La Francia insumisa se quedó sin opción
Yanina Foti, desde Paris/El Furgón – Francia eligió nuevo presidente: Emmanuel Macron fue electo el pasado domingo 7 de mayo con el 66,10% de los votos frente a la ultraderechista Marine Le Pen, que consiguió el 33,09%, en unas elecciones marcadas por la resignación política y el más alto grado de abstencionismo registrado desde 1969: 25% y 12% de votos nulos o en blanco, respectivamente.
El octavo presidente de la V República Francesa es el más joven en su cargo. Con sólo 39 años logró llegar al Palacio del Eliseo en las primeras elecciones a las que se presentó, con un programa de gobierno improvisado y dado a conocer en último momento, con un naciente partido y en ausencia de un aparato político que lo sostenga.
Su victoria es consecuencia del desencanto de una gran parte de la sociedad francesa frente al último gobierno del Partido Socialista (PS) conducido por François Hollande, gravemente afectado por los ataques terroristas, medidas contradictorias de derecha, la crisis económica y social que castiga a la Unión Europea (UE). Por otra parte, Macron sumó el voto ideológicamente reasignado de la izquierda, adjudicado para derrotar el avance del ultraderechista y xenófobo Frente Nacional (FN).
Emmanuel Macron, ex banquero de Rothschild, se inició en la política nacional de la mano del propio Hollande, de quien fue heredero, parricida y ex ministro de Economía. Diplomado de Sciences-Po en filosofía y de la prestigiosa y clasista Escuela Nacional de Administración francesa (ENA) -cuna de todos los políticos y diplomáticos franceses-, fue un personaje desconocido en la vida política del país hasta los últimos tres años.
Su triunfo marcó el fin del bipartidismo en Francia que por más de treinta años se disputó el poder del Eliseo, alternado entre republicanos y socialistas. Su sorprendente y rápido ascenso e irrupción en la política francesa, se dio en parte gracias a una álgida campaña en las que se definió “ni de izquierda, ni de derecha”, llamando a la unión de todos los franceses, con un programa de gobierno liberal en lo económico y grandes retrocesos en políticas sociales, por lo que fue cuestionado durante el gobierno de su antecesor.
Si bien el resultado de las elecciones resultó un alivio para una gran parte de la sociedad gala, no deja de ser alarmante el vertiginoso avance de la extrema derecha en Francia: el Frente Nacional consiguió 11 millones de votos, convirtiéndose en la segunda fuerza en el país cuna de la Declaración de los Derechos Humanos.
Con menos de 18 horas de electo, Macron tuvo el día lunes su primera manifestación: miles de personas marcharon entre la plaza de República y Bastilla en contra de sus medidas para modificar el seguro de desempleo, reformar la ley de trabajo y del plan económico liberal que busca implementar. La manifestación, convocada por la CGT y distintos sectores de izquierda bajo el lema “Macron renunciá”, fue reprimida con gases lacrimógenos por la policía, empoderada en pleno auge del plan de alta vigilancia frente a la excusa de la amenaza terrorista.
“Muy poca gente votó a Macron por convicción”, dijo Michael, un joven parisino de 25 años que asistió a la manifestación. Esos argumentos se repetían entre los sectores progresistas. “Hasta entrar a votar en la primera ronda me preguntaba una y otra vez si hacía lo correcto, porque soy socialista y con ideas de izquierda, pero voté a Macron desde el primer momento, sólo para asegurarme que el FN no pase”, dijo Gulia, de 30 años y abogada de derecho internacional.
En la ciudad luz la participación en las urnas fue del 78,49%. El 89,68% votó a Macron y sólo el 10,32% a Le Pen. Ese clima de hostilidad y resistencia al FN se vio reflejado en la tradicional manifestación de la CGT y sectores de izquierda del 1 de mayo, en la que se vivió particularmente un clima tenso y violento, a comparación del clima festivo y familiar que caracteriza históricamente a esa movilización.
Macron, quien asumirá la presidencia el próximo domingo 14 de mayo, al dar a conocer su triunfo, brindó un discurso de unidad dirigido a todos los ciudadanos franceses, prometiendo defender a Francia y a Europa. El clima en el Museo del Louvre, donde festejó su victoria, distó mucho de aquel que se vivió en Paris cuando el PS volvió al poder en el 2012 en manos de Hollande. En ese entonces hubo bocinas en las calles, jóvenes reunidos espontáneamente en la plaza de la Bastilla, manifestaciones multitudinarias de banderas rojas y electores alegres que se sentían parte del resultado.
A diferencia de esos días, en la misma plaza de la Bastilla el lunes se manifestó la resistencia de un grupo de militantes resignados que tuvo que elegir el liberalismo ante el miedo de que Francia sea parte de la ola de neo-populismos de derecha xenóbos que invade Europa con discursos bélicos y racistas, propulsando guerras y armando a sus enemigos.
La Francia insumisa es ahora la Francia resignada, que espera las próximas elecciones legislativas de junio donde volverán a disputar los cuatro partidos protagonistas en estas elecciones para definir si el nuevo presidente gobierna o no con mayoría legislativa.
“Macron, no tendrás descanso”, se leía en una pancarta durante la manifestación. Si bien el gran perdedor de estas elecciones fue el PS, erosionado, dividido y traicionado, lo fue también el francés de las ideas, de tradición militante, de discurso sólido y espíritu combativo, que quedó atónito ante el avance del discurso de odio y racismo impulsado por la extrema derecha.
La izquierda tendrá ahora cinco años por delante para admitir errores y rearmarse, pero sin duda la sociedad francesa se debe una importante autocrítica en nombre de los ideales de la revolución que enarbola y del mantenimiento de la República por la que aún debe dar batalla.