La huida del poeta
Arturo Fruttero, poeta desconocido para el lector y olvidado en su ciudad -Rosario- , supo del respeto de sus pares en las letras y las ciencias (era farmacéutico). Un contratiempo laboral lo llevó a buscar refugio en un campo misionero casi con lo puesto. Y digo casi, porque cargó lo que enuncia en el poema denominado “Fruttero se va al campo”. Una verdadera sorpresa de nuestra literatura.
Por Flavio Zalazar, desde Rosario/El Furgón –
Arturo Juan Fruttero nació en Tortugas, comunidad asentada en los lindes de la provincia de Santa Fe con Córdoba, a fines de 1909. Murió en Rosario en año 1962. Escuela primaria en Cañada de Gómez, secundaria en Rosario y la universidad en Córdoba. Fue un producto cabal de la Reforma Universitaria de 1918, un humanista. Fiel al concepto, en todo posaba su atención.
Discípulo de Ardoino Martini -italiano, científico y anarquista aristocrático- lo reemplazó en la oficina de Química de la Municipalidad de Rosario. Era el encargado, entre otras funciones, de la observación de los productos abocados al consumo de la población.
Un día, en el laboratorio municipal -hoy podríamos denominarlo Bromatología– llegó a sus manos el compuesto de una bebida cola de cada vez más aceptación en el mercado. Descubrió una sustancia altamente nociva. y pidió de inmediato la quita en la comercialización; fue en vano. La multinacional más conocida había hecho pie en la ciudad. El resultado, la jubilación anticipada, el desencanto y la ida a Campo Viera, Misiones. No sin antes escribir esta perlita que retrata una época y a un hombre:
Fruttero se va al campo
Fruttero se va al campo
Se va con Sartre, Platón y la teoría de la relatividad, con las
investigaciones de Sommerfeld sobre los rayos espectrales
y los estudios de Sir Jadadish Chandra Bose
sobre el mecanismo nervioso de las plantas.
Se va con Whitman, se va con Hegel, se va con Montaigne.
Le acompaña el libro tibetano de los muertos, más conocido
por el Bardo Tohodol, como asimismo el libro egipciano
de los muertos, junto a una gramática egipciana.
A un lado van Espina, Salinas, Cernuda, Diego, Guillén y
/Aleixandre
En su corazón lleva a Negrita y en el centro del pecho a Camarasa
Se va acordándose de Martini, de Romero y de otros amigos que le amaron.
Santa Teresa le vela, Santa Catalina le ilumina, y San Juan de la Cruz le canta.
Atrás quedan la génesis de los organismos de Hertroig y las teorías culturales
/de Frobenius.
Lleva a ese loco lindo de Marx, precedido por Feuerbach, y
seguido por Engels, Lenin y Stalin, y un paso más atrás el réprobo de León.
Va a “La Recherche du Temps Perdu”, para no olvidar el clima de invernadero de
/Marcelo,
y transcurrida la odisea del “Ulysses” proseguirá con el paseo del desatado Finnegan.
Como ilustraciones lleva al Gineceo de Rouveyre, a Spilimbergo,
a Van Gogh, siempre buen amigo, y a Fra Angélico;
También lleva al viejo Brueghel y a van der Delft; a Carpaccio y a Meng.
No olvidará a Girondo; ni a Neruda, el más grande poeta
chileno, ni a Huidobro, el más grande poeta chileno; ni a
Gabriela, el más grande poeta chileno.
En sus soliloquios se acompaña con las teorías del agua
pesada y la hipótesis tripartita acerca de la expansión del universo
Lleva una fotografía del Museo Juan B Castagnino, pues no
/podría llevarse al Museo consigo,
Y como no puede robarla, tratará de conseguir la plaqueta
/de la Donación Castagnino.
En un termo lleva agua del Paraná a fin de saborear la
/temperatura exacta de su río
y en una caja un trozo de asfalto para auscultar el perfume
/exacto de la ciudad.
Se va al campo con el bizantismo de Husserl, siempre edificante,
Y los melodramas de Heidegger, siempre regocijantes.
Una edición del Manava-Dharma-Sastra y un ejemplar
/del Corán irán colocados a su lado.
Adelante irán la Biblia y los Discursos de Buda,
Príncipe de Kapilavastu, Siddartha Gautama.
Dejará un lugar para un arabista insigne, Miguel Asín Palacios,
Y otro lugar para fray Bernardino de Sahagún, con quien
desea estrechar amistad a propósito de sus memorias sobre el
/Antiguo México.
Llevará la Endocrinología de Pende para las disfunciones humorales,
y algún diccionario vitamínico para las alternativas de la dieta.
Bueno es que lleve a Pareto para estudiar sociología del agro
Y a Simmel para la sociología más íntima de la persona.
Como antídoto de soledades lleva los poemas de Fausto
Y puesto a la defensa contra la angustia, la lírica honda de Sabat.
Una escultura de Paino le hablará sobre la elocuencia del volumen,
Y una muñeca de chala, regalo de Leticia, bailará a lo largo
de su viaje, en vilo de la gracia alada que la animó a la vida.
Cuadro de amigos no lleva, pero sí algunos libros dedicados.
Muchos amigos sí deja, empero él se aleja alegrado
Se va con Fulano, Zutano y Mengano.
Se va entre todos, con etcétera, etcétera.
Ha adivinado un secreto
Y con su secreto
Se va.
—
Fotos: Marce Rozas