En el cine como en la vida. A 50 años de “El Nadador”
Por Flavio Zalazar, desde Rosario/El Furgón – El 11 de mayo pasado, el films The Swimmer (El Nadador) cumplió 50 años de su estreno. Dirigido por Fran Perry y concluido por Sydney Pollack, es la adaptación de un relato de John Cheever, donde Ned Mevill -encarnado por Burt Lancaster– un burgués hedonista venido a menos, se dedica a bañarse en las piscinas de todos sus vecinos, conocidos o no. Una vista que hoy puede significar el desencanto del “medio pelo” argentino.
Trailer de “The Swimmer”
El texto, concebido en principio como novela, fue publicado en The New Yorker en 1964, y después, al mismo año, paso a integrar la colección de cuentos denominada The Brigadier and the Golf Widow (El Brigadier y la Viuda del Golf). En ellos Cheever da cuenta de empleados al nivel gerencial, con relaciones amorosas complejas, que pasan sus vidas entre cocteles y aparente ocio por los suburbios de Nueva York y Connecticut. Un marionetista de lo grotesco a la espera de un personaje, que la película deliberadamente -el autor fue coguionista- proyectó en la figura de la estrella del reparto, Burt Lancaster.
En la realización del films acontecieron innumerables accidentes: cambio de actrices para las escenas amorosas, problemas en el montaje y los exteriores (los vecinos no querían arrendar sus casas por miedo al rastreo fiscal), una guionista -esposa del director- que rápidamente es asistida por Cheever y este a manera de pago exige un cameo, excesos en el presupuesto pautado (un gran porcentaje ido en el sueldo de Lancaster), la ruina del productor Roger Lewis, además de la renuncia del director en su carácter de socio, dando paso a su segundo, inexperto aún, que tendrá a su cargo escenas claves. Con música de Marvin Hamlisch y fotografía artística de David Quaid las actuaciones nos trasladan al “lado B” del sueño americano, recurso harto utilizado por la filmografía americana, pero también a la elaboración de un duelo: el final de la juventud. Una fantasía corporizada en el longilíneo actor, que para esos tiempos contaba con 51 años. Éste, en el papel, también asiste al despertar de una decadencia moral, una familia quebrada por la infidelidad y la irrealidad de sus negocios financieros “ficción que sostiene un tipo de hombre, por sobre los intereses de las mayorías, y para utilidad de poderes que no conoce”, reflexiona el protagonista un momento.
Como es lógico la mirada proyectiva nos aloja a nuestra realidad latinoamericana, y argentina en particular. Instancia dominada por la desazón de amplios sectores medios y aspiracionales que buscaron en la compra de dólares y la abolición del impuesto a las ganancias una homologación política. Pensaron con voluptuosidad, así les va… Así nos va.