jueves, octubre 3, 2024
Por el mundo

La incertidumbre electoral en Honduras

Lucio Garriga Olmo/El Furgón – Honduras vive momentos de tensión debido a los resultados inciertos y dudosos de las elecciones presidenciales del último domingo. Han pasado más de cuatro días de la jornada electoral y todavía no está el recuento definitivo de los resultados. A esta situación hay que sumarle que el candidato de la Alianza de Oposición contra la Dictadura, Salvador Nasralla, denuncia fraude, ya que el escrutinio lo daba como ganador pero sorpresivamente los votos se dejaron de contar hasta la tarde del martes, momento en el que el candidato oficialista, Juan Orlando Hernández, empezó a estrechar diferencias hasta pasar a liderar el conteo este miércoles.

Hasta la tarde del domingo, el Tribunal Supremo Electoral (TSE) contabilizó más del 50 por ciento de las actas, dándole la victoria parcial al opositor Nasralla con más del 5 por ciento de diferencia sobre Hernández. La noche de ese mismo día, el recuento se detuvo por más de 24 horas y recién se retomó el martes, momento en el que la diferencia entre ambos candidatos era más estrecha y donde sólo los votos del oficialista Partido Nacional aumentaban. El miércoles, Hernández  llegó al primer puesto por muy poco margen y en el último parte oficial brindado por el TSE, con el 92,7 por ciento de las mesas escrutadas, ganaba las elecciones con el 42,9 por ciento, seguido por Salvador Nasralla con el 41,42 por ciento.

Nasralla, el líder de la alianza entre el partido Libertad y Refundación (Libre) y el Partido Innovación y Unidad (PINU), denunció fraude y aseguró que no reconocerá los resultados porque no confía en el Tribunal Electoral. “Nos han visto la cara de tontos y nos quieren robar el triunfo”, afirmó, al mismo tiempo que apuntaba: “La autoridad electoral está fabricando nuevas actas para cambiar el resultado a favor de Hernández”.

Ante la falta de un ganador oficial, ya que ambos candidatos se proclamaron triunfadores, Hernández y Nasralla firmaron un acuerdo, bajo la supervisión de la Organización de los Estados Americanos (OEA), donde se comprometieron a aceptar los resultados del recuento de votos. La firma duró muy poco, porque a las horas Nasralla lo rompió denunciando que le habían tendido “una trampa”.

Las denuncias de fraude y el desconocimiento de quién será el próximo presidente de Honduras aumentan la desconfianza que tiene la sociedad hacia el Tribunal Electoral. Según el Sondeo de Opinión Pública del Equipo de Reflexión, Investigación y  Comunicación, a finales del 2016 la desconfianza ya alcanzaba al 77 por ciento de los ciudadanos. Esta actualidad socava el sistema político hondureño vigente desde el Golpe de Estado del 2009 contra Manuel Zelaya, viciado de hechos de corrupción, represión y una polémica decisión judicial que le permitió a Hernández competir por su reelección, algo que está prohibido según la Constitución nacional.

Hernández logró postularse a estas elecciones gracias a la derogación del artículo 239 de la Constitución a través de un fallo de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema en el año 2015. El mismo establecía que “el ciudadano que haya desempeñado la titularidad del Poder Ejecutivo no podrá ser Presidente o Designado de la República”. Fue derogado tras la presentación de un recurso constitucional, avalado por 15 diputados y el ex presidente Rafael Leonardo Callejas (1990-1994).

Cabe destacar que Manuel Zelaya sufrió un golpe de Estado, el primero de una serie que luego derrocaría a los gobiernos de Paraguay (2012) y Brasil (2016), por impulsar un plebiscito para aprobar la reelección presidencial. Hernández llegó a la presidencia en el año 2014 tras ganar las elecciones con el 36 por ciento de los votos bajo la candidatura del derechista Partido Nacional. Su mandato ha sido denunciado por hechos de corrupción, como el desvío de millones de dólares del fondo para la salud pública a las arcas del partido de gobierno, y por militarizar las calles del país.

Hernández es un presidente cercano a los Estados Unidos, país que ve a Honduras como un punto importante en la geopolítica centroamericana, ya que conforma, junto a Guatemala y El Salvador, el llamado “Triángulo Norte de Centroamérica”, con una posición geográfica privilegiada cercana a Washington y a América Latina al mismo tiempo. Esto explica por qué existe una base militar estadounidense cerca de Tegucigalpa, que cuenta con una de las mejores pistas de aterrizaje de toda Centroamérica y que realiza misiones de colaboración con países de la región, lleva a cabo operaciones antidrogas y de asistencia humanitaria frente a desastres naturales. Además, la administración de Hernández es vista con buenos ojos por el gobierno de Donald Trump por su ayuda en el control de los migrantes que intentan llegar a los Estados Unidos.

Una victoria de Hernández significaría la profundización de un modelo neoliberal que desprotege a las mayorías del país para favorecer a una pequeña minoría cercana al poder y al propio presidente. A pesar de que Honduras ha crecido macroeconómicamente en el último tiempo -desde el 2008 el Producto Bruto Interno (PBI) ha crecido un 3 por ciento promedio-, según datos oficiales del Instituto Nacional de Estadísticas de Honduras, el 60,9 por ciento de los hogares del país, 5.700.000 personas, se encuentran en condición de pobreza, mientras que 3.700.000 personas viven en situación de extrema pobreza.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), Honduras es el país con la tasa más alta de homicidios de América, con 85,7 homicidios por cada 100 mil habitantes. Además, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) afirmó que es el país más peligroso del mundo para ambientalistas y luchadores de derechos humanos. Uno de los casos más conocido es el asesinato de la dirigente indígena, social y feminista Berta Cáceres, ocurrido el 3 de marzo de 2016. Una  reciente investigación a cargo del Grupo Asesor Internacional de Personas Expertas (GAIPE), concluyó que una red criminal integrada por directivos y empleados de la empresa hidroeléctrica hondureña Desarrollos Energéticos (DESA), agentes estatales y sicarios conspiraron desde 2015 para asesinarla un año después. La justicia por ahora no ha condenado a ningún culpable por su crimen.

Hernández está dispuesto a seguir adelante con esta situación de incertidumbre y sospechas en relación al recuento de votos para asegurarse la victoria. Ante esta coyuntura deberá surgir la estrategia política que tome la oposición, nucleada en la alianza contra la dictadura, para esclarecer los hechos o para defender unos resultados que dicen serles favorables. “Invito al pueblo hondureño a que defendamos en las calles lo que ganamos en las urnas”, tuiteó Nasralla en los últimos días. Teniendo en cuenta que Salvador Nasralla no surgió de un movimiento político de lucha ni de movimientos sociales y que es un empresario conocido como “el señor de la TV” (por ser un reconocido conductor), ¿hasta dónde estará dispuesto a llegar con la presión callejera en esta disputa por los resultados electorales?

La disputa entre Hernández, la cabeza visible de un modelo neoliberal, y Nasralla, un empresario con un discurso progresista cercano a movimientos de izquierda, por ahora no está definida.