jueves, octubre 3, 2024
Cultura

La epifanía de lo cotidiano

Por Flavio Zalazar, desde Rosario/El Furgón –

La acción poética de Joaquín Giannuzzi (Buenos Aires, 1924- Salta 2004) se extiende en un arco cronológico, desde Nuestros días mortales, de 1958, hasta Apuesta en lo oscuro, de 2000. Reacio a encasillamientos, su poesía convivió con la práctica profesional del periodismo e integró el magma sin igual de la década del sesenta.

Joaquín Giannuzzi

Porteño, comenzó  Ingeniería en la Universidad de Buenos Aires, la que abandonó luego para estudiar periodismo. Trabajó de redactor, incursionó desde la crónica policial hasta la crítica literaria -pasando por la secciónes “Política” y de “Opinión”- en los diarios Crítica, Crónica, Clarín y La Nación. Además de las mencionadas, su obra la completa, Contemporáneo mundo (1963), Las condiciones de la época (1963), Señales de una causa personal (1977), Principios de incertidumbre (1981), Violín obligado (1984), Cabeza final (1991) y el póstumo Un arte callado (2006).

De lenguaje nítido, depurado, fiel al habla del Río de la Plata, Giannuzzi evitó el coloquialismo, tan caro en los  escritores de su generación, decía: “Yo he estado tratando de conseguir en lo posible una poesía objetiva”, efectivamente sus versos son un severo ritmo de pensamiento, sino veamos “Mi hija se viste y sale”

El perfume nocturno instala su cuerpo

en una segunda perfección de lo natural.

Por la gracia de su vida

la noche comienza y el cuarto iluminado

es una palpitación de joven felino.

Ahora se pone el vestido

con una fe que no puedo imaginar

y un susurro de seda recorre hasta los pies.

Entonces gira

sobre el eje del espejo, sometida.

a la contemplación de un presente absoluto.

Un dulce desorden se inmoviliza en torno

hasta que un chasquido de pulseras al cerrarse

anuncia que todas mis opciones están resueltas.

Ella sale del cuarto, ingresa

a una víspera de música incesante

y todo lo que yo no soy la acompaña.

Lo diario instituye su poesía, así lo definía: “Justamente porque el mundo está lleno de cosas triviales, el elemento trivial no puede estar ausente de la poesía. Está en los grandes poemas de esta época: pienso en Eliot, pienso en Ezra Pound, aunque ellos, sobre todo en Eliot, se ve además el horror de lo diminuto, el horror de lo cotidiano. Williams Carlos William, por ejemplo, introduce lo trivial”.

Contracara, a nivel de clásico futbolístico, de Juan Gelman, la labor de Joaquín Giannuzzi fue silenciada como la de aquel por la última dictadura cívico-militar. Sus libros circularon clandestinamente, por eso de que ciertas voces no las calla ni la represión ni los tiempos. Hoy los textos, a precios exorbitantes -censura  neoliberal-, también pueden encontrarse de manera fragmentaria en las denominadas “redes sociales”. Volver a ellos concurre en un acto estético.