miércoles, diciembre 4, 2024
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Néstor Kohan: “El Che era un gran leninista”

Hugo Montero/El Furgón – “Indomesticable. Indigerible. Hueso duro de roer. La sola mención de su nombre hace temblar a empresarios, banqueros, policías, militares, agentes de inteligencia… Con Lenin jamás pudieron. Les sigue generando pánico, desesperación y horror”. Con esa sentencia elige Néstor Kohan iniciar su libro Lenin. La pregunta del viento, editado recientemente en Venezuela. A la hora de perseguir vínculos, de dibujar continuidades y diálogos entre leninismo y guevarismo, la opinión de Kohan cobra autoridad: no sólo estudió la acción y la teoría de los dos revolucionarios, sino que se ocupó con particular atención de batallar contra varios ejércitos de manipuladores y distorsionadores de su mensaje durante muchas décadas.

–Tanto el Che como Lenin fueron, en su tiempo, personajes demonizados por el sistema capitalista. Pero, después de muertos, el mismo sistema intentó distorsionar y hasta caricaturizar sus ideas…

–Sí, con muchos revolucionarios se intentó esa operación. Eso los unifica, es cierto, pero con un matiz: el Che era tan polifacético que fue más manipulado que Lenin. Al Che lo intentaron diluir en veinte identidades diferentes. Si bien Lenin fue más resistente, hubo dos corrientes que intentaron manipularlo también: la primera, el stalinismo, que lo convirtió en un precursor de Stalin y generó un daño enorme que llegó incluso al culto a su personalidad. La segunda gran manipulación fue la del euro-comunismo. Si la del stalinismo quedó en el museo de las ideas como caricatura, la del eurocomunismo todavía persiste de un modo reciclado, porque detrás de ella estaban muchos intelectuales que tenían y tienen mucho prestigio en las universidades. A partir de inicios de los setenta, después de la crisis del Mayo Francés, los Partidos Comunistas italiano, francés y español lanzan esta corriente y renuncian a la toma del poder, renuncian a la revolución a cambio de permanecer en la legalidad burguesa, en lo que representa una segunda tergiversación de Lenin. Muchos de esos intelectuales abandonan el marxismo y tienen una gran influencia en América Latina. Es tan nocivo el eurocomunismo que todavía hoy sigue reciclado…

–¿Esos intelectuales manipularon también las ideas de Gramsci para oponerlo a Lenin y transformarlo en un pensador domesticado del sistema, menos virulento, en una antítesis de Lenin casi?

–Así es. Gramsci fue el que más sufrió la manipulación: fue convertido en un “virtual socialdemócrata partidario de los acuerdos electorales”, mientras a Rosa Luxemburgo la transformaron en una “demócrata liberal y pacifista”, esa fue la manipulación histórica de esta gente. Pero Lenin resistió, porque es el día de hoy que sigue siendo un indigerible. Cualquier referencia a Lenin se asocia automáticamente con la confrontación contra el aparato del Estado burgués, con la violencia revolucionaria, y por eso está tan demonizado. Al Che también se lo intentó manipular por diversas vías: se lo dibujó como pacifista, como supuesto “enemigo de Fidel”, algunos lo convirtieron en maoísta, algunos en trotskista, otros en “foquista” o en un “romántico voluntarista” que pretendía hacer revoluciones sin analizar las condiciones concretas, y en el peor de los casos, en un mártir. Como síntesis, tanto Lenin como el Che fueron víctimas de la misma operación distorsiva, pero creo que en este punto Lenin tuvo mejor suerte. En general, se sigue asociando a Lenin con una izquierda no institucional, de confrontación violenta pero a su vez, le adosan cosas falsas: que el leninismo pretende “sustituir a la clase obrera”, que hace culto de un pequeño grupo de conspiradores al margen del sentido común popular. Como no pudieron cooptarlo, le atribuyen la imagen de un marxismo rudimentario.

–Otro aspecto en común es que los dos rompen en algún momento con los dogmas, con la ortodoxia del marxismo oficial…

–Es verdad, los dos estructuran su pensamiento y su práctica política en polémica con el marxismo oficial de su época: Lenin contra el marxismo oficial de la II Internacional y el Che contra el de la URSS. Los dos plantean un marxismo revolucionario, los dos expresan el ala izquierda al interior del marxismo mundial, crítico de las instituciones capitalistas. Quizás una de las principales diferencias resida en que Lenin tuvo maestros muy determinados, en cambio el Che fue autodidacta, aunque lo ayudó a estudiar El Capital un hispano-soviético como Anastasio Mansilla. Con él armaron dos grupos de lectura de El Capital, uno con Fidel, el Che y Carlos Rafael Rodríguez, y otro con el Che, Orlando Borrego y la gente del ministerio de Industrias. Mientras que Lenin tuvo dos maestros muy eruditos, uno ruso, Plejanov, y otro alemán, Kautsky. Años después, Lenin tiene una actitud “parricida” y rompe con sus dos maestros (al igual que Rosa Luxemburgo) porque Plejanov y Kautsky arrastraban una mentalidad de siglo XIX. En ese sentido, Lenin y el Che son heterodoxos con respecto al marxismo de su época. El Che incluso un poco más. Sin eclecticismo, expresaba una heterodoxia muy creadora, por eso se permitía leer a Paul Sweezy de la Monthly Review, a Trotsky, a Mandel, a los maoístas, a Simón Bolívar, estudiaba sobre la vida de Antonio Guiteras y de Julio Antonio Mella, estudió por su cuenta a Aníbal Ponce y a Mariátegui. Se permitió leer de todo, mientras que Lenin fue más sistemático en ese sentido, con saberes organizados, que primero aprende y después… rompe con ellos.

La vida del Che fue más corta, no tuvo tanto tiempo de revisar, pero sí de cambiar. En su juventud admiraba a Stalin. Después pudo conocer a la URSS y al sistema del Este europeo, y terminó siendo muy crítico. Pero todos esos materiales críticos se empezaron a conocer recién hace una década, gran parte de América Latina no conoce el pensamiento profundo del Che porque es muy reciente su publicación. Lo que quedó es la imagen del “guerrillero heroico y sacrificado”, pero se conoce poco su crítica a la economía política de los soviéticos, sus estudios sobre El Capital de Marx. De hecho en Argentina la izquierda predominante es muy anti-Che: hasta intelectuales que han pertenecido a comités centrales de partidos marxistas tradicionales afirman que “el Che no entendía de marxismo”. Curiosamente ni siquiera han leído sus apuntes críticos de economía o sus Cuadernos de Bolivia.

–También tiene en común la gestión durante un período de transición, en la que se enfrentaron a dilemas económicos de la realidad concreta…

–Y en países no desarrollados. A ambos les toca estar al frente del Estado en sociedades periféricas, dependientes, donde se articulan de forma combinada relaciones sociales de avanzada con otras de lo más atrasadas. Cuando el Che analiza las medidas económicas de Lenin posteriores a 1921 no lo condena, sino que lo comprende críticamente: entiende que no tenía más remedio que retroceder porque el país en el que triunfó la revolución bolchevique en 1917 había sido invadido por catorce ejércitos extranjeros… ¿quién puede resistir eso? Ese país resistió y ganó esa guerra civil (que duró unos tres años), pero quedó exhausto, la clase obrera destruida y hambrienta. En ese contexto, Lenin, gran estratega, decide retroceder momentáneamente con la NEP (Nueva Política Económica), darle aire al mercado para recobrar fuerzas y volver a acelerar. Pero en mitad de aquello, enferma y muere y no tiene el tiempo histórico para cambiar el rumbo. El problema fue el stalinismo, que transformó medidas transitorias y coyunturales de Lenin obligado por las circunstancias, en un camino estratégico y permanente. Lo que Lenin había pensado como algo momentáneo, se termina de imponer con Stalin y sus continuadores hasta los tiempos de la Perestroika, donde se pretende una legitimación histórica del mercado como vital para una sociedad post-capitalista. Así terminaron…

–Vos definís al guevarismo como una actualización del leninismo para América Latina…   

–Es la aplicación creadora, no mecánica, del leninismo a un continente del Tercer Mundo. Si bien Lenin es un pensador universal, y no escribió sólo para Rusia, hasta hoy se escuchan algunas supuestas apologías que pretenden reducirlo a un mero “pensador ruso”. Ya Gramsci, otro gran leninista, en los Cuadernos de la cárcel, afirma que en Lenin hay un pensador universal (no simplemente ruso). El Che opina algo análogo, pero en su leninismo el componente tercermundista está más enfatizado. Sus principales ideas y planteos están en germen en el pensamiento de Lenin: por ejemplo la teoría de que el imperialismo es un sistema mundial con un desarrollo desigual. Núcleo y semilla de la posterior teoría marxista de la dependencia (complemento de la obra de Lenin desde Nuestra América): existen centros, semiperiferias y periferias, hay países capitalistas imperialistas, hay colonias, semicolonias, sociedades y países dependientes. El capitalismo jamás es homogéneo.

El Che era un profundo leninista. Hay una foto del Che en su estudio de su casa en La Habana, con las Obras Completas de Lenin. Otra foto de un homenaje a Lenin con un Che sonriendo y un gran cuadro del líder bolchevique. De todas las facetas de Lenin, al Che le atraía más el Lenin revolucionario, el de la insurrección, el conspirador y no tanto el de la gestión, el estadista que tiene que hacer concesiones…

El guevarismo es un leninismo del mundo periférico y dependiente. Pero ni el Che ni Lenin son dos individuos aislados: son integrantes de una corriente  mundial (el marxismo revolucionario), que comparten con muchos otros personajes y movimientos. Creo que el Che es la máxima expresión de esta corriente que en Nuestra América buscó apropiarse creadoramente de Lenin en clave latinoamericana. Sobre todo, en la línea de izquierda revolucionaria de Roque Dalton, de Miguel Enríquez, de Carlos Fonseca, de Manuel Marulanda, de Camilo Torres, de Turcios Lima, de Carlos Marighella, de Raúl Sendic, de Mario Roberto Santucho, y de tantos otros y otras.

–¿Cómo se recupera desde el presente el ideario de Lenin mediado por el Che?

–Me parece que construyendo una izquierda anti-sistémica y no institucional que intente manejar todas las formas de lucha. Una corriente en la cual el eje de su estrategia no pase exclusivamente por lo electoral, aunque circunstancialmente pueda participar en elecciones, ni exclusivamente por lo sindical, aunque también participe en la lucha económica reivindicativa del mundo laboral. Porque uno de los principales problemas de nuestra historia es que se construyeron organizaciones abnegadas y perseverantes, pero muchas veces unilaterales. O se armaron partidos exclusivamente electorales o se priorizó la lucha armada, o se desarrollaron movimientos sociales, sindicales y barriales que no pudieron dar su salto a la política. Nos costó mucho articular los diferentes frentes de lucha al mismo tiempo. El enemigo (externo e interno) apostó a impedir la formación de esa izquierda revolucionaria leninista-guevarista que abarque todos los frentes de lucha. La actualidad de Lenin y del Che no es sólo argentina, es latinoamericana. Los dos eran internacionalistas convencidos. Hay que pensar una izquierda continental que no opere en un sólo país. Fidel Castro, dijo alguna vez: “¡Nuestro campo de batalla abarca… todo el mundo!”. Hoy en día, la opción es reconstruir una izquierda articulada a escala internacional (pues el capitalismo es un sistema mundial con un mercado mundial, monedas nacionales o regionales pero con un dinero mundial, empresas industriales, bancos y firmas que operan a escala internacional y alianzas político-militares que también son internacionales). Una izquierda que no se limite a las instituciones y que se anime y se proponga manejar todas las formas de lucha. Ese es el gran desafío.

La utilidad y pertinencia de Lenin y del Che nos puede ayudar a instalar problemas, proyectos y tareas que no están en la agenda cotidiana de la izquierda (en sus más variadas tribus). Parece que hoy la discusión pasa por quién va de candidato… Eso explica que ni el Che ni Lenin ni la izquierda más radicalizada estén “de moda”. Recordemos que la corriente leninista-guevarista ha sido muy golpeada. No perdió debates teóricos. Fue castigada y perseguida a sangre, tortura y fuego con la violencia de “los de arriba”. En Argentina, de hecho, fue el enemigo número uno de la dictadura (Videla lo reconoció explícitamente antes de morir). Por eso fue casi aniquilada, de allí la dificultad para competir con otras izquierdas que no han sido tan golpeadas. Mi esperanza es que surjan nuevas lecturas de Lenin. El Che puede ayudar mucho a ese marxismo heterodoxo: las irreverencias del Che pueden ser un gran aliciente para recuperar a Lenin y reconstruir una izquierda digna y sólida que se haga respetar, en lugar de mendigar “un lugarcito” dentro del sistema.

*Entrevista publicada en Revista Sudestada, N° 149, Septiembre-Octubre de 2017