miércoles, julio 16, 2025
Nacionales

Lavadas de cabeza, los únicos negros y la historia de una carta a Perón: Ramón Carrillo vs. Josephine Baker

En 2023, Ramón Carrillo (h) publicó un libro sobre su padre, el distinguido neurocirujano, el primero ministro de salud pública, y el hombre al que se atribuye haber revolucionado el sistema sanitario argentino bajo el mandato de Juan Perón. El libro, Mi padre, el Profesor Dr. Ramón Carrillo, fue publicado por la municipalidad de Almirante Brown, donde Carrillo (p) fue residente. Pocos leyeron el libro, a pesar de su fácil acceso en el sitio web del municipio, aunque Carrillo (h) recibió cierta atención on-line en los últimos años por su rechazo a las acusaciones de que su padre era simpatizante nazi.

El libro menciona brevemente el tema de este artículo, una carta que Carrillo (p) pudo haber enviado a Perón y que se refería a la legendaria bailarina estadounidense Josephine Baker. La carta fue enviada a la Comisión 16 (Ministerio de Asistencia Social y Salud Pública), que formaba parte de la Comisión Nacional de Investigaciones, Vicepresidencia de la Nación. La Comisión fue creada en 1955 por el gobierno militar, poco después del golpe de estado que derrocó a Perón. Su objetivo era documentar las supuestas irregularidades y abusos cometidos por el gobierno durante la década anterior y, de este modo, desperonizar a la sociedad. Dado que la Comisión Nacional estaba ideológica y políticamente impulsada a destruir el peronismo, y a hacerlo rápidamente, su documentación era a menudo sospechosa. La carta de Carrillo, presentada por el miembro de la Comisión 16 (y brevemente, presidente de la Comisión) coronel Enrique I. Röttjer (R), fue llevada a la comisión como un borrador sin fecha. Inmediatamente circuló en el diario La Prensa y en otros lugares como si fuera un producto final que fue enviado a Perón. No está claro que la carta llegara a enviarse, ni cómo llegó exactamente a manos de Röttjer.

Ramón Carrillo

En su libro, Carrillo (h) sólo hace referencia de pasada a la carta. Describe su contenido como irónico y cita de la carta que “con esta señora [Baker] nos entenderemos con dificultades, que comenzaron el maldito día que tuve la peregrina idea de decir que en la Argentina no había problema de negros, ya que los únicos negros eran algunas ordenanzas del Congreso, ella y el suscrito”.

De hecho, la carta era mucho más importante de lo que sugiere Carrillo (h), que parece haber intentado enterrarla como intrascendente, quizá sin comprender la importancia que tenía para su padre. La carta supuso un golpe propagandístico para la efímera Comisión 16. Fue un raro y detallado vistazo a la disidencia interna dentro del peronismo, tal como la esbozó Carrillo (p), un respetado innovador de la salud pública que dimitió (o fue despedido) en 1954, un año antes del golpe de estado que derrocó a Perón y, casi con toda seguridad, poco después de que se escribiera la carta. Forzado al exilio durante los últimos meses del gobierno de Perón, durante la Revolución Libertadora Carrillo (p) fue inhabilitado de sus propiedades y acusado de enriquecimiento ilícito. Murió poco después en Brasil.

Josephine Baker y los únicos negros

En los años veinte, Josephine Baker era una bailarina de fama internacional. Como muchos excelentes intérpretes afroamericanos, se trasladó a París en busca de oportunidades que no habría tenido en Estados Unidos a causa del racismo. Aun así, el género de danza que ella definió, al igual que el furor francés por el tango en la misma época, fue catalogado en Francia como parte de las exotizadas y racializadas “dances brunes”. Años más tarde, después de que Eva Perón hubiera fundado la Fundación Eva Perón, cuando Evita le pidió que promocionara la organización, Baker aceptó. Había visitado Argentina al menos dos veces, pero no está del todo claro cómo llegó a conocer a Evita o si su trabajo para la Fundación fue alguna vez codificado.

En noviembre de 1952, tras la muerte de Evita, Baker regresó a Argentina. Juan Perón le propuso trabajar con un nuevo Instituto Antirracista Argentino, con Carrillo (p) a la cabeza. Tampoco en este caso está clara su contribución a la iniciativa antirracista, más allá de sus apariciones en distintas partes del país en nombre del gobierno. Durante esa visita, hizo la famosa pregunta que provocó la respuesta de Carrillo (p) a la que se hace referencia en el libro de su hijo. “¿Dónde están los negros en Argentina?”. Años después, se cita a Perón describiendo a Baker y su admiración por ella como “una gran artista, una luchadora, y porque pensé también en esos prejuicios que los negros anidan en su mente cuando se encuentran con los blancos”.

J. Baker

La carta

En un mar de incertidumbre en torno a Baker y su contribución al peronismo, la carta de Carrillo fue probablemente la pieza más eficaz de propaganda antiperonista difundida por las comisiones desperonizadoras del gobierno militar que derrocó a Perón. Röttjer reconoció claramente su impacto explosivo. A diferencia de mucha propaganda falsa contra Perón emitida por el régimen militar, la misiva de Carrillo fue escrita por una fuente peronista intachable, un distinguido médico cuya contribución ministerial fue inigualable para llevar servicios sociales (en este caso, médicos) a los argentinos.

Se desconoce la fecha de la carta, pero comienza así: “Como no sé si hoy tendré la suerte de hablar con vuestra excelencia”. Por tanto, sabemos que Carrillo la escribió cuando aún estaba en el gobierno. Frase a frase, Carrillo destruyó la reputación de Baker. Aclaró que su evaluación de la artista respondía a un pedido de Raúl Apold, subsecretario de Prensa y Difusión de la Nación Argentina. La preocupación inmediata era que, en nombre de la Fundación Eva Perón, Baker había pedido a Carrillo, como ministro, una ambulancia totalmente equipada para regalarla al pueblo de Florencia Varela en un acto público. Carrillo escribió que no estaba claro si asumía el papel de Evita, “si en nombre de vuestra excelencia o en el propio”. Carrillo señaló que Baker había infringido la ley al intentar regalar un efecto del Estado sin conocimiento del destinatario. Además, prosiguió Carrillo, “cuando llegó a su hotel la ambulancia Cadillac… se puso muy nerviosa, nerviosa en grado sumo, estado que culminó cuando dos camilleros -ignorantes por supuesto- le preguntaron si iría sentada o acostada”. Aquí no había ironía, como sugería Carrillo (h) en su libro. Con humor negro, rabia y referencias a la ignorancia y prepotencia de Baker, Carrillo estaba demostrando cómo Baker se burlaba del peronismo.

Carrillo ridiculizó a Baker. Sin autorización de Carrillo, ella había realizado recientemente otra inspección en el sanatorio Sommer de enfermos de lepra de General Rodríguez. Baker infringió la ley al entrar en una zona de contagios sin control médico previo. Horas después,  se presentó en el despacho de Carrillo, furiosa por lo mal que la habían tratado en el sanatorio y por el mal trato a los pacientes. Sus quejas incluían “el pasto crecido en los fondos del establecimiento cerca de los caminos” y “”la escasa comida”. Carrillo dijo a Perón que en su visita relámpago, Baker no tuvo oportunidad de evaluar adecuadamente la dieta de los pacientes. También se quejó a Carrillo de que “algunos cubrecamas estaban sucios”. Sin embargo, Carrillo señaló a Perón que Baker había reconocido que “todo el establecimiento estaba limpio, lo que no es de extrañar, porque se considera el mejor del mundo, dado que no puede apreciar a la señora, porque no ha visto en su vida a otro leprosario”. Lo que Carrillo le estaba dejando claro a Perón era que, de una manera frívola, Baker se había propuesto destruir la reputación de Carrillo como líder vanguardista de la sanidad pública y, al mismo tiempo, al propio peronismo.

Carrillo también se refirió a una reciente inspección que Baker realizó en el hospital psiquiátrico que luego pasaría a llamarse el Hospital Interdisciplinario Psicoasistencial José Tiburcio Borda. Llegó en compañía de varios funcionarios, entre ellos un “empleado de la Subsecretaría de Informaciones”. No podía faltar la alusión de Carrillo a la posible conexión de Raúl Apold con Baker. Esa conexión también puede explicar el despido de Carrillo del Ministerio de Sanidad no mucho después. De hecho, si Apold había enviado a un representante junto con Baker, y luego pidió a Carrillo una evaluación de su trabajo, es muy posible que se estuviera preparando para sabotearlo.

Tras la visita al Borda, Baker persiguió al sanitarista “para darme la ‘segunda lavada de cabeza’ por las deficiencias comprobadas en una rápida visita, dirigida exclusivamente a ver lo malo.” Carrillo reconocía en su carta que el hospital tenía problemas, partiendo de una capacidad de 1.600 camas, pero con 4.200 internados. Pero Baker se negó a destacar lo bueno que incluía un nuevo “Pabellón Presidente Perón” en construcción con 3.500 camas; una nueva cocina; y nuevos talleres. Ante la crítica de Baker de que los pacientes deambulaban por los pasillos sin ropa, Carrillo señaló a Perón que “éste es uno de los problemas universales de este tipo de servicio médico, pues a los locos es prácticamente imposible tenerlos uniformados, pues debido a sus delirios, se sacan los trajes.” Después de encontrar y criticar a Carrillo, Baker volvió al hospital el mismo día para reunir nuevas pruebas de irregularidades que incluían «un tacho que contenía hortalizas de descarte» destinadas a consumir de los conejos del laboratorio. Baker opinaba que así comían los enfermos.

Carrillo esperaba claramente que la invocación de Eva Perón por parte de Baker alarmara a Perón. Carrillo señaló que Evita le había llamado “centenares de veces” para señalarle problemas en las instalaciones sanitarias, y siempre lo hizo con tacto, energía, sólidos conocimientos y una clara comprensión de las circunstancias. Carrillo pidió instrucciones a Perón. “Rogaré a vuestra excelencia”, escribió, “me dé órdenes directas, pues si es designio que la señora Baker siga de inspectora, debo hacerle saber que terminará por sublevar los hospitales de tuberculosis, donde basta media palabra de disconformidad o apoyo exterior, para que las células comunistas en esos establecimientos, entren en acción, lo que no ocurriría ni entre los locos ni entre los leprosos”. En la década de 1920, los enfermos de tuberculosis habían empezado a protestar por las condiciones de los sanatorios argentinos. En ocasiones, las autoridades hospitalarias calificaban a los pacientes de tuberculosos con ideas socialistas. Cuando el periódico La Vanguardia empezó a cubrir las protestas en los sanatorios, las autoridades sospecharon de la participación de anarquistas y socialistas. En los años 30, la aparición del grupo de protesta Cosquín de La Rioja contra la Tuberculosis, formado por personal y pacientes, fue cubierta por el periódico comunista La Chispa, confirmando para algunos la presencia de agitadores comunistas en los hospitales. En este caso, Carrillo apelaba al anticomunismo de Perón.

Carrillo terminó su carta a Perón en tono amistoso y con un poco de humor racista. “Si caso contrario vuestra excelencia no tiene el propósito de sostener a la señora Baker como inspectora extranjera y ad honorem de materias que presuntivamente no conoce, le estaría agradecido que me lo expresara como si en su lugar me hubiera enviado una hermosa rubia ya que con esta señora nos entendemos con dificultades”. Esos problemas empezaron, continuó, el día que ella le hizo una pregunta a Carrillo cuya respuesta recordaba de forma diferente a como la recordaban los demás –el día “que tuve la peregrina idea de decir que en la Argentina no había problemas de negros, ya que los únicos negros eran algunas ordenanzas del Congreso, ella, y el suscrito”. Se daba a entender que Baker era un agitadora, empeñado en demostrar que la igualdad racial en Argentina era un mito peronista.

El significado de la carta

La respuesta de Carrillo a lo que Baker había preguntado sobre los negros fue algo más que una respuesta ingeniosa. Estaba promoviendo lo que Perón había considerado un logro clave de su gobierno, la ausencia de discriminación. La implicación, una vez más, era que la cantante estaba desafiando a Perón y al propio movimiento.

No está claro por qué Carrillo dejó el Ministerio de Sanidad en 1954, no mucho después de que se hubiera escrito esta carta. Carrillo afirma que renunció. Otros sostienen que Perón le obligó a marcharse. Algunos afirman que había tenido una discusión con Alberto Teisaire, que se convirtió en vicepresidente en abril de 1954. Otros implican a Raúl Apold, la frustración de Carrillo con la propaganda del gobierno y lo que él veía como tendencias cada vez menos democráticas en el peronismo.

Informe de la comisión nro. 16

La oblicua referencia de Carrillo a que Baker estuvo acompañada en una de sus inspecciones por un empleado de la Secretaría de Informaciones puede insinuar problemas con Apold. También es posible que la inacción de Perón respecto a Baker provocara su salida. Sea como fuere, la alta posición de Carrillo en el movimiento peronista, junto con el detalle y la claridad de su ataque a Baker, dejaron claro a Röttjer lo valioso que era el documento que había descubierto. Esperaba que demostrara la incompetencia y superficialidad de Perón al permitir que Baker, aparentemente enfurecida, diera rienda suelta a las instalaciones sanitarias del país, creadas tal vez por el médico burócrata más distinguido de la historia argentina.

Es posible que lo que más horrorizara a Carillo es que, en su ignorancia, Josephine Baker estuviera atacando la que puede haber sido su contribución más importante a la sanidad pública en Argentina, la reestructuración del actual hospital Borda, y de la atención psicológica y psiquiátrica en todo el país. Hasta que Carrillo se hizo cargo del Ministerio de Sanidad, a las personas con problemas de salud mental se las denominaba legalmente “alienados”, en contraposición a “enfermos mentales”, término avanzado por Carrillo y sus colegas. Carrillo no sólo implantó nuevas medidas que llevaron el tratamiento moderno a los enfermos mentales del Borda y otros hospitales, sino que insistió en unas condiciones por las que el hospital se convertiría en líder mundial. Los pacientes debían tener fácil acceso a sus familias y comunidades. En muchos casos, mucho antes de que tales medidas se introdujeran en Estados Unidos o Europa, se permitía a los pacientes entrar y salir del centro de salud a voluntad. Carrillo trabajó duro para implantar estos cambios. Cuando Baker criticó la libertad de los pacientes para quitarse la ropa, estaba atacando sin saberlo precisamente la filosofía de Carrillo de humanizar e intentar comprender a los enfermos mentales, en contraposición a encadenar, imponer normas morales poco razonables y encarcelar de hecho a los enfermos.