La revuelta catalana: ahora o nunca
Mariana Caivano/El Furgón – Luego de una larga historia de demandas por su independencia y autodeterminación, Cataluña ha dejado de presionar políticamente al Estado español para asumir una postura de desobediencia absoluta. Esta posición se sostiene por una auténtica situación de “revuelta” popular que se mantiene organizada en la región. La resistencia pacífica catalana abre un escenario rupturista que algunos comparan con el 15-M y despierta debates sobre el futuro de la región. Abrir ese escenario de quiebre no garantiza el desarrollo de una república social ni en Cataluña ni en el resto del Estado español, pero posibilita la construcción de otros modelos.
El 6 de septiembre el Parlamento de Cataluña interrumpió su sesión plenaria para hacer una sesión extraordinaria que votó una ley de referéndum independentista. Pese a que la totalidad de la oposición (PSOE y Ciudadanos), se retiró del recinto en rechazo al planteo de la consulta popular, los políticos partidarios de la autodeterminación catalana votaron igual. Así fue que el gobierno regional catalán convocó formalmente al referéndum del 1 de octubre sobre su secesión de España, y aprobó una ley que regularía la transición a la independencia si hubiera un voto de Sí. El tema había sido históricamente rechazado y censurado su debate, por lo que muchos sostienen que la única manera de lograrlo era esa.
La respuesta por parte del gobierno central de Madrid fue una dura negativa: el presidente Mariano Rajoy llamó a detener la consulta argumentando que estas leyes representan la “muerte de la democracia” y, junto al Tribunal Constitucional, exigió una suspensión inmediata de la iniciativa. La reacción no tardó, y en los días siguientes hubo un despliegue de fuerzas militares del Estado español en Cataluña. La ofensiva del Estado español prosiguió con la denuncia y judicialización a 700 alcaldes catalanes que defienden el referéndum y quieren abrir locales para votar el 1-O; se detuvo a trabajadores de una imprenta sospechada de imprimir papeletas para la consulta, y luego se intervino el correo. También se detuvieron 14 cargos políticos, requisaron urnas y cerraron la página web del referéndum. Cada vez que se cerraba una, la resistencia independentista abría otra. Así se calcula que ya se cerraron 140 portales.
“Hace una semana trajeron dos cruceros llenos de 4.000 policías españoles al puerto, pero los estibadores y amarradores catalanes decidieron por asamblea que no les darían los servicios mínimos. Esto ha sido lo más divertido de todo, porque llegaron con un barco del Piolín y han sido las risas de todos”, cuenta la socióloga catalana María Pichel.
Cataluña, como otros lugares del mundo, alberga a un pueblo especialmente rebelde, difícil de someter e insumiso. Por lo que la respuesta cerrada y represiva del Estado-nacional fortaleció la resistencia. Un gran acto masivo de desobediencia civil pacífica, puebla las calles de Cataluña donde ciudadanos de todas las edades circulan con banderas y remeras reivindicativas de la nacionalidad catalana. Se reúnen en asambleas, se convocan concentraciones, manifestaciones, actos de propuestas, caceroladas, acampes masivos por las noches, etc. Todo se mueve rapidísimo gracias a organizaciones sociales como la Assemblea Nacional Catalana o Òmnium Cultural, las redes sociales -sobre todo Twitter- y los medios de comunicación de línea editorial independentista. Y esto no se acaba el domingo. Después del 1-O, muchos políticos y activistas de izquierdas ya hablan de que se necesitará la presión en la calle de manera diaria y continuada, y por eso se habla de un estado de “movilización permanente”.
“Muchos nos dicen ‘la izquierda catalana se ha alineado con su burguesía’ y es cierto; al igual que la izquierda (institucional) del resto del Estado español se ha alineado con la suya (a veces solo por omisión u ambigüedad). La principal diferencia es que una de esas alianzas abre un escenario rupturista y la otra alianza persiste en la continuidad de un régimen dañino, corrupto y represivo”, afirma la catalana Carmen Parejo en la revista La Comuna.
Gran parte del fundamento independentista se basa en el descontento por el manejo de los ingresos fiscales de la región al Estado español, y de reivindicaciones culturales como el idioma, la justicia, su reconocimiento identitario como “nación”, y el alcance de mayor soberanía sobre sus recursos. La revuelta catalana también incluye un quiebre y cuestionamiento con el sistema establecido por el régimen de 1978, que conlleva privatizaciones, reconversiones, pérdida de soberanía (Unión Europea, OTAN), continuismo con el franquismo pero también la propia jerarquía del Estado, los reyes y la oligarquía económica.