viernes, diciembre 1, 2023
Nacionales

La TV Führer ataca de nuevo

Santiago Brunetto/El Furgón* – La oleada represiva que la clase trabajadora ha sufrido en los últimos días (en el comedor de Villa Caraza; en la amenaza de desalojo a AGR; en el intento de detenciones arbitrarias de vendedores ambulantes; en el asesinato de Jonathan Gardini y varios etcéteras más), vino acompañada por un inusual fogoneo discursivo desde los medios de comunicación masivos. Inusual por lo descarado e impune, pero que ha sido en verdad determinado por la instalación previa de la idea represiva por parte de funcionarios del gobierno nacional, acorralados por la agudización de las contradicciones al centro del conflicto de clases que se viene experimentando desde febrero hasta hoy, pasando por un furioso marzo, y que no parece tener intención de detenerse. En este contexto es importante reanalizar eso que se suele llamar “el rol de los medios de comunicación”. Reanalizar porque ha sido harto analizado durante los doce años del kirchnerismo, pero desde una perspectiva un tanto acotada. Las condiciones actuales requieren que “el rol de los medios” sea analizado desde referencias más amplias, encuadrando a ellos en su verdadero lugar material: el de empresas privadas de comunicación masiva.

No existe algo así como una “esfera de la comunicación” separada de la vida material. Por ende, no existen los “medios de comunicación masiva”, existen, más bien, las “empresas privadas de comunicación masiva”.

TV 1Existe, así y todo, una idea que circula en el sentido común de nuestros años, fomentada por la clase dirigente, de que efectivamente hay algo que es “la comunicación”. Así, nos hemos cansado de ver funcionarios y periodistas queriendo instalar que los problemas del macrismo son meros problemas de comunicación, algo así como decir que si a los docenes les hubieran avisado en agosto del año pasado que lamentablemente no iban a poder ofrecerles un aumento real de su salario, si se lo hubieran explicado en un buen comunicado de prensa, si se lo hubieran argumentado con un lindo video en Twitter, ellos, comprensivos, hubieran dado la mano a Esteban Bullrich y ya. Por supuesto, esto es desconocer la dinámica de la lucha de clases o, más atinadamente, querer esconderla. El reverso de la idea de que pueda existir una “esfera de la comunicación”, donde todo podría solucionarse con “diálogo”, no es más que el intento de negar la lucha actual (e histórica) por las condiciones materiales de existencia. En sí, es intentar negar que existan condiciones económicas que determinen las posturas de cada uno de los contendientes en los diversos conflictos políticos que abundan hoy día.

Entonces, sí, las empresas de comunicación masiva se saturan de discursos que son la expresión ideológica de la clase dominante, pero que se presentan como los del “ciudadano medio”. Esto responde a lo mismo: la cuestión de querer articular un discurso mediático del “ciudadano medio” sigue a la idea ilusoria de que hay determinadas significaciones, determinados valores, que debieran ser comunes a todos sin distinción de clase y que se expresan -¿dónde si no?- en esta “esfera de la comunicación”. Entonces el docente, ante todo, debería priorizar ir a dar clases antes que darle de comer a sus hijos; el piquetero, ante todo, debería priorizar el respeto por la libre circulación antes que darle de comer a sus hijos; el obrero, ante todo, debería priorizar la propiedad privada antes que tomar una fábrica para darle de comer a sus hijos.

TV 5Así es como aparecen, en estas épocas de radicalización del conflicto de clases, los Feinmann, los Del Moro, los Fantino, etc., (en ese nuevo nicho dirigencial en el que se ha transformado América TV) interpelando directamente al Estado, exigiéndole el despliegue de las fuerzas represivas. Y esta corriente discursiva acarrea consecuencias específicas en la vida material, como lo hemos visto en la ola de represiones de estos días. ¿Es realmente así? ¿Decir esto no sería afirmar entonces la idea de que existe una esfera de la comunicación y que esta tiene el poder de modificar lo material? ¿Son los discursos mediáticos creadores de realidades materiales, o son las realidades materiales creadores de discursos mediáticos? Lo cierto es que es un poco de los dos, pero que no siempre se tiene presente que es un poco de los dos. Y esto es peligroso en el punto de que la clase trabajadora pueda creer que su enemigo es Marcelo Bonelli y no Héctor Magnetto, por ejemplo, o hasta verse atraída por Roberto Navarro, olvidando que detrás de él se encuentra Cristobal López.

Veámoslo al revés. Para ejemplificar: antes que las figuras periodísticas comenzaran a fogonear la represión, la propia ministra de seguridad Patricia Bullrich advirtió que podía haber “consecuencias” en los piquetes, es decir, muertes. Este fue el puntapié inicial de la ola represiva y nadie parece recordarlo del todo, o por lo menos nadie parece recordarlo más que lo que se resalta al fogoneo mediático. Antes de aquellas declaraciones de la ministra la situación estaba caldeada, sí, compactada, pero nadie se atrevía aun a pedir represión en un canal de televisión; luego de esas palabras todo cambió. Esto nos lleva a pensar que el despliegue estaba orquestado, claro, pero no orquestado por Alejandro Fantino, sino por los empresarios que controlan el Estado. Entonces el menaje baja desde Bullrich a Juan Cruz Ávila, y desde Ávila a Fantino, y Alejandro Fantino dice lo que dice porque está contratado y quiere cobrar su cuantioso sueldo a fin de mes (paradoja capitalista del trabajo asalariado). Entonces Fantino ya no es más un señor facho que quiere que repriman. Posiblemente a Fantino le dé exactamente lo mismo si reprimen o no, si aumentan los sueldos o no, si se cierran fábricas o no, mientras él pueda mantenerse posicionado y le respeten su contrato. Entonces las máscaras se caen y lo que tenemos ya no son personas que piensan como el “ciudadano medio” hablando en la televisión, sino que tenemos representantes discursivos de empresas privadas. Por eso, podemos dejar de indignarnos frente a la TV y comenzar a pensar todo esto en los términos de la lucha que atañe a la realidad. Podemos dejar de pedirle esa ilusoria “responsabilidad que deben tener todos los comunicadores sociales ante los conflictos sociales”, porque los comunicadores sociales dejan de serlos para ocupar su verdadero lugar: el de representantes discursivos ideológicos de una clase social. Y en este punto podemos situarlos, sin tapujos, al otro lado del conflicto político que nos atañe.

Se ha dicho más arriba que “son las dos cosas”. Por supuesto: los representantes discursivos ideológicos son constructores de sentido, y por supuesto que estos sentidos se van estructurando inconscientemente para configurar las ideologías cotidianas de eso que efectivamente es, idealísticamente, el “ciudadano medio”.  Claro que estos discursos están encarnados en las manos al volante del camionero que asesinó a Jonathan Gardini o de los policías de Villa Caraza, que son vecinos de Villa Caraza y que reprimen a niños de Villa Caraza como si no fueran vecinos de Villa Caraza. Pero esto debe ser pensado en términos macro: las empresas de medios forman parte de una totalidad social, no están escindidas, su discurso es el del empresariado. Pensar en términos de “los medios de comunicación hacen tal o cual maldad” es pensarlos separados de sus bases materiales, pensar sus discursos así es analizarlos en una esfera elevada, y en esto tienen algo que ver los años kirchneristas.

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Es cierto que durante el kirchnerismo se han puesto al descubierto (aunque sea producto de un conflicto burgués interno) que los discursos de los medios masivos de comunicación son la representación de sus intereses económicos. Pero esto no significa que el kirchenirsmo haya pensado a los medios desde la totalidad social-económica; más bien los ha pensado como una esfera separada. Claro que esto se debe a la fragmentación general que ha caracterizado a las políticas de sus doce años de gobierno. Si bien se habla del famoso “proyecto político” nacional y popular, o como quiera llamarse, lo cierto es que en la realidad material no hay algo así de sólido que pueda denominarse la “política kirchnerista”, sino más bien que esta es una dispersión de esferas políticas separadas que en muy poco han tenido un contacto significativo y coherente. La política de comunicación, entonces, se pude ubicar como una más de estas esferas separadas del resto. Así y todo, se presenta tal vez como la política más radical que ha presentado el kichnerismo, posiblemente por la importancia estratégica de esa “esfera de la comunicación”. Esta radicalización ha llegado al punto de que comencemos a pensar al grupo Clarín como lo que es: una empresa privada. Pero Clarín no es sólo una empresa privada: es también la representación discursiva e ideológica máxima de toda la clase dominante argentina. Por decirlo de otra manera: el grupo Clarín no miente porque defiende sus intereses empresariales; miente porque defiende los intereses empresariales de toda la clase dominante. Clarín es la expresión del interés burgués en su totalidad y esto es lo que el kirchnerismo no ha podido analizar, justamente, por su límite de clase. Es decir, que el grupo es la expresión de Hector Magnetto, de Daniel Vila, de Rocca, etc., pero también es la expresión de los Szpolski, Garfunkel y Cristóbal López. Esta es la misma tara que ha sufrido la Ley de Medios, la que ha hecho que hasta hoy su único logro sea que nos avisen que viene el “espacio publicitario”, que Barricada TV tuviera que luchar con el grupo Clarín sin ayuda alguna del Estado, o lo mismo con Antena Negra y su desigual conflicto con Prosegur. La tara es el límite que se centra en el aislamiento total de la política de comunicación con respecto al resto de la totalidad económica del país. La ley de medios apareció luego de años de concesiones al grupo Telefónica, por ejemplo, o de acuerdos con Techint que van desde los tubos para Vaca Muerta hasta la inclusión de Kicillof en su directorio y la posterior participación en el gasoducto del NEA (ese que nunca se terminó). Es decir, mientras el Estado promovía una ley que afectaba a Clarín, por otro lado hacía negocios con su principal socio en el círculo rojo.

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Todo esto impacta fuertemente en el modo actual de analizar los discursos de las empresas de comunicación. Porque al separar, por sus propias limitaciones, a los medios de comunicación de su realidad de clase en general, al asignar sus discursos a meros intereses de “una” empresa privada y no de los de la totalidad del empresariado, el análisis kirchnerista comienza a generar esa separación que mencioné más arriba, y que es la misma que provocó que la Ley de Medios sea más propiedad de los juristas que de los políticos. Se concibe a los medios de comunicación como algo que puede ser atacable y, en última instancia modificable, sin atacar o modificar al unísono sus bases materiales y las del resto del empresariado, porque se los concibe como algo que está separado de la totalidad social. Y no concebir a los medios dentro de la totalidad económica perpetúa su llave para que los representantes discursivos que aparecen en la televisión puedan presentarse abiertamente como el “ciudadano medio”, porque para su público efectivamente su discurso es el de el “ciudadano medio”, porque a su público no se le ha explicado que detrás de escena hay un interés de clase, sino que se la ha dicho nada más que los medios de comunicación son malos, manipulan y mienten, como si pudieran efectivamente ser algo con un poder de acción separado de sus bases económicas.

La clave inicial para empezar a pensar en profundidad la realidad de las empresas de medios es sacarlas, en nuestro análisis, de esa burbuja separada en la que ellas intentan presentarse ante nosotros, y que es el fundamento de su capacidad de construir el sentido común del “ciudadano medio”. La clave es reunirlas analíticamente a su base material de clase. Sólo así se podrá dar inicio a una verdadera crítica de las empresas de medios y de sus representantes discursivos, en medio de un contexto de agudización del conflicto de clases que la requiere particularmente para entender por qué Feinmann y Fantino fogonean impunemente la represión: no lo hacen porque son malos y mienten, lo hacen porque representan discursivamente intereses de clase y en eso no hay mentira alguna; de hecho, parece un discurso mucho más sincero con respecto a sus intereses, y eso no es más que la representación discursiva y mediática de una agudización de las contradicciones de clase que lleva a todo el cuerpo social a presentarse de un modo mucho menos especulativo ante la inminencia del conflicto.

*Imagen de portada: revista Hamartia (www.hamartia.com.ar)