo se mueren. Ni bien sale la idea hacemos algo para ir dándole forma. Me cuesta escribir solo, porque estoy acostumbrado a hacerlo en conjunto, soy muy grupal. Lo definitorio en mis canciones me lo dan mis compañeros. Cuando me invitan a tocar en alguna banda amiga me siento perdido, no entiendo sus códigos internos, no veo a mis compañeros y me veo como turco en la neblina, no es lo mismo. Saber que están ellos ahí, me salva.
*Artículo publicado en Revista Sudestada N° 149, Septiembre-Octubre de 2017