viernes, diciembre 13, 2024
Nacionales

Macri. De victoria en victoria hasta el fracaso final

Por Jorge Montero/El Furgón –

Un año atrás, el presidente Mauricio Macri era galardonado en Nueva York con el “2018 Global Citizen Award” (Premio Ciudadano Global 2018), por su “dedicación incansable y desinteresada con su país y su gente”; premio concedido por la Atlantic Council, organización financiada por los partidos Demócrata y Republicano estadounidenses. Allí compartió la cena con la titular del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, con quien reconoció mantener “una gran relación” en los últimos meses, confesando que “espera que todos los argentinos se enamoren” de la funcionaria. Tras su intervención en la ONU, tuvo importantes encuentros con inversores. Además, se reunió con Donald Trump que lo felicitó por la marcha de su gobierno. Capeó la salida de su amigo Luis Caputo del Banco Central y se llevó de regreso a Buenos Aires lo que buscaba: más dinero del FMI para disponer discrecionalmente hasta el fin de su mandato, con garantía de reelección.

Este año, en plena campaña electoral y tras la aplastante derrota sufrida en las primarias, el viaje de Macri a Nueva York con la excusa del encuentro anual de la Asamblea General de Naciones Unidas, ofreció un fuerte contraste. El presidente argentino estuvo poco más de 12 horas en Manhattan. Sólo encontró puertas cerradas. Ninguna reunión bilateral con otros mandatarios. El capital financiero lo trató como a un paria, ahora mucho más preocupado por conocer los planes de Alberto Fernández. Y la “lluvia de inversiones” prometida, se esterilizó en una larga sequía. Christine Lagarde ya no está y el FMI le soltó la mano: “la situación de Argentina en este momento es extremadamente compleja”, señaló David Lipton, director interino del organismo multilateral de crédito. El envío del último tramo del crédito otorgado por 5.400 millones de dólares, dormirá el sueño de los justos hasta que asuma el próximo gobierno y se sienten a renegociar la deuda. “Hoy un juramento, mañana una traición”.

Ni siquiera su otrora “gran amigo” Donald Trump, se dio unos segundos para un saludo protocolar en los pasillos del palacio de la ONU, donde Macri dio su última alocución como jefe de Estado. Otra vacuidad discursiva que no pasó del trillado ataque a Irán y Venezuela, o las bondades del fútil acuerdo Mercosur-Unión Europea. “Volvimos al mundo”, otro eslogan de campaña que hace agua.

Tras el apresurado regreso a Buenos Aires, lo encontramos ahora “inaugurando” el Metrobus de Florencio Varela, rodeado de un centenar de acólitos identificados con pulseritas de colores que no paraban de vivarlo; y que seguramente mañana lo acompañarán –igual de exultantes– a cortar cintas en rutas sin pavimentar, plantas depuradoras inexistentes, viaductos donde estafaron trabajadores de la construcción, o terminales aéreas que ocasionaron muertes obreras ante las urgencias del fin de obra.

Así concluye una etapa política donde, para no pocos analistas serios, un enajenado Mauricio Macri encabezaba el proyecto más serio de las clases dominantes del país desde “la generación del ‘80”, para “sanear” el capitalismo argentino.

Ahora es el tiempo del peronismo reciclado. Las fracciones patronales, hasta hace poco sostenes de una política que las benefició con la caída de más del 20 por ciento del salario real de los trabajadores, ahora demandan de Alberto Fernández la necesidad de fortalecer el Estado para aplicar “políticas activas” –Pacto Social, renegociación de deudas con el FMI y demás acreedores, y “paz social”– que les permita programar ganancias y así dar lugar a una efectiva reiniciación de la explotación en gran escala.