Semana Andrés Rivera: En las tapas de Sudestada
Martín Latorraca/El Furgón – Cuando nuestra publicación cumplía sus primeros 5 años en la calle, nos pareció interesante hacer un balance de todas las tapas que nos habían resultado más fuertes. En aquella ocasión, la figura del escritor Andrés Rivera fue dos veces la portada de Sudestada. Fueron dos tapas que dejaron una marca con cada palabra, con cada silencio que el autor del El Farmer lanzaba en nuestras páginas. Porque la musicalidad de su literatura está presente en su oralidad, o viceversa. Rivera responde, habla con puntos y comas. Con puntos y seguido. Cada frase es una estaca.
Allá por 2003, en la edición número 21 de Sudestada, Rivera no fue tapa, pero sí fue entrevista, otro encuentro por la reciente publicación de su novela Ese manco Paz.
Con la admiración de siempre escribimos: “Detrás de una prosa única en la literatura argentina, detrás de la mano de esos hombres que eligió para narrar sus ficciones, detrás de un pasado militante cargado de vivencias y desengaños, detrás de cada respuesta corta y lapidaria, detrás del silencio, algo se asoma.
”El escritor persiste en una búsqueda, en el camino que las palabras eligen para mostrar imágenes inequívocas de algo que no fue. Andrés Rivera intenta, sin decirlo, armar un rompecabezas imposible; y la vida de algunos hombres son piezas que no encajan nunca”.
Y Rivera dijo: “¿Por qué escribí Ese manco Paz? No hubo eso que William Faulkner llamó con propiedad ‘impulso interior’. Esa suerte de compulsión que lleva a un narrador a contar una historia. Faulkner dijo en alguna oportunidad que escribió El sonido y la furia porque vio una bombacha de niña manchada con no sabía bien qué. Y eso disparó, tal vez, su mejor novela. En mí hubo impulso interior para escribir La revolución es un sueño eterno, para escribir El farmer, y las otras novelas y los mamotretos, y me deja muy satisfecho que no estén en las librerías porque son un horror. El precio, por ejemplo, mi primer novela que es de 1957 y no la tiene nadie, o casi nadie salvo yo.
”Leí las memorias del general Paz a principios de los años ‘70, me dije que Paz escribía tan bien como Sarmiento, que era un Sarmiento con chaquetilla militar. Y eso fue todo. Hasta que el año pasado, en los cuadernos en los que escribo a mano, tracé la primera línea impulsado por nada, salvo por el placer de escribir. Y eso fue desde la primera línea hasta la última. Fue sólo mero placer, diría un placer redoblado, a diferencia de los otros títulos que me publicó Alfaguara.
”Ese manco Paz no tiene relación alguna con el general José María Paz y lo que fue su vida, lo que relatan los historiadores, lo que él mismo escribió en sus memorias, lo que sus contemporáneos escribieron acerca de él; el elogio que le hizo Sarmiento; las esperanzas que depositó Sarmiento en él; nada de eso está en el libro. Salvo una frase de Sarmiento que me pareció espléndida, cuando afirmó que Paz tenía ‘la virtud de hacerse impopular’. El Paz que aparece en la novela es un anciano, que está solo y que vive en una casa en Buenos Aires; de hecho en las vísperas de su muerte, fulminado por un derrame cerebral, y que recuerda”.
Literatura y revolución
Siempre resulta una tarea compleja hacer un balance, por pequeño que sea. En este caso, cuando se trata de las dos tapas en las que Sudestada eligió sacar a Andrés Rivera, el camino es todavía más arduo. Contar situaciones, silencios, las decenas de cigarrillos encendidos (siempre Marlboro Light), miradas irónicas y cómplices. Esto, salvo la marca de los cigarrillos, es lo que sucede en el detrás de escena de cualquier entrevista para gráfica. Una grabación que luego pasará al papel, dejando en el camino todos estos aspectos instantáneos. Decíamos que la cuesta es más empinada cuando las charlas son con el autor de Punto final, ya que los silencios y las miradas son un componente que la enriquecen grandemente. Con apenas 10 ediciones en la calle, en julio de 2002, el primer contacto entre periodistas y escritor se dio como tantas otras veces en las mesas del bar La Ópera, en la esquina porteña de Callao y Corrientes. Un salón desbordante de humo, vendedores de baratijas inimaginables y el rumor callejero un poco opacado. Volver a escuchar hoy esa cinta, ver esas fotos, nos descubre a todos más jóvenes; nosotros más inexpertos, a Rivera con la misma polenta y las mismas ganas de escribir. Pero escribir, siempre teniendo cosas para decir. Palabras y silencios que incomodan, que la jerga periodística actual las cataloga de políticamente incorrectas. En aquella entrevista esas palabras que obligaban y aún hoy contienen el mismo peso, siguen vigentes: “Cuál es la propuesta de alguna organización que se asuma como revolucionaria, que goce de algún prestigio y que dure más de 24 horas en la memoria de quienes la han recibido”, disparaba Rivera. Algo más de dos años y medio después y con varios libros más publicados, este obrero textil y periodista, este hombre que participó activamente del Cordobazo, y que hoy casi 40 años después realiza en las tierras de Ese manco Paz una tarea militante de educación cultural en un barrio obrero de la capital cordobesa; volvía a la portada de Sudestada. Allí, sus frases continuaban haciendo que quien la escucha, primero se incomode, y luego no le quede otra opción que tomar partido, o bien seguir mirando la televisión. “Es más fácil ser fascista que socialista. Proponerse cambiar el mundo es una tarea pesada, como cruzar la Cordillera de los Andes”.
Hoy, cuando festejamos cinco años, 51 ediciones, la presencia y la amistad con Rivera permanece. Un tipo audaz, que puede decir la frase más dura, pero siempre con ironía. Con una sinceridad a prueba de balas y cuando la mayoría de los hombres y mujeres del mundo intelectual rinde su pleitesía a las modas del mercado editorial, él sigue escribiendo sobre los derrotados de este país, esos que como Daiana y Lucas pululan por las oscuras calles de cualquier ciudad del país. Un amigo con el que compartimos asados; tardes de whisky y aceitunas; que nos puede llamar un domingo bien temprano para comentar juntos algún artículo de la revista; o que nos deja mensajes telefónicos inolvidables. Siempre recordamos cuando a fines de 2005 la idea de dejar de sacar Sudestada rondaba nuestras cabezas, las palabras de Andrés fueron, una vez más, categóricas: “Es imposible que dejen de salir. Pero igual, ¿pensaban que hacer una revista cultural con estas posiciones ideológicas era una tarea fácil?”.
Hace 15 años que estamos mochila en mano, visitando cada puesto de diario, cada librería; viajamos a cada feria en todos los rincones del país. Todas las veces que Rivera colocó su prosa en nuestras páginas, la pendiente resultaba menos empinada.
Como nos dijo Rivera, no era una tarea fácil, pero el camino sigue valiendo el esfuerzo.