Olivia Milberg: “Elijo serle fiel a mi deseo, qué quiero escribir”
Por Patricia Verón/El Furgón –
En algún momento comencé a sentir lo que la ciencia afirma desde que existe: la vida viene del mar. Si hay alguna duda, los poemas de Olivia Milberg lo confirman. La vida entre quienes pescan y vivencian lo francamente abierto y solo. Como dice en esta entrevista: “en mis poemas el ‘yo’ tal vez sea el de una niña o el de un animal”.
- Poesía asociada al concepto de ¿Superficie? ¿Profundidad? ¿Verdad? ¿Ficción?
- ¿Contanos de qué formas comienza el poema a escribirse en vos?
- ¿Te identificas en alguno de estos pensamientos? “El lirismo más puro es siempre arcaico. Señala una sola cosa: nuestra pertenencia. A la casa de lo humano, a la casa de la materia, por supuesto, y al pequeño pago de la lengua”. “Con el YO puedo ser Graciela Alfano o Simone de Beauvoir… el yo personal lo guardo para poemas muy especiales, es raro que iguale el yo con lo que dice el poema, me da mucho pudor, tengo que dibujarme mucho viste, así como me escracho, hay cosas biográficas muy íntimas de las que se van a enterar si son brujos… traslado las cosas de otra manera”.
- Primer recuerdo o idea asociado a la palabra “mar”.
- ¿Cómo te va con el ciclo “No es como una rubia en el avión”?
- Un/a poeta argentinx desde el 60 al 90; unx actual. ¿Por qué?
1. La palabra suena de un modo y significa una cosa en principio, pero dispuesta en un poema se abre como un sonido que genera ecos y esos ecos son a la palabra lo que los armónicos son a una nota, la forman y la profundizan. En ese sentido las palabras son superficiales y profundas al mismo tiempo. Pasa lo mismo y más con las imágenes que arman. Yo no haría una diferenciación en cuanto a qué aspecto es más importante, tanto la superficie como la profundidad forman el poema.
En cuanto a la verdad y la ficción, no creo se excluyan. Todo lo que crea un sentido me parece verdadero y a la vez toda creación artística me parece ficcional. Muchas veces escribo a partir de algo que me pasó, pero si el poema me pide torcer los hechos, los tuerzo sin problema y hasta con gusto.
Los poemas de Lobo de mar tienen su origen en algo que sucedió cuando yo era muy chica: una crecida del mar se llevó una casa. En este caso, ni aunque hubiese querido hubiera podido ser completamente fiel a los hechos, mis recuerdos son difusos o están intervenidos por mi imaginación. Elijo serle fiel a mi deseo, qué quiero escribir. Aparecen nombres, lugares que existen, hechos que sucedieron y que además no son intimidades, fueron compartidos por una comunidad, pero es una versión libre. En Lobo de mar los elementos de la realidad aparecen como se podrían presentar en un sueño, reconocibles pero no idénticos.
2. A veces escribo con urgencia, por necesidad, a veces por ejercicio, hay poemas que han salido de consignas de talleres, o de las ganas de jugar con un determinado recurso o idea. El origen de los poemas puede ser muy variado, lo que sí es común a todos es el trabajo posterior, la reescritura, la corrección.
3. Me gusta la cita de Diana Bellessi, me gusta mucho ese texto, La pequeña voz del mundo. Respecto de las palabras de Irene Gruss diría que para mí no es tan fácil alejar el yo personal del yo poético. Mi yo personal y mis yo poéticos tienen una relación conflictiva, están siempre implicados. Creo que mi forma de escribir, de enunciar desde el poema no es del todo lírica pero sí se acerca, aunque en mis poemas tal vez el “yo” sea el de una niña o el de un animal, creo que está bastante presente el yo lírico en general, la idea de volverse sobre sí y verse en lo otro. No es para brujos, como dice Irene Gruss, la tarea de encontrarme íntimamente en el poema, ahí estoy; “deshacer las cristalizaciones discursivas de lo útil y tejer una red de cedazo fino capaz de capturar las astillas de aquello que se revela (…) desatarse de lo aprendido que debe previamente aprenderse, y disminuir así los ecos de las voces altas para dejar oír la pequeña voz del mundo”, escribe Diana Bellessi en ese mismo texto. Creo que ella lo hace con maestría. Para mí su escritura es un ejemplo y lo que plantea un objetivo que persigo y una práctica que hago por amor y por ideología.
4. Misterio. Placer. El murmullo constante que se escucha en la costa. Olor a sal y a pescado.
5. No es como una rubia en el avión es un proyecto que me emociona mucho. Para empezar trabajo con amigas: Lucia Cytryn, Sofía Enecoiz y Antonella Casanova. Eso que se dice de que las amistades y el trabajo no deben mezclarse es el peor consejo laboral que escuché. Lucía y Sofía son grandes lectoras, aprendo mucho trabajando con ellas. Antonella es mi fotógrafa favorita, suena ridículo que diga eso de una amiga, pero es cierto.
No es como una rubia en el avión – Olivia Milberg
Es un proyecto que demanda mucho esfuerzo, es ambicioso: ciclo de lecturas, editorial y videoteca de lecturas y encima en una casa, no es un bar o centro cultural donde otras personas se encargan de la comida, la limpieza, abrir la puerta, etc. Da mucho trabajo, pero la verdad es que es muy grato, participaron un montón de autores que me encantan. Al próximo encuentro van a venir a leer Julio Salgado y Leopoldo Castilla, son dos poetas que me han deslumbrado y para mi es una alegría y un honor tenerlos leyendo en el ciclo, editarlos.
Algo que me gusta de los ciclos de lectura es que rompen con ese silencio (aparente) y la soledad que tienen en general la lectura y la escritura. En un ciclo se junta la gente y los poemas suenan fuerte.
6. Del ’60 al ’90 Héctor Viel Temperley, me gusta mucho, Juan Carlos Bustriazo Ortiz, me fascina, me se sus poemas de memoria, me los repito, son conjuros. Olga Orozco, si es que vale meterla como poeta del ’60 al ’90. Actuales, Natalia Romero y Franco Rivero son dos poetas que me encantan, Natalia por su sensibilidad y su sencillez. Franco me parece un gran poeta de síntesis, logra condensar en versos cortos, incluso en una palabra, tanta verdad, me parece muy valioso, muy conmovedor. Con ambos trabajé poemas míos y les estoy muy agradecida por la generosidad y el amor que les dos le pusieron al trabajo que hicimos juntes. Son grandes poetas por la poesía que escriben y por la poesía que logran ver y ayudan a buscar.
Mi amiga Paula Simonetti, gran poeta, es uruguaya pero vive en Argentina, me tomo el permiso de nombrarla. Lo que escribe me conmueve mucho también, tiene una escritura sensible e inteligente.
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Olivia Milberg nació en la ciudad de Buenos Aires en 1992. Estudia música y canto desde niña. Coordina la orquesta popular infantojuvenil El Rejunte y el ciclo de lecturas edición y videoteca “No es como una rubia en el avión”. Sus poemas circulan en diversas antologías y revistas. En noviembre de este años la editorial Añosluz publicará su primer poemario, Lobo de Mar. Fue seleccionada para integrar la antología de la Bienal de Arte Joven 2019 que editará Gog & Magog.
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LOBO DE MAR
(fragmentos)
Entró el mar
en nuestras casas
no hay quietud
en el agua.
***
Empezó el frío.
Se despertaron las salamandras,
mamá las alimenta con acacias
y brillan.
Nos miran.
Lentas, nobles
como gigantes.
***
Me acerco al lobo de mar
a su piel de espejo,
trepo y salto las piedras
mirándolo a los ojos
negros iluminados
como la luna nueva.
En un punto
me detengo
muerta de miedo:
el impulso
no es hacia delante
es hacia adentro.
Mi cuerpo
ya no puede moverse.
No avanzo
no retrocedo
no grito.
***
Me quedé
eternamente quieta.
Sólo mis uñas
crecieron.
***
Acá se le pone nombre a las cosas. A los ranchos, las barcas, los caminos. Incluso a algunas rocas, La roca del Muerto, El Culo Limpio, La Ballena.
Le pregunto a Elsa cómo se llama la oveja y me mira con cara de nada.
-¿lo qué? ¿la oveja? Oveja, nomás.
Todos los días le doy la mamadera.
***
Cuando los mellizos cumplieron ocho
vi la piel
del otro lado de la casa, al sol.
El peluchito contra el pasto.
Después la encontré
desollada
sobre un plástico.
Piletita de sangre.
La lengua
le cuelga
ridícula.
No tiene párpados.
Piletita de sangre
moscas.
Mi corazón
el aire
el sol.
***
Hay un punto en el que seguir cavando en la arena sólo provoca que el pozo se agrande hacia los costados.
Cuando se llega al agua el pozo mantiene su profundidad, derrumba las paredes, traga.
***
Parecían lobos de mar muertos. La playa estaba llena.
Me gusta ir a verlos cuando están frescos, porque en los ojos todavía tienen una expresión cálida, como de asombro, que con el pasar de las horas se endurece.
Me gusta examinarlos, ahora que puedo, ahora que no muerden. Agarrarles las aletas, acariciarles el lomo a contrapelo.
Nomás al día siguiente, los cuerpos se hinchan, empiezan a perder el pelaje. Los ojos quedan como empujados hacia afuera. Después les salen manchas rosadas en la piel. Los pescadores les cortan la cabeza, arrancan los colmillos para engarzarlos en collares que les venden en verano a los turistas. Los perros se lanzan de espaldas contra la carne ya podrida, se revuelcan como locos, la desarman, para esconderse en su olor.
* * *
Pensé que eran lobos. Cuando me acerqué las reconocí, toninas.
Nunca había visto una fuera del agua.
***
Las vi hincharse, volverse rosadas.
La carne del hocico desapareció primero,
sólo hueso.
Las vi
convertirse
en pájaros nuevos
dormidos en la arena
Pájaros dentados, enormes.
Y abrí la boca
para conocerme
la voz.