Gabino Sosa, con el potrero en la sangre
Marcelo Massarino/El Furgón – Para entender el presente y proyectar el futuro es indispensable conocer el pasado. De esto sabe el periodista e historiador Julio Rodríguez, autor de El Payador de la Redonda. Vida de Gabino Sosa, libro sobre el futbolista más importante que vistió la casa del club Central Córdoba, en el barrio Tablada, de la ciudad de Rosario. Rodríguez integra la comisión de jóvenes que participa en la vida de la institución, un conjunto que aportó su trabajo para la reapertura de la sede social y mejorar las condiciones del “Charrúa” para que la familia regrese al club, que ya cumplió 111 años de vida. El estadio del sur rosarino lleva el nombre de Sosa desde 1969 donde, además, hay un busto que lo recuerda. Este libro es un trabajo que excede lo futbolístico ya que este hombre que nació en 1899 y sólo vistió la camiseta azul y roja, es un personaje que forma parte de la memoria histórica de la ciudad.
Gabino Sosa integró el combinado local, fue campeón Sudamericano con el seleccionado argentino en 1921 y ganó la Copa Beccar Varela en 1934, el único título nacional de Central Córdoba. El “Negro” fue, además, el fundador de un estilo que caracteriza a los conjuntos charrúas, un ADN con pelota al piso y toque de primera. Él mismo era un habilidoso que se destacaba por el manejo del balón y una inteligencia notable para administrar el juego.
Rodríguez dialogó con El Furgón poco antes de la presentación de El Payador de la Redonda…, que tendrá lugar el próximo sábado 18 de noviembre, a las 16:00, en la librería Entre Tiempos, Salta 1108, en la ciudad de Buenos Aires.
–¿Cómo surgió la idea de la biografía?
–Surgió luego de muchos años de investigar sobre los orígenes de Central Córdoba, su relación con el ferrocarril –gestor de su fundación–, la etapa en el amateurismo y su ascendencia social a partir de la etapa profesional. Accedí a numerosos documentos propios de la institución -libros de actas, medallas, memorias y balances, trofeos– y el archivo de medios de Rosario que, en su gran mayoría, hicieron hincapié en la figura de Gabino. También en revistas nacionales de fútbol salían muchos artículos dedicados a él y entonces decidí centrarme en Sosa para explayarme sobre su rica trayectoria en el fútbol de aquella época, además que no existía ninguna biografía y trabajos dedicados a él.
–¿Cuál es la relevancia que tiene Gabino Sosa en la historia del fútbol argentino y en la de Central Córdoba, en particular?
–La relevancia fue importantísima entre el amateurismo y la llegada del profesionalismo al fútbol. Gabino, con apenas 17 años, fue convocado en su primer año como futbolista –1916– al seleccionado de Rosario y gracias a su notable campaña en el fútbol doméstico, llegó en 1921 al seleccionado nacional, que ganó el primer título de su historia: el campeonato Sudamericano de ese año, disputado en la ciudad de Buenos Aires en el viejo estadio de Sportivo Barracas, integrando además en numerosos encuentros la casaca albiceleste. Con el correr del tiempo se convirtió en un referente del club, ganando cinco campeonatos con la divisa “charrúa” que le permitieron ganarse un lugar en la historia del fútbol nacional y, en mayor medida, de la ciudad de Rosario.
–¿Qué valores podemos recoger en la historia de Sosa para entender el fútbol no sólo como espectáculo y negocio, sino como un lugar de expresión popular?
–Gabino Sosa representó el “potrero”. Los futbolistas de aquellos años trataban de imitar su juego, aquel que asistía a sus compañeros en el rol de conductor. Logró darle identidad al club Central Córdoba siendo capitán del plantel de primera división y formando a numerosos jugadores que surgieron de la cantera rosarina, y luego coparon los primeros planos jugando en los clubes más importantes del país. Los ejemplos son los hermanos Francisco y Vicente De la Mata, Waldino Aguirre, Vicente Aguirre, José Casalini, Federico Monestés, Humberto Fiore, Carlos Rodríguez de Lara, entre otros. Instauró una escuela de formación en las divisiones inferiores del club que perduró por ciclos a lo largo de la historia.
Anticipo de El Payador de la Redonda. Vida de Gabino Sosa
La leyenda de la muñeca
“Si me quieren ver contento y satisfecho, en lugar de plata,
por qué no le llevan una muñeca a mis pibas”
La leyenda sirvió para pintar de cuerpo entero el amor y compromiso de Gabino Sosa por Central Córdoba. El mito fue cambiando en espacio, forma y tiempo: algunos lo sitúan en el comienzo del profesionalismo, otros luego de ganar la Beccar Varela, lo importante es que la historia existió, reforzando sus valores hacia el club e incluso describe perfectamente cómo sentía el fútbol el Negro más grande de barrio Tablada. “En aquellos tiempos no conocíamos contratos ni primas. Me trataban tan bien, me querían tanto y tanto quería yo a Central Córdoba, que para mí no había nada mejor en el mundo que jugar allí”, le contó al diario La Capital en 1961.
Sobre este episodio hay dos registros que dan cuerpo a la leyenda: el primero es el testimonio de su hija mayor, María Margarita, destinataria del regalo, que en una entrevista publicada en la revista La Voz Charrúa contó:
“En esos momentos –1934– su padre había recibido una tentadora oferta del club Boca Juniors. Por la firma del contrato le ofrecían un bar instalado en la Boca y una asignación mensual. Pero su amor por su ciudad y su club pudo más, y resolvió firmar nuevamente para Central Córdoba, para lo cual pedía $300. Lamentablemente ese dinero no se pudo reunir, ya que etapas difíciles atravesaba el país todo. Mientras se discutía la situación del contrato, Gabino observó que en la secretaría del club, se exhibía una maravillosa muñeca de origen alemán de particular tamaño y además articulada. El pleito del contrato se decidió rápidamente. Firmaría a cambio de la muñeca por una temporada más de juego para los ‘azules’. Nunca olvidaría esta niña –hoy ya abuela– ese gesto de amor de su padre” (1).
El otro relato pertenece al periodista Ricardo Lorenzo Borocotó, quien en innumerables ocasiones entrevistó al crack:
“Llevaba Gabino 17 años en Central Córdoba cuando se implantó el profesionalismo. Por primera vez tendría que firmar algo, un papel, puesto que ello no implicaba un compromiso. El vicepresidente del club, Esteban Paita, no sabía cómo requerirle el requisito a Gabino y le dijo:
–Te voy a dar algo que te va a gustar… Verás… vas a quedar contento. Si tuviéramos que pagarte lo que vales, te tendríamos que dar el club… Pero vas a quedar contento… Verás…
Llegó el momento de firmar, Sosa tomó la lapicera y preguntó dónde debía hacerlo. No iba a leer el contrato, ¿para qué? Realizada esa simple operación, Paita le dijo:
–Aquí tenés 300 pesos para un vermú… y esta muñeca para tu nena…
Fue tan grande la emoción de Gabino que apretó la muñeca contra su pecho del que no salía un simple ‘gracias’. Los ojos se le nublaron y comenzó a irse con la muñeca apretada, como si fuera realmente a su mayorcita que así oprimía. Y pudo ir murmurando un ’gracias, gracias’, que Paita interrumpió para decirle:
–Gabino, te olvidás del vermú…
–Tiene razón… Por la nena lo olvidaba… –y recogió esos pocos pesos y se marchó con la muñeca. A tumbos bajaban las lágrimas por aquellas mejillas descarnadas. Por ‘culpa’ de la nena se olvidaba de los vicios…” (2).
Notas:
(1) Entrevista a María Margarita Sosa. Revista La Voz Charrúa, Nº 100. Página 9. 18 de junio de 1994.
(2) Rodríguez, Ricardo Lorenzo “Borocotó”. 30 años en el deporte. Páginas 187 y 188. Editorial Atlántida, 1951.