Piglia nunca escribió nada
Las historias proliferan en mi familia, dijo Renzi.
Se cuentan las mismas una y otra vez,
y al contarlas y al repetirlas mejoran,
se pulen igual que el canto rodado
que el agua cultiva en el fondo de los ríos.
Alguien canta y su canto va rodando
de un lado a otro durante años.
Fernando Gómez/El Furgón – “Por supuesto no hay nada más ridículo que la pretensión de registrar la propia vida, uno se convierte automáticamente en un clown”, decía Ricardo Piglia e introducía un tópico que atrapa a los escritores que durante toda su carrera usan a la ficción como forma de contar sus verdades.
El escritor argentino nacido en Adrogué, llevaba meticulosamente un diario “intimo” que recorrió la mayor parte de su vida, que es una forma de recorrer la ficcionada historia argentina. Y para hacerlo Piglia tenía, como muchos escritores, un personaje de ficción que lo representaba. Emilio Renzi, su alter ego que venía acompañándolo desde sus primeros relatos de La invasión, allá por 1967, se apoderó de la vida del escritor.
“Hablar de mi es hablar de ese diario. Todo lo que soy está ahí”, dijo Renzi y decidió releer sus cuadernos escritos a mano desde 1957. Ahí hay episodios que están en el diario pero no en sus recuerdos, y a la vez ciertos hechos que permanecen en su memoria con la nitidez de una fotografía, pero están ausentes como si nunca los hubiera vivido.
Renzi logró que Piglia dude de sus recuerdos, y lo obligó a tener la sensación de haber vivido dos vidas, “la que está escrita en sus cuadernos y la que está en sus recuerdos”.
Tanto pasó Piglia escribiendo su vida haciendo que es la de otro, que cuando llegó el momento de contar su historia, Renzi tomó a Piglia de rehén, le dijo que era su otro yo y se metió en sus libros. En el libro Los diarios de Emilio Renzi. Años de formación, que abarca la década desde 1957 hasta 1967, el alter ego realizó la jugada más estudiada: se apropió de la memoria de Ricardo Piglia, es decir de sus cuadernos, es decir de su vida escrita en un papel.
El alter ego de Renzi es Piglia. Porque Renzi es mucho más que un personaje de ficción, mucho más que un recurso técnico, mucho más que un punto de vista, y sus mecanismos vitales/literarios, sus pautas de comportamiento, funcionan perfectamente muy por encima de la condición necesaria de cualquier personaje inventado.
Hay un libro y hay una película documental escrita y dirigida por Andrés Di Tella llamada 327 cuadernos, que habla de la vida de un personaje de ficción llamado Ricardo Piglia que, en algún momento, se enfrenta con algo que lo lleva a revisar su pasado, para preguntarse ¿qué hace uno con la memoria? Piglia necesita ser otro para contar su historia. La vida de Piglia es la de un clown. Inventa un personaje para contar su vida, e invita a un director de cine para grabar el documental y verse obligado a revisar sus diarios. Era ese momento de la vida de los hombres en la que no quieren estar solos.
Miles de hojas escritas a mano no pueden ser abarcadas por la lectura de quien desde hace más de 50 años viene escribiendo en ellas.
Piglia mira la cámara de Di Tella y susurra “esto es un secreto, una confesión… A veces tengo la fantasía de publicar el diario como el diario de Emilio Renzi, es decir, darle a un personaje que he construido a lo largo de los libros, mi vida. No sé si voy a tener el coraje de hacerlo porque yo quedo medio ahí… Pero esa es una de las ideas que vuelve”. Piglia no se da cuenta que esa decisión ya estaba tomada.
Ficcionar la vida de Emilio Renzi es la excusa que encontró Piglia para contar su verdad, su vida. Renzi acaparó la vida del escritor y se apoderó de sus memorias. “Todo se puede ficcionalizar”, dice Piglia en el libro Crítica y ficción, y Renzi aprovecha esta afirmación para avanza sobre la vida de Piglia, que desconcertado anuncia que “la realidad está tejida de ficciones”.
“Sin embargo estoy convencido de que si no hubiera comenzado esa tarde a escribirlo jamás habría comenzado a escribir otra cosa”, dice Piglia, el alter ego de Renzi, quien escribió parte de la mejor literatura argentina.
En este juego de espejos, vemos que Piglia no pudo matar a su alter ego y en este último libro, que cuenta las memorias de Emilio Renzi, le dio la fuerza para que tenga vida propia y pueda contar que fue él quien después de la caída de Perón en 1955, se fue con su familia de Arrogué para vivir durante unos años en Mar del Plata. No fue Piglia, sino Renzi quien estudió Historia en la Universidad Nacional de La Plata y recorrió sus diagonales convirtiéndose lentamente en escritor. En este cuaderno, Renzi comenta sus primeras lecturas y las películas que tanta pasión les despertaron, hace una minuciosa cartografía de las ciudades donde vivió, relata sus iniciáticas aventuras amorosas, sus entusiasmos y desengaños.
Renzi se apoderó de la vida de Piglia, es decir que se apoderó de esa memoria que había sido escrita en esos cuadernos. No es Piglia quien escribe, no es Piglia quien recuerda. Quien recuerda es Renzi.
Piglia no escribió nada
Se desploma un mito. Para los que dudaban, era Renzi quien escribió críticas, ensayos sobre Roberto Arlt, Borges, Sarmiento, Macedonio Fernández y otros escritores argentinos. El profesor Emilio Renzi dio clases en la Universidad de Estados Unidos y en 2010 volvió a la Argentina para releer su pasado y contarlo en un documental. Recreando una escena de Pepe Carvalho, el alter ego de Manuel Vázquez Montalbán, que le gustaba quemar los libros, o por qué no a Dorda, quien en la novela Plata quemada, comenzó a quemar la plata del botín, Piglia intenta quemar todos sus cuadernos, pero no puede hacerlo porque Renzi no quiere. Se ve en el documental cómo Piglia sólo quema tres porque ya Renzi no lo deja seguir. Piglia no puede quemar algo que nunca escribió.
Piglia no puede decidir más nada, no decide qué escribir, qué publicar, Piglia no decide qué recordar, la memoria en forma degenerativa va quedando de lado y Piglia decide ceder. Renzi se apodera de Piglia como una enfermedad.
Piglia va quedando de lado y por ahí será un recuerdo. No va a tener memoria ni escritura.
Es Renzi quien sigue vital y publicó por la editorial Anagrama sus memorias con el título de Años de formación, Los años felices y Un día en la vida.
Piglia ya no pude escribir más, porque Piglia nunca escribió nada.
El alter ego degenerativamente lo abarca todo y Piglia decide cederle el lugar a otro, desaparecer. Piglia encuentra en Renzi, su personaje de ficción, la posibilidad de trascender este mundo.
50 años después del inicio de sus primeros escritos, Piglia relee sus memorias y se da cuenta que no fue él quien escribió todo, sino que fue su alter ego. La ficción se mezcla con la crítica, la ficción se apodera de la verdad, la verdad y la ficción se mezcla con la vida. La ficción que trabaja con la verdad para construir un discurso que no es verdadero ni falso, es quien gana en esta batalla desigual entre un escritor y su imposibilidad de ser otra persona.
“Releer mis cuadernos es un experiencia novedosa, quizá se puede extraer, de esa lectura, un relato. Todo el tiempo me asombro, como si yo fuera otro (y es lo que soy)”, dice Renzi, pero podría ser Piglia quien escribe. Al igual que nunca podremos saber si las palabras del Borges de Bioy Casares son de Borges, o las de Carvalho son de Montalbán, o las de Arturo Reedson son de Andrés Rivera, las palabras de Renzi no sabremos si son las de Piglia. En este libro sobre un cuaderno de vida, el Renzi de Piglia o el Piglia de Renzi nos advierte su intención de borrar esos límites entre realidad y ficción.
Entonces si lo que se publicó son los diarios de Emilio Renzi, éste es quien cuenta y relata esa historia desde su punto de vista, y como todos y todas sabemos, el que cuenta tiene la verdad.