martes, septiembre 10, 2024
Por el mundo

Cuba. Sesenta años de fe en la Revolución

Por Julián Scher/El Furgón –

El periodista Enrique Raab, a quien la última dictadura argentina desapareció el 16 de abril de 1977, caminó por las calles de La Habana, de Santa Clara, de Matanzas, de Camagüey y de Santiago en el arranque de 1974. Cronista lúcido, se detuvo a conversar con la bailarina Alicia Alonso, un mito viviente del arte cubano que disfrutaba del reconocimiento en las grandes ciudades europeas. Le preguntó por qué estaba ahí, por qué no se había mudado como tantos y tantas a Miami. La respuesta fue publicada en una de las ocho notas suyas que salieron entre enero y febrero de ese año en el diario La Opinión y que luego fueron compiladas en un libro titulado Cuba: vida cotidiana y revolución: “Y usted me dice que yo antes era rica, que tenía todo, que si me costó trabajo renunciar. Pero, ¿cómo me iba a costar trabajo? Si yo vivía, hasta entonces, de superfluidades. Otro vestido más, de Chanel, para regalárselo a una amiga después de habérmelo puesto una vez… Comprar mucha comida, para después botarla… Recibir orquídeas todos los días, para tirarlas al canasto”.

Alicia Alonso

Después de la caída del Muro de Berlín hacia finales de 1989, la economía cubana se desplomó al compás de la desintegración de la Unión Soviética. Período Especial se denominó a ese tiempo en el que la falta de energía eléctrica hacía que, en vez de apagones sistemáticos, hubiera sólo alumbrones esporádicos. Hay quienes aseguran que en las calles de la capital se comían cáscaras de bananas porque los alimentos se habían vuelto un lujo. “El mayor mérito de la Revolución es que nos enseñó a pensar con la cabeza y no con el estómago. Por eso seguimos de pie después de lo que nos tocó pasar”, aseguró alguna vez un funcionario de la embajada cubana en Buenos Aires. José Martí, revolucionario y escritor, emblema de la guerra de la independencia contra España y referencia mayúscula para quienes llevaron adelante la gesta surgida de la Sierra Maestra, explicó esto mismo en 1891 en un artículo al que llamó Nuestra América: “No hay proa que taje una nube de ideas. Una idea enérgica, flameada a tiempo ante el mundo, para, como la bandera mística del juicio final, a un escuadrón de acorazados”.

Fidel Castro saluda al público

La otra pata del horizonte terminó de quedar clara el 16 de abril de 1961 con la declaración del carácter socialista de la Revolución: de cada cual según su capacidad, a cada cual según su necesidad. Karl Marx, ese nombre que dio vueltas alrededor del Granma desde que partió de suelo mexicano el 25 de noviembre de 1956, había desenmascarado a mediados del siglo anterior la trampa que el capitalismo sigue pretendiendo ocultar: “Lo que le rinde es capital, esa forma de propiedad que se nutre de la explotación del trabajo asalariado, que sólo puede crecer y multiplicarse a condición de engendrar nuevo trabajo asalariado para hacerlo también objeto de su explotación”. En El Manifiesto Comunista, su ya clásica proclama de 1848, Marx agregó una oración que marcaría el rumbo de ese proyecto comandado por un grupo de barbudos: “El comunismo no priva a nadie del poder de apropiarse productos sociales; lo único que no admite es el poder de usurpar por medio de esta apropiación el trabajo ajeno”.

Los líderes de la revolución cubana en las calles de La Habana

Hubo un bloqueo impuesto desde Estados Unidos en octubre de 1960 como respuesta a las expropiaciones de empresas del norte que se habían enriquecido durante décadas a costa del hambre generalizado. Se sostiene ese mismo bloqueo todavía hoy pese a recibir año tras año el repudio de casi todos los países que integran la Organización de las Naciones Unidas (ONU). El sociólogo estadounidense Charles Wright Mills, en Escucha, yanqui, un libro editado en 1960 que le dedicó a su hijo Nikolas, expuso el argumento que se esconde detrás de una medida despiadada que limita de forma brutal las posibilidades de desarrollo económico de cualquier país: “¿Qué otra cosa puede significar la libertad nacional de un Estado soberano si no que éste tiene control sobre su propio territorio, sobre sus propios recursos, sobre su propia fuerza militar? ¿Hemos sido libres los cubanos en estos aspectos? Obviamente no. ¿Somos libres ahora? Obviamente, ese es nuestro gran objetivo internacional”.

Castro en el Vº aniversario de la Revolución Cubana

Playa Girón, un pequeño paraíso ubicado en un rincón de la Bahía de Cochinos, fue testigo de cómo operan los tentáculos del imperialismo. Los opresores indignados por la pérdida de sus privilegios duraron 65 horas en un combate que desnudó lo que a esta altura resulta evidente: la vigencia de los discursos que enarbolan la paz, la libertad y la democracia duran mientras a nadie se le ocurra cuestionar demasiado el orden. El uruguayo Eduardo Galeano retrató esos días de guerra en un texto bautizado La fabricación de papelones: “Fue la mayor expedición militar de toda la historia del mar Caribe. Y el mayor fiasco. Los dueño de Cuba, despojados, desalojados, proclamaban desde Miami que iban a morir peleando por la devolución, contra la revolución. El gobierno norteamericano les creyó, y sus servicios de inteligencia demostraron, una vez más, que no merecían ese nombre. El 20 de abril de 1961, tres días después del desembarco en Bahía de Cochinos, los héroes, armados hasta los dientes, apoyados por barcos y aviones, se rindieron sin pelear”.

Camilo Cienfuegos

¿Puede un hombre representar una idea? Fidel Castro empujó el asalto al Cuartel Moncada en 1953, emergió de la prisión con la certeza de que la historia lo absolvería, dirigió la batalla que acabó con la dictadura de Fulgencio Batista y condujo hasta su muerte en noviembre de 2016 una revolución que se propuso hacer de la justicia social la premisa desde la que edificar una sociedad diferente a las que el mundo capitalista pone en oferta desde hace trescientos años. En La contraofensiva estratégica, la obra que narra los pormenores del triunfo sellado el 1º de enero de 1959, reveló el punto de partida del faro que iluminó las ilusiones de generaciones en los cinco continentes: “Tengo la satisfacción de haber creído profundamente en el pueblo de Cuba y de haberles inculcado esa fe a mis compañeros. Esa fe, que más que una fe es una seguridad completa en todos nuestros hombres. Y esa misma fe que nosotros tenemos en ustedes es la fe que nosotros queremos que ustedes tengan en nosotros siempre”.

En eso estamos. 60 años después.

Fidel Castro

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