Ngulumapu: Cuando la energía “limpia” cobra vidas
Felipe Montalva, desde Chile*/El Furgón – El fenómeno tiene pocos años. Conforme los grandes proyectos hidroeléctricos comenzaron a replegarse desde territorios mapuche -por la lucha de las comunidades- empezó el menudeo de las llamadas minicentrales. El epicentro es la zona cordillerana de las regiones de La Araucanía y Los Ríos, en el otrora lluvioso sur chileno.
Para la legislación ambiental chilena, estos emprendimientos energéticos son aquellos que generan menos de tres megawatts. Por ende, no ingresan a la calificación del Sistema de Evaluación Ambiental (SEIA), instrumento a cargo del estatal Servicio de Evaluación Ambiental (SEA), que examina los posibles efectos sobre la naturaleza y personas de los proyectos industriales. La construcción de las “minicentrales”, se proclama, no debería generar grandes modificaciones al paisaje, ni traer inconvenientes a los asentamientos humanos. Tampoco interrumpir los cursos de ríos y esteros. Se trata de “centrales de pasada”, donde lo que se extrae es devuelto al flujo, metros más abajo. En añadidura, las empresas manejan un lenguaje destinado a convencer de los beneficios de la energía limpia así como su relación amistosa con las comunidades.
En un escenario complejo para la economía chilena, desde el gobierno y los privados han visto al sector energético como un área a potenciar. En febrero de 2016, Máximo Pacheco, en ese momento ministro de Energía, anunciaba la primera exportación de electricidad hacia Argentina desde el norte, a través de una planta a gas propiedad de Endesa-Enel. Con este tipo de datos han sido cuestionadas las ofertas de electricidad “más barata” para los lugares donde se asientan las hidroeléctricas. Se trata de un negocio, solamente.
Para las comunidades mapuche es una nueva invasión. A la vulneración de derechos territoriales y culturales, previstos en el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre derechos de pueblos originarios, suscrito por el Estado chileno en 2008, se agrega la consecuente división de las poblaciones, puesto que las empresas llegan ofreciendo trabajo, beneficios, cuando no dinero, a quienes se manifiesten favorables al proyecto. Por otro lado, se perjudican los modos productivos locales.
La historia se reitera en decenas de lugares del territorio mapuche. Curarrehue, Curacautín, Elikura, Melipeuco, por citar algunos ejemplos. En el sector de Tranguil (también llamado Tranquil), en las cercanías de la localidad fronteriza de Liquiñe, comuna de Panguipulli, el discurso de trabajo, energía limpia y barata ha mostrado una faz funesta. El delirio energético ha cobrado víctimas.
La división
Rubén Collío y su mujer, Macarena Valdés Muñoz, habían llegado a Tranguil hace dos años. En un sitio prestado, se instalaron junto a tres de sus cuatro hijos. Venían desde Santiago con planes: vivir como mapuche. Pese a que sus ancestros provienen de Boroa, en la región de La Araucanía, Collío nació y creció en la gran warria (ciudad) chilena. Vivir rodeado de selvas verticales y ríos dispersos en la tierra oscura, era lo que había bosquejado muchas veces junto a su mujer. Aquí se concebiría y nacería su hijo menor.
Por desgracia, la narración también tiene otros hitos. La presencia en la zona, desde 2012, de RP Global, empresa de capitales austríacos, especialista en generar electricidad. Si la búsqueda de los Collío-Valdés era vivir de acuerdo a la espiritualidad mapuche, la energética consideraba, como tantas otras, al territorio como un negocio. Su proyecto de central hidroeléctrica de pasada, sobre el río Tranguil, con 2,9 megawatts de generación, no ingresó al SEIA sino que sólo realizó una consulta de pertinencia, es decir, una pregunta si debía o no someterse al sistema de revisión. La respuesta desde la institución fue un No.
Ese 2012, tampoco fue considerada la oposición a nivel administrativo de la directora regional de Turismo, que le recordó al SEA que Panguipulli era una Zona de Interés Turístico (ZOIT). Finalmente, el proyecto de RP Global fue aprobado. En 2015, la empresa amarraba acuerdos y entregaba dinero y aportes a las organizaciones de la localidad. Comenzó la construcción de la central. Como en el cercano lago Neltume, cuando el arribo de la italiana Endesa-Enel, en 2008, los habitantes fueran mapuche y chilenos, quedaron divididos en dos bandos: a favor y en contra de la hidroeléctrica.
Llegados de la ciudad, Rubén Collío y Macarena Valdés comenzaron a proveer información a los miembros de la comunidad Quillempan que se oponían a la hidroeléctrica. Por ejemplo, por qué no se había considerado el Proceso de Consulta Indígena (PCI), mecanismo de evaluación determinado por el Convenio 169, si el territorio pertenecía a una comunidad mapuche. La empresa, en sus faenas, arrasó un eltun, es decir, un cementerio tradicional mapuche. Crearon Coordinación Newen Tranguil, de la que Collío fue electo werken (vocero). A inicios de agosto, la organización cortó la ruta CH 201, que une Panguipulli con la frontera, reclamando por las irregularidades de un proyecto que los perjudicaba.
Los ríos privados
Las minicentrales han proliferado gracias al dadivoso Código de Aguas chileno, gestado en dictadura, y que recién (y de manera muy tibia) ha sido modificado conceptualmente en 2016. Esta legislación, paradigmática en su sello neoliberal, permite a una persona particular obtener derechos de uso sobre las aguas superficiales. Tal utilización es con fines “no consumptivos”, es decir, donde el vital elemento no se consume. El proceso es sencillo: se debe detectar el riachuelo, notificarlo a la Dirección General de Aguas (DGA), ente estatal a cargo, que si no está pedido previamente le entrega dichas atribuciones al privado. Éste luego puede vender los derechos a una empresa, o asociarse con ella para fines hidroeléctricos o de piscicultura. De esta manera, son centenares los esteros y pequeños ríos que resultan, en la práctica, separados de su entorno, y sus comunidades. “Panguipulli posee una gran cantidad de cuencas, por eso son muchos los proyectos hidroeléctricos que se quieren instalar. Seguramente luego vendrán las carreteras, las pisciculturas y las mineras”, ha señalado Jorge Weke, dirigente del Koyagtug (Parlamento) Koz Koz, una de las organizaciones mapuche del territorio.
Los derechos de agua del río Tranguil estaban en manos de privados hace años. Sólo en la comuna de Panguipulli se cuentan 135 derechos ya concedidos para fines hidroeléctricos.
La movilización de agosto consiguió que la gobernación provincial y los servicios estatales iniciaran un diálogo con la empresa y las comunidades. Además, que se fiscalizaran las obras. “Panguipulli y Liquiñe son zonas turísticas que ha desarrollado una propuesta económica propia; eso no se ve en otros lados, dónde sólo hay oposición”, cuenta Rubén Collío. A su juicio, al igual que otras organizaciones mapuche de la zona, su objetivo es el küme mongen, es decir, el buen vivir.
Dudas sobre la muerte
RP Global contrató a algunos lugareños para labores en la edificación de la central. Julia Quillempan, comunera mapuche, cuenta el caso de su hermano menor, quien comenzó a trabajar como cuidador. Ella tomó la decisión de oponerse al proyecto cuando conoció la resistencia a la hidroeléctrica de Endesa-Enel en el cercano lago Neltume. Ahí constató que “el lenguaje, las acciones (de la empresa) eran las mismas que acá”, señala.
Mientras avanzaba la construcción (a pocos kilómetros de su casa), Collío y Macarena Valdés se negaron a la instalación de los cables de alta tensión que pasaban por fuera de su predio. En esas semanas de agosto, comenzaron las amenazas contra la pareja. Esta historia consigna que el 21 de agosto, Mónica Paillamilla, a quien pertenece el terreno donde vivía el dirigente y su familia, recibió en su casa, en las cercanías de Villarrica, la visita de dos hombres, Juan Luengo y Osvaldo Jaramillo, que le señalaron que había gente de la comunidad que quería golpear a Collío y que lo sacara de allí. La mujer constató que ambos se movilizaban en una camioneta que lucía el logo de RP Global. No fue todo, eran parte del comité de agua potable local y reconocieron trabajar para la empresa. Se retiraron tras dejar ese mensaje amenazante.
La tarde del lunes 22 de agosto, Macarena Valdés fue encontrada colgando sin vida desde una viga en el interior de uno de los cuartos de su casa. El hallazgo lo hizo un hijo, que había regresado desde la escuela. Rubén Collío, quien estaba fuera de su casa desde horas antes por un trabajo en una vivienda aledaña, fue alertado por un vecino. “Ella tenía hora en el consultorio (posta de salud) de Liquiñe (donde llevaría a su hijo de 1 año y 8 meses a control). Tenía las cosas listas para salir. Pañales, leche, una muda de ropa; dejó almuerzo preparado. Se estaba preparando para salir, no para quitarse la vida. Había negociado un chancho para festejar su cumpleaños. ¿Qué persona que se va a suicidar hace eso?”, pregunta, con voz enronquecida, el werken.
La violenta costumbre
La actuación de Carabineros en todo este proceso genera preguntas. Anomalías en el informe policial cuando fue hallado el cuerpo de Macarena Valdés. Vigilancia armada cuando los trabajadores subcontratados instalaron el cableado de alta tensión. A mediados de octubre un contingente de Fuerzas Especiales de Carabineros, con cascos, armamento y vehículos blindados, resguardó la puerta del tendido. Collío intentó resistir y fue golpeado por los uniformados. En aquella oportunidad, la gobernación provincial solicitó un informe a la policía sobre su actuar. A meses de ocurridos los hechos, tal documento brilla por su ausencia.
Lamentablemente, son comunes los excesos policiales frente a población mapuche. A mediados de diciembre, causó impacto el caso de Brandon Huentecoy, un adolescente de 17 años, de la zona rural de Collipulli, en la región de la Araucanía, tiroteado por la espalda por agentes de estas mismas Fuerzas Especiales. El muchacho sobrevivió pese a recibir cerca de 100 balines. Apenas una semana después, dos comuneros mapuche del sector Tranapuente, en Tirúa (región del Bío Bío) fueron baleados por la policía. Un par de carabineros han quedado detenidos y sometidos a investigación por el hecho.
“Yo tengo mucha pena y rabia personal. Pero esto es una situación como pueblo; lo mío no es un caso puntual”, señala Collío. Si a todo lo anterior se suma la prisión de la machi Francisca Linconao o lo acontecido con Lorenza Cayuan, engrillada al momento de parir, el panorama resulta desalentador.
No son pocos los que califican la muerte de Macarena Valdés como un feminicidio ejecutado por sicarios. Es relevante señalar que los asesinatos de mujeres y la violencia contra niños y jóvenes han sido temas de alta repercusión en la sociedad chilena durante 2016.
No hay certeza de suicidio
A fines de agosto, tras la autopsia de rigor, el Servicio Médico Legal de Valdivia certificaba que la muerte de Macarena Valdés se trataba de un suicidio. Caratuló la causal como “asfixia por ahorcamiento”, y que su cuerpo no presentaba lesiones atribuibles a terceros.
Sin embargo, Collío presentó una querella criminal contra quienes resultaran responsables de la muerte. El proceso está en curso.
En las últimas semanas, la autopsia fue cuestionada por Luis Ravanal, médico chileno, Master en medicina forense, en razón a lo escueto del análisis. “La autopsia es incompleta, con numerosas omisiones descriptivas e insuficiente recolección de muestras, lo que impide actualmente determinar con certeza si se trata de una acción de tipo suicida u homicida”, afirma.
Para Pedro Cardyn, de la Red de Organizaciones Socioambientales de Panguipulli, lo ocurrido va a contramano de la decisión del territorio por otro tipo de economía. “Este es un territorio de paz. Acá queremos vivir bien. Nos han dicho que nos oponemos al progreso, pero ¿de qué progreso hablan? ¿Secar los pocos esteros que quedan de la reserva hídrica de Chile para exportar megawatts? Nosotros queremos trabajar con el agua, con los glaciares, con los últimos bosques milenarios: hay experiencias de senderismo y turismo con conciencia, en Liquiñe; la experiencia de reconstrucción de la memoria del Centro Cultural de Neltume; el fortalecimiento de la huerta mapuche, por parte de Trafkintuwe y el Koyagtug Koz Koz, de Panguipulli, y la construcción de una economía de bajo impacto, sustentable, basada en la reciprocidad, con acciones como la minga (trabajo colectivo solidario), que quizás nos permita salir del cataclismo en que está el planeta”.
*Un esfuerzo de constatación de dos miradas nominativas sobre un espacio geográfico: La denominación Ngulumapu corresponde a la franja este de Wallmapu, el gran territorio mapuche que iba desde el océano Pacífico al Atlántico. La zona oeste, hoy sur de Argentina, es conocido como Puelmapu.