Cine para distraer niños
Por Fernando Chiappussi/El Furgón
Se sabe, comienzan las vacaciones de invierno y hay que encontrarle una ocupación a esos niños que súbitamente aparecen por todos lados. Algunas recomendaciones para ver en cines y plataformas web.
El dilema comienza con el receso escolar: los niños están sueltos y se arriman para hacer preguntas incómodas o decir cada dos minutos: “¡Estoy aburrido!”De ahí la importancia del cine como entretenimiento, mal que les pese a los apóstoles de la Cultura: hoy las salas son sólo una boca de varias bocas de expendio, que tienen en Internet a un aliado inexpugnable que de a poco ha desplazado al DVD y hasta a la propia televisión.
Si hay morlacos para sacarlos a conocer un cine de verdad -esa sala oscura donde la película es enorme pero no la paran cuando uno al baño-, ofertas no faltan: hay toda una maquinaria de producción pensada para atraerlos en momentos como éstos. El tanque de esta temporada es Los Increíbles 2, continuación de aquella película animada de Pixar de 2004 sobre una familia de superhéroes. La secuela mantiene el nivel habitualmente alto de las producciones del estudio que fuera de John Lasseter, pero también hay otras opciones. La más recomendable, si es que se encuentra una sala que todavía la pase, es Isla de perros, la maravilla de Wes Anderson con una técnica de animación retro -similar a la de El fantástico Mr. Fox- que podríamos denominar “stop-motion peluchista”. Acá el desafío es mayúsculo ya que toda la historia transcurre en Japón y no faltan tramos con abundante diálogo en su lengua nacional (y los correspondientes rótulos con ideogramas), pero a no asustarse: lo medular está traducido por, precisamente, ¡una traductora insertada en la ficción! Como pasaba en Mr. Fox el diálogo es veloz y abundante, así que se recomienda no llevar niños muy pequeños y estar a mano para explicar sobre la marcha algunos rebusques del guión. Eso sí: se trata de un film para disfrutar tanto como -o más aún que- el niño a cargo. Los Increíbles 2 es muy fácil de encontrar ya que se estrenó con 363 copias; Isla de perros, en cambio, sólo tuvo 33 (pero, se sabe, la web da revancha y supervivencia a las películas que quedaron en el camino).
Una vez agotadas las opciones de salida, o si no las hubo, queda la ex “pantalla chica” que ahora se ha vuelto más grande y plana, arrinconando la señal de TV clásica frente a otros logos más atractivos. Para lo que es el cine infantil más convencional y de público amplio -léase EE UU-, así como para un reservorio de las series más clásicas, Netflix cuenta con buena parte del catálogo de Pixar y Dreamworks: allí están los Minions, Cars, Buscando a Nemo y ese ratón gourmet llamado Ratatouille (creación, como Los Increíbles, del director Brad Bird), entre muchos otros. Si se mira con atención la aburrida pantalla descendente de recomendaciones se pueden hallar también títulos que se corren algo de la norma, como Shaun el cordero: La película, del brillante estudio británico Aardman (los responsables de Wallace & Gromit), o la entrañable -pero algo lacrimógena- Okja, otro producto oriental dirigido por Bong Joon-ho (el de Memories of Murder y The Host) y protagonizado por un chancho gigante. Un título felizmente rescatado por la plataforma es Coraline y la puerta secreta, dirigida por Henry Selick (El extraño mundo de Jack) en base a una novela de Neil Gaiman. Pocas veces se vio un retrato tan bueno de la preadolescencia, ese momento en que los niños se vuelven un poco enormes y feos pero todavía no abandonan del todo el mundo de los juegos y empiezan a preguntarse: ¿yo qué corno soy?
Qubit, servicio similar a Netflix pero con más énfasis en el cine de autor, es un buen lugar para encontrar esos clásicos que nos alucinaron hace décadas y cuyo efecto queremos probar en hijos y sobrinos. Allí están El oso -esa odisea animal filmada por el francés Jean-Jacques Annaud-, Los exploradores (o el bullying según Joe Dante) y las películas de la serie Mini espías dirigidas por Robert “Mariachi” Rodríguez. Pero también -y acá entramos en el despiste- viejas joyas del cine fantástico de los ’50 y ’60 como El mundo perdido, ¡Tarántula! o Reptilicus, que probablemente no los asusten pero sí pueden despertar su curiosidad por el pasado; de impulsos como ésos surge el cinéfilo del mañana. Un recurso extremo pero tentador es enfrentar a los párvulos con una antigüedad absoluta pero aún absorbente como el cine de Buster Keaton: en Qubit hay títulos como El maquinista de la General o El navegante, que abundan en los desafíos mecánicos que tanto apasionaban al maestro (y que serían homenajeados por lejanos descendientes como Wallace & Gromit). Lo bueno de estas plataformas es que el pibe puede probar cinco minutos, aburrirse y pasar a otra cosa: pero si no se aburre… ¡Ah, la delicia de ese padre! ¡El orgullo con que lo contará a sus amigos!
Por último, hay muchas películas fuera de la categoría “infantil” que también pueden interesarlos. Por ejemplo, documentales. Recomendamos tres de Netflix: Twinsters, sobre una joven que por casualidad encuentra a una doble idéntica en la red y no para hasta conocerla; también Happy people: A year in the taiga, largometraje-resumen de una miniserie rusa que muestra un año en la vida de un pueblito siberiano, de esos que en invierno quedan literalmente congelados. El alemán Werner Herzog es el responsable de la adaptación y la nueva narración en inglés; vale la pena buscarla. Por último, y para los que gustan de sangre y zombies, un documental bastante bizarro llamado Finders keepers, sobre el combate entre dos mediáticos de EE UU por una pierna amputada. Las opciones están a tiro de remoto; es cuestión de saber buscar.