viernes, diciembre 13, 2024
Cultura

Pogo, la canción del payaso asesino

Ramiro Montero/El Furgón – Sufjan Stevens, un compositor del indie estadounidense, compuso una balada dedicada un peculiar personaje: John Wayne Gacy Jr., mejor conocido como Pogo, el payaso asesino. Esta es la historia del protagonista de la canción.

El 10 de mayo de 1993, John Wayne Gacy Jr. fue ejecutado en una penitenciaría de Illinois. Los testigos afirman que sus últimas palabras fueron “bésenme el culo, nunca encontrarán a los otros”.

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Durante el mes de diciembre de 1978, Gacy se convirtió en el foco de atención de la policía local: se sabía que Robert Piest, un adolescente de 15 años, había ido a pedirle trabajo antes de desaparecer. Los investigadores descubrieron que Gacy tenía antecedentes, y decidieron registrar su casa. Recién en el segundo allanamiento reconocieron el olor que provenía del sótano: exhumaron 29 cadáveres, 29 pibes jóvenes de entre 14 y 20 años que habían sido secuestrados, drogados, violados, torturados, asesinados y mal enterrados por John Wayne Gacy Jr. en su sótano y en su patio. Luego, confesaría que tuvo que tirar otros cuatro cuerpos al río porque no tenía más espacio.

Antes de aquel día, los vecinos lo consideraban un ciudadano respetable: un padre de familia casado en segundas nupcias, un hombre de negocios que había forjado su empresa constructora desde cero. Era también voluntario del Partido Demócrata: enviaba a sus empleados a que limpiaran las oficinas, y organizaba fiestas para recaudar fondos a las que asistían empresarios, políticos, y hasta el alcalde. En su casa conservaba la foto donde estrechaba la mano de la otrora Primera Dama, Rosalynn Carter.

En ocasiones, se disfrazaba de payaso, y visitaba los pabellones infantiles de los hospitales. Se hacía llamar Pogo.

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Nació el 17 de marzo de 1942. A los once años, se golpeó la cabeza con una hamaca. Sufrió desmayos, ataques y recibió tratamientos para disolver el coágulo cerebral. Los amantes de las leyendas urbanas aseguran que aquel golpe desencadenó lo que vendría. Como si el impacto hubiera sido suficiente para alterar los interruptores de un futuro hombre común y volverlo un monstruo.

El caso de John Wayne Gacy Jr. suscitó la fascinación y el morbo de científicos, investigadores, artistas y público en general. Los cuadros que pintó en la cárcel, a la espera de la inyección letal, se vendieron por sumas exorbitantes: feísimos cuadros de otros asesinos seriales y de él mismo representando a Pogo (a veces rodeado por los Siete Enanitos, hasta que una demanda de la Disney se lo impidió). Por ahí está también Stephen King, quien encontró en el payaso la inspiración necesaria para crear a “It”, el personaje que titula su novela posteriormente llevada al cine. En la música, un surtido de bandas de distintos géneros tomaron sus crímenes como tema: el metalizado sonido de Church of Misery o Macabre, pasando por el country de Deer Tick, los sintetizadores ochentosos de Hubert Kah, el charleston rockero de Dog Fashion Disco, y hasta la mención argenta de Los Redondos.

Sin embargo, la canción de Sufjan Stevens llama terriblemente la atención por sobre las otras. Primero, por ese tono nostálgico que asumen la voz, el piano y la guitarra para referirse a una historia como esta. Segundo, por el video casi apologético que lo ilustra. Y tercero, por esos últimos versos que parecen demostrar que tipos como John Wayne Gacy Jr. no son sólo las monstruosas aberraciones que ilustran los noticieros, sino que también son personas comunes y corrientes, que guardan sus secretos bajo los tablones del sótano y que esperan, agazapados, silenciosos, como arañas, su momento.