A un siglo de la carrera del siglo
Por Andrés Mazzeo, especial para El Furgón –
Fue el primer “caballo del pueblo”. Quizá la revalorización de la palabra pueblo a partir de la Ley Saenz Peña de 1912, que permitiría que el radical Hipólito Yrigoyen asumiera la presidencia de la Nación en 1916, haya tenido que ver con esa definición de Botafogo. No es casualidad que el otro ejemplar que marcó el turf argentino en el siglo XX y que también ascendiera a esa categoría haya sido Yatasto, cuya campaña se extendió desde 1951 hasta 1953, durante el gobierno de Juan Domingo Perón.
En la segunda década del siglo pasado, el fútbol todavía no era el fútbol, y el boxeo era una actividad ilegal. La presencia del deporte en la vida de los argentinos no tenía la difusión que fue tomando con los años. El país ni siquiera había participado con una delegación en los Juegos Olímpicos, que habían comenzado, en su era moderna, en 1896, algo que ocurriría recién en 1924, en París. Por aquellos años, y hasta la década del 30, el deporte que acaparaba la atención del público era el turf.
Botafogo tenía sangre de campeón. Su padre era Old Man, un ejemplar nacido en el país que había ganado en 1904 la Polla de Potrillos, el Jockey Club, el Nacional y el Carlos Pellegrini, logros que conforman la Cuádruple Corona, y que prestigiaba el incipiente turf criollo. De la cruza entre Old Man, a quien los aficionados habían apodado El Grande, y Korea nació quien sería protagonista principal de la llamada “carrera del siglo”.
Emulando la hazaña de su padre, Botafogo había conseguido también la Cuádruple Corona en 1917. Era tal la supremacía que ejercía en las pistas que en tres oportunidades había corrido solo ya que sus rivales directamente no se anotaban en las pruebas dadas las nulas posibilidades que creían tener. Los dividendos que pagaba eran muy bajos debido a su favoritismo, pero el hipódromo igual se llenaba cuando se presentaba sólo por el placer que generaba el verlo en acción.
Con un invicto de 16 carreras llegó el turno del Carlos Pellegrini de 1918, un simple trámite para el alazán, amplio favorito, que sería conducido, como en muchos de sus éxitos anteriores, por Jesús Bastías. El anuncio de La Nación no dejaba dudas: “La presencia de Botafogo evita comentarios respecto del resultado final por razones de todos conocidas ya que nadie ignora las condiciones extraordinarias del invicto hijo de Old Man para el que no ha existido ni existirá adversario”.
Pero la sorpresa fue general ese 3 de noviembre cuando Grey Fox, un tordillo propiedad de Saturnino Unzué, de buena campaña hasta entonces en pruebas de menor consideración (11 victorias y 5 segundos puestos), se impuso en la arena de Palermo por un cuerpo y cuarto en 3 minutos 10 segundos para los 3000 metros, con la monta de Domingo Torterolo.
¿Qué había pasado? Las especulaciones fueron innumerables. ¿Era el inicio de la declinación del crack? ¿Había sufrido un malestar repentino o habían ocultado una lesión en una de sus manos? El propietario de Botafogo, Diego de Alvear, creyó ver en la actuación de Bastías la causa de la derrota y dejó entrever la posibilidad de un soborno que inevitablemente involucraba a Unzué. Otros atribuyeron la caída a una cierta desidia del cuidador Felipe Vizcay, quien confiado en que no se iban a anotar rivales programó un entrenamiento liviano para su pupilo. Cuando llegaron las inscripciones y cuatro ejemplares habían tenido la osadía de desafiarlo, Saint Emilio, Cracker, Sin Rumbo (finalmente no se presentó) y el ganador Grey Fox, ya era tarde para recuperar el tiempo perdido. En la época circuló una versión que vale la pena mencionar. Las caballerizas de los protagonistas de ese Pellegrini estaban en la misma zona y una tarde, en un bar de la calle Olleros, uno de los peones de Botafogo, que había tomado unas copas de más, hizo alarde de que su caballo podía ganar incluso más pesado y falto de entrenamiento. El comentario no tardó en llegarle al cuidador de Grey Fox, Juan Torterolo, quien planeó la carrera de acuerdo a esa circunstancia. La estrategia de correr de atrás, cerca del puntero, para exigirse sólo al entrar a la recta final y no darle la posibilidad a Botafogo de recuperarse fue cumplida al pie de la letra por su hermano Domingo.
La reacción de Alvear no se hizo esperar. Desafió a Unzué, en una carta en la que desestimaba la posibilidad de manejos ilícitos en el Pellegrini, a un mano a mano entre los dos ejemplares en el que se dirimiría quién era el mejor. La competencia ya no era solo en la pista sino también entre dos apellidos destacados de la alta sociedad que hacían de este duelo una cuestión de honor. Unzué quería hacerlo en una carrera común con otros contendientes. Arturo Bullrich, otro apellido destacado del ambiente turfístico, amigo de ambos propietarios, hizo de mediador. Finalmente se impuso el pedido de Alvear: en la revancha sólo se enfrentarían Botafogo y Grey Fox, no habría apuestas del público y los dueños pondrían en juego 10.000 pesos cada uno, el doble del premio que había ganado Botafogo por su segundo puesto en el Pellegrini, que serían donados para obras benéficas.
La fecha establecida fue dos semanas después, el 17 de noviembre. A Domingo Torterolo no le gustó la idea, él quería que fuera el domingo siguiente porque sabía que quince días eran un plazo suficiente para que el crack se pusiera a pleno y en esa situación repetir la victoria iba a ser muy difícil. Alvear decidió desplazar a Bastías y su lugar fue ocupado por el jockey uruguayo Francisco Arcuri.
Los medios escritos reflejaban diariamente la actividad de los rivales con extremo detalle. El tema ocupó las conversaciones en distintos ámbitos en un plano de igualdad con las noticias que llegaban desde Europa. El 10 de noviembre se informaba la ofensiva aliada en el frente occidental y la abdicación de Guillermo II como emperador de Alemania y rey de Prusia conjuntamente con la oficialización de la revancha y un día después se firmaba el armisticio entre los aliados y Alemania que ponía punto final a la Primera Guerra Mundial, por entonces llamada la Gran Guerra.
Alguien destinado a convertirse en mito por su canto y la tragedia no pudo evitar la tentación de presenciar el espectáculo. Carlos Gardel, burrero de ley, se encontraba de gira con José Razzano, con quien por entonces conformaban un dúo, en General Pico, La Pampa, promocionando un disco con la orquesta de Roberto Firpo. La noche del viernes 15 se escaparon del hotel, viajaron en taxi unos 150 kilómetros por caminos de tierra hasta Trenque Lauquen para tomar el tren de las 7 de la mañana rumbo a Buenos Aires y estar presentes en Palermo. El sábado Firpo debió actuar sin sus cantores.
El domingo 17 a pocos les importó que se jugara la última fecha del torneo de fútbol. Racing, heredero criollo de la hegemonía del Alumni de la década anterior, ya se había consagrado campeón más de un mes antes. Este título, que consiguió invicto, fue el sexto consecutivo para el equipo de Avellaneda, que con su hegemonía selló para siempre el apodo de “la Academia”.
Como se había anunciado que se iba a limitar el ingreso del público, la gente asistió al hipódromo muy temprano. El programa estaba compuesto por ocho carreras además del duelo, que se correría a las 16, después de la quinta y que figuraba como quinta bis. A las 10 de la mañana las tribunas estaban colmadas y a las 11 se clausuraron las puertas. Según La Nación: “A mediodía en las calles centrales de la ciudad no había automóviles ni carruajes, todos rodaban hacia Palermo”. El terraplén del Ferrocarril Central Argentino (actual Mitre) estaba cubierto de gente y se demoraron las partidas de dos servicios para evitar accidentes. Se estimó en 40 mil los espectadores dentro del hipódromo y algunos especularon con el doble en total. Nadie se quería perder “la carrera del siglo”.
A las 16.30 se dio inicio a la prueba. Botafogo salió al frente sin exigirse y Grey Fox lo siguió de cerca hasta el opuesto (la recta más lejana a las tribunas) donde intentó forzar la marcha y se puso al anca del puntero, repitiendo la estrategia del Pellegrini. Arcuri le imprimió más acción al alazán que sin esfuerzo comenzó a alejarse y entró a la recta final con 3 cuerpos de ventaja. Desde ahí hasta el final la distancia entre ambos competidores se fue extendiendo cada vez más. Tanta fue la diferencia que hubo quienes sostuvieron que Botafogo cruzó el disco 50 metros delante de Grey Fox y otros consideraron que habían sido más de 100. El tiempo de 3 minutos 7 segundos para los 3000 metros era un nuevo récord para la distancia. El “caballo del pueblo” se había tomado revancha y el público lo festejó invadiendo la pista para poder tocarlo. En medio de ese descontrol, Grey Fox solo pudo cruzar la meta al trote.
El Diario reflejó el hecho al día siguiente: “Jamás recuerdan las crónicas deportivas un espectáculo más trascendente que el que tuvo lugar ayer en el Hipódromo Argentino”.
Al finalizar la carrera, Alvear anunció que Botafogo no volvería a correr. El hijo de Old Man cerró su campaña con 17 victorias y una derrota, curiosamente un record similar al de su padre, que tuvo 18 éxitos y una caída. Su suerte no fue la misma como padrillo. A principios de 1919 fue enviado al haras Chapadmalal, de Mar del Plata, donde murió en abril de 1922 por un cólico.