El ajuste del FMI: Golpeando las puertas del cielo
Por Luis Brunetto/El Furgón – El rasgo más notable de la situación actual es la vigencia de la movilización popular como recurso político decisivo. Sin dudas, este poder de la movilización callejera se ha expresado en el proceso que condujo a la media sanción de la Ley de Aborto Legal.
La legalización del aborto es una medida democrática, no anticapitalista. Aunque los ex países socialistas hayan sido pioneros en su introducción, empezando por los soviets rusos en 1920, los principales países capitalistas lo adoptaron progresivamente a partir de los años ’60. Por eso el propio Macri habilitó con oportunismo la discusión y el ala laica de Cambiemos impulsó el proyecto.
La lucha del movimiento de mujeres deja como saldo la lección menos esperada por las clases dominantes y el Gobierno: la movilización sirve
Cambiemos promovió la apertura de esta discusión para pilotear la difícil situación política veraniega. Está claro que incurrió en un grueso error de cálculo. Haber habilitado la discusión parlamentaria del aborto sirvió para descomprimir provisoriamente, pero sin dudas potenció el desarrollo del movimiento de mujeres. La media sanción en diputados derriba prácticamente las barreras para su aprobación en el Senado, que deberá enfrentar una movilización incluso más multitudinaria que la que se reunió en Diputados. Y deberá rendirse ante ella.
A su vez, la lucha del movimiento de mujeres deja como saldo la lección menos esperada por las clases dominantes y el Gobierno: la movilización sirve. La mala maniobra tiene explicación: como toda corriente burguesa, el macrismo descree del poder de las masas. Acostumbrados a transitar los pasillos del poder, al lobby y a la coima, a sus dirigentes les cuesta medir la dimensión y el impacto político de los procesos movilizadores. Además, y como rasgo específico del núcleo macrista, parece operar el endiosamiento de los criterios hipertecnologizados tanto a la hora de “comunicar” como a la de recepcionar el clima de masas. El duranbarbismo, que tan buenos resultados ha dado en otras circunstancias menos graves, puede en estas conducir a gruesas metidas de gamba…
La caja de Pandora
Que la movilización sirve y tiene efectos decisivos lo saben perfectamentelos burócratas dirigentes de la CGT. Por eso, justamente, llamaron, por fin, al paro general para el 25 de junio, pero sin movilización…
Los burócratas saben mejor que Macri y los cráneos de Cambiemos cuantos peligros encierra abrir la caja de Pandora al pueblo trabajador. Por supuesto que, más tarde o más temprano, la clase obrera rebasará los diques de contención que la burocracia le ponga delante. La tarea de la burocracia es demorar y contener ese proceso que, de todos modos, desde el 7 de marzo del año pasado, de despliega con una persistencia subterránea que los dirigentes conocen muy bien y no subestiman para nada.
Después de la frustración de la epopeya del 2001, sea la que sea la naturaleza del proceso que pondrá fin al macrismo, las masas no permitirán que le roben nuevamente los frutos de su victoria.
Esa persistencia, por ahora, se ha reflejado episódicamente, por ejemplo en las movilizaciones contra el 2 x 1, en el combate callejero multitudinario y victorioso de diciembre contra la reforma previsional y, ahora, en el golpe gigantesco que el movimiento de mujeres ha asestado a la influencia de los poderes más reaccionarios del país, con Lilita y la Iglesia Católica a la cabeza. Sin embargo, ha intervenido con una potencia sin precedentes, transformándose en el factor decisivo de todo el proceso político.
A partir de esta segunda semana de junio, sin embargo, el proceso movilizador parece haber adquirido una nueva dimensión. La confluencia de la movilización de las mujeres con las huelgas de camioneros, estatales, subte, ferroviarios del Oeste, y finalmente, el paro general del 25, marcan un punto de partida para una intervención de conjunto de la clase trabajadora. Por supuesto, las corrientes antiburocráticas y el movimiento popular en general van a convertir el paro del 25, sin dudas, en un paro activo, aunque los burócratas no quieran. La huelga general es, hoy, una perspectiva no sólo práctica, sino absolutamente realista.
No hay dudas de que esa potencialidad reclama y busca una expresión política en la izquierda: no serán quienes obturaron 12 años seguidos la discusión sobre el aborto, dejaron 35 % de trabajadores en negro, 15 % entre desocupados y subocupados y pagaron serialmente la deuda externa, los que abrirán el cauce al descontento movilizado del pueblo trabajador. Después de la frustración de la epopeya del 2001, sea la que sea la naturaleza del proceso que pondrá fin al macrismo, las masas no permitirán que le roben nuevamente los frutos de su victoria.
Los mariscales de la derrota
Los inventores por defecto del macrismo no pierden, de todas maneras, las esperanzas. Aunque las encuestas de todo pelaje coinciden en que la caída libre en la popularidad del gobierno no es capitalizada por la oposición burguesa, los opositores pejotistas no pierden las esperanzas.
La insistencia del Gobierno en la defensa del tarifazo terminó de volar los puentes entre el macrismo y el peronismo de los gobernadores, comandado por Miguel Pichetto. Burgués consciente, el senador rionegrino sólo pedía el envío de un proyecto alternativo al que venía de diputados, que le permitiera negociar un mejunje que hiciera volver la norma a aquella Cámara. No ocurrió: como en todo, el gobierno prefirió enviar una señal a los mercados.
Desmadrada la política económica y trabado sistemáticamente el ajuste “gradual” por la movilización permanente de las masas populares, no queda otra política que el shock monstruoso.
El distanciamiento de Pichetto renueva las ilusiones en una reorganización unitaria del peronismo. El espanto une lo que parecía irreconciliable y Cristina, Massa y Pichetto han comenzado a reconstruir los lazos triturados en el pasado. Massa y Pichetto, en la medida en que la situación económica empeore, podrían ser perdonados por sus bases a la hora de la reconciliación. Distinta sería, en cambio, la situación de Cristina, teniendo que explicar un pacto con los socios del 80 % de las calamidades que el macrismo trajo al país.
La ola verde parece, con sus benéficos efectos, haberles facilitado el proceso de reconciliación, que por supuesto en público niegan, pero del que participan emisarios notorios, como Máximo, De la Sota y Alberto Fernández. Tanto Cristina, “deconstruída” la pared que edificó durante 12 años para bloquear el tema, como Pichetto, se manifestaron a favor de la aprobación del aborto legal. En este caso, hay que decir: ¡Bienvenidas sean la incoherencia y el oportunismo políticos!
Alea jacta est
“La suerte está echada”, dicen que dijo Julio César al cruzar el Rubicón, el río que marcaba los límites del poder del Senado romano. Los generales romanos tenían prohibido atravesarlo al mando de un ejército, que es exactamente lo que hizo Julio César, desafiando el poder senatorial.
Es por supuesto un despropósito comparar a Macri con el César, excepto para describir la conducta intransigente del macrismo, que no sólo provocó la ruptura con el ala Pichetto, sino que hace crujir a la propia coalición electoral que lo sostiene. Desde el gobierno indican que la mesa chica ha tomado la decisión de cerrar filas sobre su base social incondicional.
La licuación del gasto público vía devaluación, cierra en las planillas de Excel del ministro Dujovne, pero antes de hacerse realidad tendrá que chocar contra la cruda pared de la rebelión popular.
Es en esa misma línea que explican porque forzaron a la dirección cegetista al paro. Efectivamente, los triunviros sindicales esperaban con ansias el martes 12, que los devolvería, reunión con Macri mediante, al centro de la escena nacional. El desayuno les cayó mal: un funcionario de segunda línea llamó a Daer y le informó que la reunión no sería con Macri, ni en la Rosada, en el ministerio de Trabajo y, probablemente, ni siquiera con Triaca.
Desmadrada la política económica y trabado sistemáticamente el ajuste “gradual” por la movilización permanente de las masas populares, no queda otra política que el shock monstruoso. La devaluación ilimitada, conviviendo con tasas de interés de más del 40 %, conducen a una recesión sin antecedentes. Desarmar esa bomba es la tarea que confían al fugador serial Luis Caputo, figura adorada por “el mercado”, reemplazante del eyectado Sturzenegger en el BCRA. Las señales de desorganización económica general, que conducen a la ruptura de la cadena de pagos, a la imposibilidad de fijar precios, empiezan a hacerse notables.
En ese contexto hay que interpretar el acuerdo con el FMI, cuyo fin es recuperar la “confianza de los mercados”, erosionada a partir del verano y definitivamente perdida en la corrida cambiaria iniciada en abril. Es el pretexto para forzar un recorte descomunal del gasto y el despido de miles de estatales, garantía del pago de las deudas. Matemáticamente todo es posible. La licuación del gasto público vía devaluación, cierra en las planillas de Excel del ministro Dujovne, pero antes de hacerse realidad tendrá que chocar contra la cruda pared de la rebelión popular.
La crisis está a la vuelta de la esquina. Pero la crisis también es una política de la burguesía. Una devaluación monstruosa representa una gigantesca desvalorización del salario, un descomunal aumento de la tasa de explotación y una barrera arancelaria “natural”. En esas condiciones, como en el 2001, la economía puede encontrar una salida exportadora sobre la base de la reducción a la miseria de amplias franjas de trabajadores.
Ese objetivo económico exige desatar una verdadera guerra represiva.Para eso se preparan. Macri y Bullrich pretenden que las FFAA vuelvan a su viejo rol de garantes represivos de la estabilidad del régimen. La presencia inexplicada de marines y soldados israelíes en nuestro territorio va en esa dirección. En su fracaso, la burguesía sólo puede ofrecernos un nuevo ciclo de recolonización del país.
No se lo permitiremos.
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Foto de portada: Prensa “La Fraternidad” (https://www.flickr.com/photos/lafraternidad/)