La guerra a todo o nada de la poesía
Gustavo Grazioli/El Furgón – Escribir poesía es un desafío con la vida y la experiencia. Crear imágenes que conmuevan no es algo que se pueda lograr tan sólo con voluntad. Hay cruces y confrontaciones que se ponen en conflicto con estéticas mundanas que juegan a ponerse trajes que, con el tiempo, quedan en impostaciones únicamente para decir cosas y llenar un espacio. Tomarse en serio las palabras es una postura y es la que decide llevar adelante Alan Ojeda en su poemario Devociones (Zindo & Gafuri, 2017). La guerra a todo o nada de poner el cuerpo en cada ritmo y sospechar del éxtasis prematuro que grita una victoria desaforada sin salir de la zona de confort.
Ojeda no teme a esa búsqueda y tiene apalabrada a la soledad, porque cada momento de esas páginas tiene un desarrollo que se traduce en las oscuridades de borrar y corregir hasta que la prosa pueda tararear una melodía personal. “Haciendo endeble lo firme”, dice en uno de sus poemas y va buscando ese empuje de mover la estantería de los legitimados por una amistad minuta. Por el borde, para no lidiar con un “circuito” y hacer que su poesía vaya por algo más que la lectura en voz alta y una foto.
Los plebeyos sobreviven/ hay en la cadena de su ojos/ un testimonio que se remonta al día/ que un traidor dijo/“la tierra es mía”, pone en otro de sus poemas, que aparece en el apartado “La guerra santa”. La memoria, que no se sienta en la mesa de cualquiera, grita con pasión y deschava una historia que no reza por benévola sino por condescendiente. Ojeda, entonces, encuentra una frescura para ir más allá de una moral complaciente y desata intervenciones que se pueden definir como herramientas para reflexionar, vehiculizadas por la poesía.
Cuando el hombre se supere en el hombre/ llegarán también las bestias/ a dar la bienvenida/ y la guerra será total/ para conquistar así/ la densidad del mundo/ la sustancia:/ esa cosa/ que las palabras no tocan, refuerza Ojeda en este poema. Y así define su porvenir con un estilo que busca asaltar los intersticios que va dejando el sentido común.