Ariel Ferraro, senda y poética
“Luciérnagas del mundo: uníos,
para que la noche ciega de los hombres
tenga sólo tropiezos de ternura”
Envío, de Ariel Ferraro
Por Luciana Petrocchi, especial para El Furgón –
José Humberto Pereyra escribió en un poema Doblé mi nombre en las ciudades advirtiéndonos de las historias guardadas sobre el nombre con el que es conocido en tantos mundos: Ariel Ferraro. Supo emprender recorridos incontables desde su provincia natal, La Rioja, hacia Buenos Aires y más tarde por las sendas de Latinoamérica hasta llegar a Venezuela, donde sembró amistades y vínculos literarios entre fines de los años ’40 y ‘50.
Nacido en 1925, el mes de septiembre lo vio llegar y el de noviembre partir 60 años después, luego de otra partida punzante, la del exilio. Hijo de padres pedagogos, creció en el barro de su provincia natal, La Rioja, a la que siempre volvió… o de la que nunca se fue del todo. Fue autodidacta, dado que las matemáticas no fueron aliadas para su continuidad escolar, sin embargo, destruyó ecuaciones y se ramificó hacia donde lo guiaba su alma en aventuras, desempeñándose como comunicador cultural, docente, crítico de arte, y guionista de radio, televisión y teatro, si bien es su rol de poeta su legado eterno. Integró academias literarias vanguardistas como su propia producción, y fue reconocido en el ámbito internacional por su aporte a la literatura.
“Ariel Ferraro es uno de los más profundos poetas que Latinoamérica ha parido en la vorágine de esta tierra. Creo, con firmeza, que todavía no se ha prestado la atención debida a su obra. Una obra que, si existe la denominada y deseada literatura nacional, cumple con los necesarios requisitos para ser una de sus cumbres. Son los olvidos, las postergaciones que siempre debemos soportar en esta tierra. Sin embargo, él mismo se encarga de precisar: ‘…pero nosotros somos y seguiremos siendo los testigos sagrados de lo que nunca fuimos’. Escribe Hamlet Lima Quintana (1990).
Inmersos en la generación del ’50, en un marco cultural que construía autenticidad a partir del regionalismo esencialista, Ferraro y sus compañeros de utopías iban en busca de universales situados, deconstruyendo modelos estancos contemporáneos a ellos.
Tejedor de un lenguaje de hilos indestructibles, su obra nos abre sendas de greda para andarlas, surcando las huellas hondas de los artistas de su patria chica vital. Si dejamos atravesar nuestra mirada con la visión del poeta, nos salva, entre muchas cosas, de la condena de tradiciones conservadoras y folclorizaciones sin lumbre. Nos dice que existe otra historia, si nos permitimos hacerla. Es esa senda donde Ariel se construyó como un puntal de una generación de artistas riojanos que se comprometieron con su tiempo y su pueblo, abriendo espacios para la cultura, nucleándose en el grupo cultural Calíbar, poniendo en marcha publicaciones, diarios y revistas insurgentes, inaugurando institutos de arte y escuelas de diseño y técnica artesanal innovadoras, movilizados por empujar la vida cultural riojana.
El compromiso con la actividad cultural inscribió a todos ellos en las listas negras que guiaban las noches dictatoriales que rompieron el país. Su compañera Alba Rosa Lanzillotto y sus cuñados fueron detenidos, y los amigos obligados al exilio tras tormentosas persecuciones. Otro amigo hondo, monseñor Angelelli fue asesinado pocos días después de la salida de la familia de la provincia, dando cuenta de la imposibilidad del regreso.
“Aquellos hombres de la ausente sonrisa / arquitectos de toda destrucción verdadera”.
Fragmento de la Antología de Ariel Ferraro publicada por la Asociación de Maestros y Profesores de la provincia de La Rioja.
El exilio fue desplazando a la familia, constituida por Alba, Ariel y sus dos hijos, portadores de sus nombres y memorias, Puqui y Ariel Pereyra, quienes luego de múltiples esfuerzos se establecieron finalmente en España, acompañados por otros amigos exiliados. Las hermanas de Alba, las mellizas Ana María y María Cristina Lanzillotto, militantes del PRT-ERP fueron detenidas y desaparecidas. Ana María fue detenida junto a su compañero Domingo “el gringo” Menna, y secuestrada en el Centro de Tortura de Campo de Mayo, cursando su octavo mes de embarazo de su segundo hijo. Las luchas por la recuperación de identidad de este hijo, llevaron a Alba a trabajar intensamente en la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo. En el año 2016, el nieto 121, hijo del “gringo” y Ana María recobró su identidad y se unió a su familia, siendo además, el primer nieto recuperado por una familia riojana.
“Tiene gracia.
O tendría quizá, si no fuera la paradoja tan terrible:
Tú concediendo, por prepotencia de talento,
La eternidad a muchos individuos,
Para que luego, un artesano del desprecio,
Un mandamás del plomo y la violencia,
Quiera quebrar tu limpia varonía”
Fragmento de Carta apocalíptica y ocasional a Roberto Santoro.
En un país donde la memoria está ligada a la verdad y la justicia, desandar la vida y obra del poeta es también un acto de resistencia y continuidad con esas historias que la dictadura pretendió quebrar por medio del terrorismo, cuando “El infierno se desató en las cosas”, como descifró Ariel Ferraro.
El exilio, esa otra herida que los milicos hundieron en nuestra identidad, es un quiebre. Ariel Ferraro escribió el poema Carta apocalíptica y ocasional a Roberto Santoro, otro amigo fecundado, que conforma el libro De Santoro editado por compañeros exiliados en España. Allí un fragmento grita:
“Me hiere una puntada de clamores,
ya que tu ausencia carga mil ausencias
de otros hermosos nombres clausurados.
Pero no queda más remedio, compañero,
que enarbolar desnuda nuestra rabia,
poner el corazón a la intemperie
bajo ese cielo nuestro que nos sigue.”
En la Rioja Ferraro tuvo allí un cómplice de la canción y del paisaje de un Famatina creciente y fértil como la vida, disociada de megamineras asociadas a funcionarios infames. Con el músico Ramón Navarro construyó una amistad hermanada y un repertorio de poemas hechos canciones. Juntos compusieron obras a partir del arte colaborativo y original entre el músico y el poeta, esas asociaciones en dúos, o “trueques” como lo llama Navarro, que asemillaron nuestro cancionero popular. Así como Juan Falú durante su exilio en Brasil prosiguió componiendo junto al salteño devenido en tucumano Pepe Nuñez, buscando destellos entre tanta sombra e inventando mecanismos por correos clandestinos, así mismo Ramón Navarro y Ariel Ferraro intercambiaron cartas y cassettes “mar, lejanía, incertidumbre y dolor de por medio” como recuerda Ramón, para componer la Cantata Sudamericana aún inconclusa. En el año 2001 Navarro llevó adelante un disco Tributo a Ariel Ferraro junto a su hijo Ramón y a su hermano Lucio Navarro. Tanto su referencia cultural, como su historia de amistad, hizo que Ramón Navarro participara activamente en el último disco en homenaje a Ferraro, El canto del poeta llevado delante de manera independiente por su hijo Ariel Fernando Pereyra, junto a su hermana Puqui y su madre Alba Lanzillotto, quienes resignificaron algunos textos producidos por Ferraro durante su exilio en Montevideo, Uruguay, para un espectáculo de poemas y canciones llamado Al sur del corazón.
El Canto del Poeta
Como si Ariel Ferraro nos abriera de par en par las puertas de su casa, cual hizo tantas veces, sin ninguna frontera posible a través de este disco nos abre la de su obra, y una calidad enorme de artistas viajan hacia él. Estrictamente, son 82 músicos y músicas quienes ensayan, interpretan y portan en sus voces e instrumentos la poética que transita del llano a la ciudad, como lo hizo alguna vez Virgilio Expósito al musicalizar el poema Vía Muerta. El vientista riojano Victor Carrión, agenciado entre los amigos de la familia del poeta, despliega su rol en la dirección y arreglos de las composiciones que integran El Canto del poeta.
“Decidle al guitarrero
Que va horadando noches con sus amargas coplas,
Que yo voy hacia él, para cantar como él.
Y hermanar entre sombras su voz con mi deseo.
Que yo voy hacia él,
A buscar la espaciosa palabra alucinada”
Fragmento del poema Arcángel de los días del libro Serenata en la Greda. Ariel Ferraro, 1953.
El disco, compuesto de 16 canciones musicalizadas por artistas convocados, cuenta con la participación de Juan Quintero, Juan Falú, Ramón Navarro, La Bruja Salguero, Juan Carlos Baglietto, Ernesto Snajer, Andrés Beeuwsaert, Ezequiel Cantero, Mario Gusso, Mónica Abraham, Facundo Guevara, Raly Barrionuevo, Agustín Gómez, Pancho Cabral, Raúl Mercado, el Coro Popular de Cámara, entre los más renombrados.
La gráfica del disco fue producido por las autoras Patricia Aballay y Sara Paoletti, nutriendo la sonoridad del disco con el valor de su arte y cargando de sentidos las páginas que en formato de cuaderno contienen la poética de Ferraro y afectivos prólogos de Alba Rosa Lanzillotto, Ramón Navarro y Vicente Zito Lema.
Ariel Ferraro nos sigue hablando con su lenguaje fundante y su “sonrisa buena” que guarda en sus ojos Alba. Y nos espera, como la patria soñada. Es un adelante, fulgurante y alumbrado. Dice su compañera: “cada vez que alguien lee sus poemas, es como si de nuevo él los estuviera creando”.
Como si fuera un libro, este disco tiene los aromas de su hogar más querido, donde andan sueltas las coplas y no hay olvido. Acaso este disco es una casa, donde los amigos se han reunido, y cantan hasta que arda, “que arda fuerte mi voz, como un cruento deseo” .
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* Conseguí el disco El canto del poeta en Librería Sudestada. Tucumán 1533, Ciudad de Buenos Aires.
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Foto de portada: https://sepaargentina.com