Bloqueo criminal de Estados Unidos contra Cuba
Por Jorge Montero/El Furgón –
El presidente cubano, Miguel Díaz Canel, acaba de demandar, el cese del bloqueo que por casi 60 años mantiene el gobierno estadounidense contra la isla caribeña: “La política ilegal, genocida criminal del gobierno de Estados Unidos hacia Cuba debe cesar”, enfatizó el mandatario.
El pasado viernes 20 de septiembre en Nueva York, el canciller Bruno Rodríguez denunció que los daños acumulados en la isla caribeña, por la aplicación del cerco unilateral en estas seis décadas, tomando en cuenta la depreciación del dólar frente al valor del oro en el mercado internacional, ascienden a 922.630 millones de dólares. Sólo a modo de ejemplo, desde abril de 2018 hasta marzo de 2019, el bloqueo ha causado pérdidas a Cuba en el orden de los 4.343,6 millones de dólares. El significativo impacto negativo de la aplicación de las medidas adoptadas recientemente por el gobierno de Donald Trump para recrudecer el bloqueo no está contabilizado en el presente informe, por exceder el cierre del periodo analizado. Esta información está recogida en el último proyecto de resolución que el Estado cubano someterá a la consideración de la Asamblea General de las Naciones Unidas en noviembre próximo.
El documento afirma que con los ingresos dejados de percibir por bienes y servicios, y los costos asociados por concepto de reubicación geográfica del comercio que impone a Cuba tener altos inventarios, el Producto Interno Bruto del país habría crecido a precios corrientes, en el último decenio, alrededor de un 10% como tasa promedio anual.
“Es posible contabilizar o medir los daños económicos, pero no el impacto de sus daños humanitarios”, sostuvo en su presentación el canciller Bruno Rodríguez Parrilla. Los datos exhibidos demuestran que el bloqueo continúa siendo la causa fundamental de las dificultades de la economía cubana, y de las carencias y limitaciones que sufre el pueblo, así como el principal obstáculo al desarrollo del país. No hay familia cubana ni sector en el país que no haya sido víctima de sus efectos. Más del 77 por ciento de la población ha nacido y crecido bajo el cerco económico unilateral que impone Washington. Como ha planteado en otros escenarios, Rodríguez Parrilla enfatizó que el bloqueo constituye una violación masiva, flagrante y sistemática de los derechos humanos de los cubanos, así como de sus connacionales residentes en Estados Unidos y en terceros países, y de los propios ciudadanos estadounidenses.“Está totalmente justificado por la Convención de Ginebra como un acto de genocidio sostenido contra el pueblo de Cuba”.
Todo esto a pesar de contar Cuba con el respaldo abrumador de la comunidad internacional, que el pasado año votó en la Asamblea General de Naciones Unidas casi unánimemente (189 votos) -con la sola excepción de Estados Unidos y su ladero Israel- contra la aplicación del bloqueo.
La reciente expulsión de los diplomáticos cubanos y la creciente restricción del área de movimiento del personal de la isla en Nueva York no son acciones aisladas, sino parte de un plan dirigido a generar tensiones bilaterales, llevar al cierre de las dos embajadas y endurecer aún más el bloqueo, denunció el Canciller en la rueda de prensa.“Han fracasado durante seis décadas y seguirán fracasando; ya están fracasando. La dignidad de Cuba no se negocia y el país jamás se amedrentará ante calumnias, amenazas, ni cederá a chantajes”.
Sin dudas, el fracaso del plan del gobierno de Donald Trump en su cruzada contra Venezuela, es esgrimido ahora como pretexto adicional para actuar contra Cuba. Por ello, al responder a preguntas de la prensa neoyorkina, Rodríguez Parrilla enfatizó:“Estamos seguros que la movilización del propio pueblo estadounidense, de la comunidad internacional y, sobre todo, la movilización consciente de nuestro pueblo, harán prevalecer la justicia y la verdad, e imposibilitará al gobierno de EE.UU. continuar la aplicación de una política que le provoca descrédito y aislamiento”.
A la hora del balance de lo ocurrido en 60 años de construcción socialista, no hace falta atiborrarse de cifras y datos para medir la eficiencia de la dirigencia revolucionaria cubana y de su pueblo. Basta comparar la evolución de Cuba en estas seis décadas con la de un país capitalista de América Latina. Argentina es un buen parámetro, porque a la hora de la gran encrucijada histórica, en el último tramo del siglo XX, las clases dominantes lograron imponer sin cortapisas la fórmula del capital para nuestros países. Excepcionalmente rica y a la vanguardia del desarrollo capitalista regional a fines de los años ’50. Argentina finaliza 2019 como un espectro horroroso de lo que fue. Excepcionalmente pobre y atrasada, Cuba recorrió el camino inverso: de la miseria, la corrupción, el atraso y la subordinación al poder extranjero; pasó a ser un país culto, con extraordinarios niveles de desarrollo humano, siempre pobre -el bloqueo estadounidense, la caída de la Unión Soviética, la demora de nuevas revoluciones socialistas, se sumaron a la escasez de sus recursos naturales y el mínimo desarrollo capitalista de entonces- pero con garantías sociales colectivas que no se hallarán en ningún otro país del mundo. No hace falta comparar cifras de mortalidad infantil, atención a la salud, niveles de escolaridad, para llegar a conclusiones claras. Basta caminar algunas pocas cuadras al anochecer de cualquier día por las calles de Buenos Aires y observar miles de personas comiendo basura, durmiendo en las veredas o revolviendo deshechos. Hoy la miseria ha aumentado hasta hacer irreconocible al país, la sociedad parece anestesiada ante el espectáculo obsceno de la niñez abandonada y las dirigencias políticas, ocupadas exclusivamente en sus candidaturas, miran sin ver la realidad.
Mientras el capitalismo se desploma, cuando Estados Unidos entra en barrena, mientras sus gobernantes son despreciados por los pueblos del mundo, que con mayor o menor claridad y conciencia advierten la magnitud de la crisis, sienten que el sistema dominante no ofrece futuro y observan el ejemplo cubano como prueba, de que aún ante las más duras adversidades, la Revolución es posible.