miércoles, septiembre 18, 2024
Cultura

El poeta que habitaba las tierras del silencio

Martín Ardizzone/El Furgón – El silencio en la poesía parte desde un mundo distante, donde todo pasa por callar cada palabra como si encerrara en su enigmático decir un sonido en sí misma. El silencio es saludable en la poesía. Hace de ella una cicatriz que invita a la reflexión del decir, intentando marcar el énfasis de un sentimiento oculto.

El silencio puede ser un grito también: una palabra puede marcar el corazón por dentro y desterrar de la agonía la pesada carga que el silencio acumula través del tiempo. Hay corazones que callan por temor a decir y se van desintegrando como la corteza de un árbol viejo, cansado, abandonado por la lluvia.

Por eso existe la palabra, la poesía y el silencio que marca cada instante en el camino transitado durante su lectura.

Hugo Gola nació en Santa Fe en 1927 y dedicó gran parte de su vida (sino toda) a estudiar, a enseñar y a escribir la poesía.

Vivió exiliado desde 1975. Primero en Londres y luego partió hacia México, donde vivió hasta 1986. Ese mismo año regresó a la Argentina. Pero tres años después volvió a México, donde permaneció hasta 2011, para luego retornar a la Argentina y permanecer hasta el día de su muerte, ocurrida en julio de 2015.

Hugo Gola fue un poeta del silencio. Su poesía marca la pausa, la respiración, el deseo de buscar entre los surcos del tiempo una razón a la existencia del hombre. La poesía de Gola está habitada por el silencio y descansa en él:

De la noche

que te llevó al silencio

y a los pasos sueltos

y al olvido de un ardor

que hacía estallar las estrellas

Ahí está la noche, como símbolo del silencio enfrentando la vida de un ser que deambula por una senda desconocida, o bordeando la orilla del río en busca de un olvido. Ahí está el hombre en su silencio, encerrado en su mundo, buscando una explicación a ese sentir de las estrellas en el cielo y en la relación hombre-naturaleza como un principio sagrado.

Gola fue un poeta del camino, de la naturaleza; fue un poeta que hizo de las cosas mínimas de la vida su mundo de poesía:

Una mañana como las de tu infancia

con polvo y nubes

y un viento que no duerme

una mañana ardiente

que sopla en tu sangre

como un fuelle

mientras caminas

mientras juegas con las hojas

caídas

y muertas

tocando

con pies y manos

los rostros que vibran todavía

reanimados por este soplo

que sigue desde entonces

La mañana, la infancia, el polvo y el cielo que no duerme para acrecentar esa vivencia, como un todo del tiempo, en el recuerdo de ese hombre que escribe. La mañana ardiente de los primeros años de vida donde uno carga a su espalda todas las fuerzas del mundo para hacer del mundo un lugar misterioso, donde las hojas secas y caídas del otoño, son la imagen de ese rostro que se pierde a lo lejos buscando la razón de la existencia. Esa existencia, que Hugo Gola supo encontrar, en la poesía del silencio.