“La lucha por Iván con IOMA viene de toda la vida”
Por Luis Brunetto/El Furgón
“La lucha con IOMA es de toda la vida de mi hijo. Es una cosa agotadora, indignante”. La que habla es Verónica Ocantos, mamá de Iván, quien cumplió 21 años el 21 de julio. El miércoles pasado, Verónica concurrió a la oficina de IOMA para tramitar el turno mensual de Iván con su psiquiatra. Fue en el mostrador de la oficina donde se enteró de que su hijo había sido desafiliado de la Obra Social, por haber cumplido los 21.
Verónica es vecina del contaminado barrio SADOP, partido de Lanús, lindante con Fiorito. Es profesora de Arte hace 21 años en escuelas de Lomas. Como tantos profesores de secundaria, redondea un sueldo cada vez más insuficiente trabajando en innumerables escuelas de Lomas y Lanús: Media 11, 9, 26, 33 y 24. Pero la atención de Iván, que exige una dedicación y un esfuerzo especiales, además de la de sus otros hijos, le impide trabajar más de sus 20 horas titulares. A pesar de eso, como a tantas otras madres en su misma situación, el estado le niega una pensión por la discapacidad de su hijo, y le paga una asignación que ronda apenas los $ 200.
Iván Ocantos padece Encefalopatía Epiléptica y un retraso madurativo moderado. Como consecuencia de eso debe ser asistido con una medicación carísima: “Cada caja de las pastillas que toma Iván, vale $ 4 mil”. Iván está bajo tratamiento psiquiátrico, neurológico y psicológico, que incluye asistencia domiciliaria. “El tratamiento en el Instituto Fleni, que viene haciendo desde hace tiempo, le ha permitido progresar bastante, pero ahora eso queda en la nebulosa. Hace 5 meses saqué el turno con su neurólogo del Instituto para fines de agosto, y ahora lo vamos a perder”. La situación que atraviesan ahora no es, sin embargo, nueva: “Tiempo atrás, sufrimos el problema de la falta de pago a los Ayudantes Terapéuticos, con los cuales IOMA tenía una deuda que llegaba a los 7 meses. Esa demora en los pagos repercute en todos los tratamientos, porque las escuelas especiales, los centros de día: nadie quiere trabajar con IOMA por las demoras en los pagos”. Este problema se solucionó recién a último momento, cuando los terapeutas estaban a punto de renunciar.
La solidaridad entre trabajadores es, hasta ahora, el único dato humano en esta historia: fue gracias a la colaboración de Sonia, empleada municipal de Lanús, quién gestionó el envío inmediato de una asistente social a la casa de Iván, que Verónica pudo contar el viernes con el Informe Socioeconómico y Ambiental. Es que, para reempadronar a Iván, IOMA exige una serie de certificaciones absolutamente ilógicas tratándose de una discapacidad irreversible. Pero esos papeles, rápidamente tramitados como dijimos gracias a la solidaridad de los empleados municipales, al cierre de esta nota, el lunes 6 por la noche, todavía están en Lanús, esperando a que una camioneta los venga a buscar para llevarlos a La Plata, “jueves o viernes”, según le dijeron a Verónica en la Delegación de IOMA. Hay anexos que se deben tramitar y que no tardan menos de un mes. Según le informaron a Verónica, estarían además por desplazar al Médico Auditor de Lanús, lo que retrasaría todavía más el trámite. “Si mi hijo tiene hoy una convulsión, o un problema de salud cualquiera, no tiene cobertura. ¡Es indignante!”, dice Verónica.
El plazo de reempadronamiento es, por lo tanto, absolutamente discrecional y arbitrario. De ahí que, lo que con toda razonabilidad Verónica reclama que sea inmediato. Pero, además de la solución de su caso particular, plantea que IOMA debe mantener automáticamente la afiliación de todos los discapacitados: “¿Imaginate el caso de un oxígeno dependiente? ¿Qué hace? Hay materiales que son incomprables”, dice.
Como para tantos docentes y empleados públicos de la provincia, los padecimientos de Verónica y de Iván son moneda corriente. Los afiliados de la segunda Obra Social del país, sólo superada en tamaño por el PAMI, tienen cada uno una historia de desidia, indiferencia y maltrato que contar. Las sucesivas administraciones han reforzado el perfil y los criterios empresariales para habilitar tratamientos y reconocer medicamentos, que se expresan en una progresiva deshumanización de sus servicios.
Esos criterios, encarnados en una dirección que pretende manejar la obra social de un modo mercantil, ya se cobraron su primera víctima trágica a principios de este año: Graciela Ciuffarella falleció luego de que IOMA le negara el tratamiento que requería su enfermedad. Hace apenas unos días, la indignación creciente y la presión de sus compañeros hicieron que, en el caso de Mabel Levandosky, la Obra Social se viera obligada a reconocer los medicamentos que le había prescripto su médica, y que la entidad pretendía reemplazar por un genérico más barato.
El reempadronamieto inmediato de Iván está en manos de las autoridades de IOMA, a cargo desde fin del año pasado de Pablo di Liscia. “Debemos poner toda la energía en facilitarle la vida a la gente. Vamos a agilizar los procesos, aportar la tecnología y brindar el respaldo necesario para que todo funcione eficazmente. Es nuestra responsabilidad devolverle a los bonaerenses una gestión eficiente de sus recursos para que se sientan orgullosos de su obra social”: estas palabras de apertura de gestión están a años luz de la realidad que vivían y siguen viviendo los afiliados a la obra social estatal bonaerense. Las palabras lindas no alcanzan ni solucionan nada. Por eso, los compañeros de Verónica en la Media 11 y en otras escuelas se preparan para demostrar su solidaridad con Iván, movilizándose y haciendo oír su voz de protesta.