Carlos Marx: criticar al mundo para conocerlo y transformarlo
Por Luis Brunetto/El Furgón – “Los filósofos se han preocupado por interpretar el mundo, cuando de los que se trata es de transformarlo”. Esta tesis no necesita presentación: aquel que conozca mínimamente la obra de Karl Marx sabrá que se trata de la famosísima Tesis 11 de sus Tesis sobre Ludwig Feuerbach; quién no conozca nada de la obra teórica de Marx, encontrará en ella el punto de partida de esa aventura que fue su vida, su extraordinaria vida. Es un punto de partida comprensible: cualquiera puede entender que nos está diciendo aquí Marx (porque nos lo sigue diciendo, y nos lo seguirá diciendo siempre) y, sin embargo, esta frase sencilla redactada en forma de tesis, es una gigantesca conquista humana.
No es que antes de Marx nadie se hubiera preocupado por cambiar el mundo. La actitud y el compromiso revolucionario de Marx tienen decenas de miles de antecedentes. Miles de hombres y mujeres lo precedieron a la hora de luchar contra las injusticias, de proclamar la necesidad del derrocamiento revolucionario de los poderes de los ricos, de combatir por la igualdad y la libertad humanas. Pero, hasta entonces, los jefes revolucionarios y los filósofos, corrían por cuerda separada.Fue Marx el primero en plantear como punto de partida la unidad entre la teoría y la práctica, la unidad del pensar y el hacer no ya como un requisito moral, sino como un requisito del conocimiento. Lo nuevo, la cristalización humana de esa actitud, no sería una mezcla entre filosofía y revolución, sino el socialismo científico, la dialéctica materialista, el marxismo mismo.
Y en este punto de partida podemos anotar el primero de los servicios prestados a la clase trabajadora. Porque es a partir de esta premisa que el pensamiento humano puede rebasar el límite de las clases dominantes, para convertirse, por obra de la lucha de clases, en pensamiento de la clase trabajadora. Marx no fue un teórico de la clase trabajadora. Marx dedujo de las condiciones y leyes del proceso histórico la necesidad del socialismo (ojo: no su “obligatoriedad”, su necesidad) y, en la clase obrera, el sujeto histórico capaz de cumplir la función de agente social de tal transformación. La teoría marxista no es la teoría de la clase obrera, sino la teoría con que la clase obrera puede guiarse por los obscuros recovecos de la transición al socialismo.
Es decir: Marx quebró el monopolio que las clases dominantes ejercían sobre el pensamiento científico, y abrió el camino no sólo al desarrollo del movimiento obrero revolucionario, sino al desarrollo del pensamiento científico en el seno de la clase obrera. Tal vez ese fue su primer éxito revolucionario.Con Lenin, podríamos decir que fue Marx quien, por primera vez, puso a disposición de las masas trabajadoras la herramientas del conocimiento científico de la sociedad y de las relaciones entre las clases. La obra teórica de Marx fue puesta a disposición de las grandes masas en obras cortas y baratas, prueba de su preocupación por la educación revolucionaria de la clase obrera.
Esa preocupación no se apoyaba en motivos morales, sino en motivos políticos: se trataba de educar al proletariado para la revolución.La difusión de su obra y sus ideas no eran para Marx el móvil fundamental. Su móvil era la revolución. Pero el joven capitalismo del que fue testigo, crítico y enemigo, todavía tenía ingentes reservas cuando en vísperas de 1848, la labor revolucionaria lo conquistó junto a Engels para toda la vida. Pero, a pesar del fracaso del proceso revolucionario del que fue protagonista,fue capaz de extraer de la derrota la conclusión del agotamiento del ciclo revolucionario burgués, y proclamar el carácter proletario de las futuras revoluciones.
Es que, fuera del intento comunero de 1871 en París, la revolución le fue esquiva. Su obra política práctica debió, por lo tanto, regirse por las condiciones de un régimen que aún se hallaba lejos de haber alcanzado los límites de su expansión social. Un régimen que a su muerte, en 1883, apenas iniciaba su transición hacia su forma actual. De aquí que la Liga Comunista, de cuya manifiesto y estructura organizativa definitiva fuera, junto con Engels, responsable fundamental, no pudiera sobrevivir a las persecuciones y disensiones internas. Más tarde, la Asociación Internacional de Trabajadores (la Iº Internacional), que fundó junto a Engels y otros compañeros en 1864, cumpliría una tarea de enorme importancia en la estructuración del movimiento obrero europeo, pero decaería después de la derrota de la Comuna, hasta disolverse en 1876.
Fue en esos años que Marx se volcó de lleno a las tareas de redacción de su monumental El Capital, que dejara inconcluso a su muerte. Los tres volúmenes de esta obra contienen los elementos fundamentales para la crítica del capitalismo. Las características decisivas del capitalismo actual, mal que les pese a los proclamadores de su supuesto arcaísmo, se explican perfectamente por el desarrollo dialéctico de las tendencias que, en El Capital, Marx analizó y conceptualizó. El arsenal teórico encerrado en esa caja formidable de herramientas sigue siendo la última palabra de la técnica a la hora de la crítica económica y social. Marx es nuestra tecnología más moderna: crítica teórica y práctica de la economía política clásica, ha abierto las primeras líneas del surco que conduce hacia un régimen social nuevo, capaz de resolver las contradicciones materiales de la existencia social. Mal que les pese a keynesianos, neoclásicos, y posmodernos, y todas las subcategorías de resucitadores del pasado en el presente.
“Ante todo, un político revolucionario”, lo describió Engels en su entierro. Un político revolucionario al que la revolución le fue esquiva, pero que nos preparó para entender su necesidad indispensable y asumir el compromiso revolucionario de criticar el mundo para conocerlo. Y transformarlo.