El hambre en los barrios se ve, se siente y duele
Por Pablo Barboza, especial para El Furgón
Miércoles, mediodía. Responsables de distintos barrios y comedores de un movimiento social de un distrito del Conurbano bonaerense se juntan en la mesa de coordinación semanal. Reunidos alrededor de un calentador, empieza la reunión. Uno de ellos es una cocinera. Hace más de 15 años que garantiza que cientos de familias coman todos los días. Se la ve preocupada: el comedor ya no es más de lunes a viernes al mediodía, pasa a ser de lunes a lunes, no hay alegría, hay tristeza, no hay felicidad, hay desesperación.
Los comedores crecen, crecen en niños y niñas, crecen en adultos, crecen en días y crecen en horarios, los comedores populares son hoy el único alimento de miles de familias de los barrios más humildes.
El último informe del INDEC arroja datos demoledores: se afianzó el número de la pobreza que alcanza a 9 millones de personas en la Argentina. Otro dossier, elaborado por el Barómetro de la Deuda Social de la UCA indica que de ese universo, la mitad son niños y niñas, de los cuales 1 cada 3 se alimenta en comedores populares.
Todos estos datos presentan un escenario que en el cotidiano es mucho más duro de lo que se puede leer. El hambre se multiplica de manera indefectible y desde las organizaciones populares se buscan formas de intervenir con los escasos recursos disponibles. El número de familias que acuden a estos espacios para garantizar la comida diaria creció de manera sostenida a lo largo de estos años, mostrando un pico en este último semestre, evidenciando quienes son los y las que pagan el costo del ajuste y la devaluación.
En respuesta a este panorama, desde el territorio se asumió la tarea de abrir los comedores también los sábados y domingos, para hacerle frente a una cuestión urgente y estructural como es la alimentación.
Frente a la debacle del modelo económico, lo que crece es la solidaridad de clase desde los sectores populares. La propuesta de extender los horarios surgió de la asamblea: el hambre se ve, se siente y duele. Es imposible permanecer indiferente ante esa situación. Familias enteras dependen de estos espacios comunitarios.
Este invierno es particularmente duro. ¿Sabrán los funcionarios lo que se siente irse a dormir con la panza vacía, patear el frio sin zapatillas, masticar la bronca y la resignación? No. Claro que no. Para estos políticos de saco y oficina 5 estrellas la realidad le es tan ajena como una ficción.
La insensibilidad y la apatía son una marca registrada de estos tipos, que entienden a la política como una forma de gestionar y distribuir la pobreza , que ven en cada pibe y cada piba hambreada un potencial enemigo, un vago que no se esfuerza lo suficiente.
La situación es sumamente crítica, una realidad indiscutible: las decisiones económicas han perjudicado a los más pobres y es urgente dar respuestas a sus problemas. Pero hay una insensibilidad muy grande de parte del Gobierno y un incentivo a la conflictividad en los barrios. Los altísimos niveles de desigualdad generan niveles directamente proporcionales de violencia, la descomposición del tejido social se evidencia y asume formas cada vez más dolorosas, propiciando un campo de crecimiento del crimen organizado, de la mano de la Policía y el narcotráfico. La presencia del Estado y su aparato represivo es la muestra más cabal de la política pública elegida para los sectores populares: persecución, criminalización y hostigamiento permanente.
Estas son muestras de lo que se vive -y se sufre- día a día en los barrios populares de la Argentina. “El mejor equipo de los últimos 50 años”, el que vino a cambiar la Argentina con propinas, solo profundiza la situación de precarización y exclusión de los sectores populares. El relato de Pobreza Cero es esclavo de las decisiones gubernamentales que se asumieron hasta ahora. Los salarios miserables, el aumento descontrolado de los precios y la falta de respuestas ante la crisis económica y social demuestran la matriz antipopular del gobierno: todo sea para mantener los privilegios de unos pocos, a costa del esfuerzo y el sacrificio de la inmensa mayoría de la sociedad.
Ante la política del descarte, crece desde abajo la solidaridad, que se multiplica en cada barrio y en cada asamblea donde crece la organización. Al proyecto de muerte se le responde con un proyecto de vida. El camino de la lucha por una vida digna va construyendo nuevos lazos sociales, que renuevan y potencian construcciones, que marcan el ejemplo para resistir, pero también, para ganar.
En portada: De la serie “Juanito Laguna”, Antonio Berni.