Santiago Maldonado y una plaza vigilada por el Gran Hermano
Paula Do Prado (Texto y fotos)/El Furgón – Viernes 11 de agosto. Alrededor de las cinco de la tarde se va amuchando la gente, de a poco, con un deseo urgente de encontrarlo, de saber dónde está. Ancianxs con la frente mucho más arrugada que de costumbre, jóvenes tomadxs de las manos, apretando entre los dedos la foto de él, como si fuera la última bandera de la plaza. Todxs con las mismas ojeras, todxs con la misma preocupación. Plaza de Mayo, repleta, se aferra a montones de fotos con su cara, reproduce sus ojos verdosos una y mil veces.
Atrás del escenario, la Casa Rosada, entre rejas, despliega sus cámaras de vigilancia. El Sistema Gran Hermano, la Policía del Pensamiento, registra todo lo que pasa en ese momento en la plaza: una por una capta todas las reproducciones de su mirada. Y de quienes sostienen su foto, exigiendo que lo devuelvan, que aparezca con vida.
Minuto a minuto, los programas de televisión y los diarios digitales, que hablan de “terrorismo mapuche”, actualizan las imágenes y las palabras dichas en la movilización. Pero que no se hable de la raíz de ningún problema: existen delincuentes y punto. Y existe la obediencia debida a las versiones de Benetton, de la Sociedad Rural, de Patricia Bullrich, de Mauricio Macri y de Pablo Nocetti, siempre tanteando el umbral de lo inverosímil. No importa si a él le allanan la casa en El Bolsón, si tardan 84 horas en rastrearlo, si niegan que se lo haya llevado la gendarmería, si focalizan en él en vez de en sus captores y en las circunstancias de su desaparición. No importa, o sí: porque, tal vez, así ganen tiempo para lavar las Unimog y borrar las pruebas.
Él lo dice en el texto que lee su hermano en la plaza: hay sometedorxs y sometidxs. Los medios hegemónicos toman partido y lo tratan de delincuente, acusan a los que resisten de anarcoterroristas, participan de operetas realizadas por infiltrados y publicitadas por mercenarios, configuran el discurso de la inseguridad en connivencia con la represión de nuestro Estado, nuestro patrón, el dueño de nuestros minutos, de nuestras imagenes, de nuestras vidas. Porque el Gran Hermano entra sin pedir permiso, a los golpes y a los gritos; si quiere hace mierda todo y si quiere repartir palos, también lo hace. ¿A quién podría importarle?
Claro, ahí están esxs que se preocupan por él, que exigen su aparición con vida. (Están todxs filmadxs, cortesía de su Ministerio Amigo.) Lxs que, como él, no mastican ni cagan dinero. Lxs que, como él, quieren conectarse con la tierra, aprender de la sabiduría y la cultura mapuche. Pero no, la relación con la tierra no es libre ni directa y si alguien intenta contradecir este pilar fundacional de nuestra sociedad, entonces allí está el poder para alambrarla con balas de plomo y armamentos varios. Las patas negras y la conciencia sucia, pero la tierra bien cercada y las urnas de nuestra selectiva democracia sostenidas por los milicos.
La plaza llora con las palabras de su hermano Sergio. Le dice que lo quiere y exige su aparición con vida. “El Estado es responsable”. Todos los carteles se levantan bien alto y al mismo tiempo, con sus ojos almendrados de cara a las cámaras de vigilancia. En realidad, son miles de ojos, miles de barbas tupidas, miles de rastas castañas que se arrugan o se doblan por el viento.
Ya no llovizna. La multitud se inclina hacia el escenario para gritar con Norita: “Venceremos, Veneceremos, Venceremos”. Ella habla de Julio López y usa el plural para hablar de lxs desaparecidxs y de los gobiernos. Su voz aguerrida se funde con la mirada de él y atraviesa la plaza, sacude los cimientos de la Casa Rosada.
El cielo está negro, con matices violáceos. La luz, sin embargo, se desprende de la voz de Nora Cortiñas, se ve en la expresión decidida de Santiago Maldonado. Vanesa Orieta, la hermana de Luciano Arruga, también se hace presente. “Todos los gobiernos torturan, matan y desaparecen en democracia”, dice la bandera que sostiene desde el escenario.
Las wiphalas se agitan sin parar, dejando una estela multicolor en el aire. VIVXS SE LXS LLEVARON, VIVXS LXS QUEREMOS.
Nadie le cree al Ministerio Amigo, al Ministerio del Amor. La Habitación 101 existe: en realidad nunca dejó de funcionar. Y sin embargo, la plaza no está dispuesta a quedarse de brazos cruzados: Santiago tiene que aparecer con vida y ya.