Pensar los cuerpos en términos de diversidad y complejidad
¿Por qué hablamos de deconstruir estereotipos de belleza? ¿Cuáles serían hoy los estereotipos de belleza? ¿Por qué hay estereotipos y no diversidad?
Deconstruir una idea, una manera de vivir, pensar y sentir es un proceso de desarme existencial y diría yo una responsabilidad social.
Deconstruir es hacerse pregunta por lo dado, lo instalado y no cuestionado. Deconstruir-(se)-(nos) requiere valentía.
Los estereotipos de belleza son funcionales a una sociedad patriarcal, responden a esa cultura de consumo y descarte, la violencia representada en términos de “valor” por “ser parte y pertenecer”, “ser aceptada” desde losmodelos que imperan y dominan el mercado y la cultura estética.
Hay dos líneas bien marcadas que se han impuesto en estos tiempos violentos, “la delgadez extrema y absoluta”, “el cuerpo huesudo” y, por otro lado, “cuerpos con implantes para lograr voluptuosidad”.
El cuerpo como una tendencia arraigado íntimamente a la juventud divina tesoro, es otro ramal a considerar.
El envejecer como parte de un proceso vital y saludable está “devaluado” para “no quedar por fuera del sistema” del “valor y consumo”.
Hablar en términos capitalistas “valor”, “consumo”, “descarte” y “devaluado” no es ingenuo, hace de la cultura una industrialización de los cuerpos donde lo que aparece como importante es mostrar, exponer y aparentar, pero no ser.
Aun hoy los concursos de “belleza” persisten y resisten, son evaluadas sus curvas, sus formas, sus rasgos como “objetos de valor”, hay una cosificación a la mujer que es violenta, el despojo, lo que queda por fuera, su inteligencia.
Hoy las problemáticas emergentes que aparecen en edades muy tempranas para “encajar” son los trastornos de la alimentación, el dejar de comer conlleva un análisis mucho más profundo y complejo pero que sin dudas una de las aristas es la presión social y cultural que hay desde los medios de comunicación y las redes sociales.
Aparece la hostilidad y la baja autoestima. El que haya estereotipos de “moda” encadena, esclaviza, pasa a ser un peso, una presión, una tortura incluso, muchas veces. El ser lo que no se es.
Los filtros en las aplicaciones como Instagram ofrecen la posibilidad de ser otra, de ser lo que no se es. “Corregir” y “mejorar” como si algo estuviese mal.
Programas adolescentes que refriegan que el éxito está del lado de “las flacas” y “bellas”.
La belleza, es lo subjetivo para cada quien, que a su vez se asienta y varía como concepto de acuerdo a la cultura y la época en que se esté, ya que es una construcción social.
Al investigar y profundizar en internet sobre la belleza como concepto aparecieron palabras abrochadas al término como “perfección”, “atractivo”, “encanto”, sin dudas, que la forma en la que hablamos, pensamos y nombramos, así como en la que escribimos requiere también ser revisada y agujereada.
La deconstrucción de esta ideología falsa y nociva debe ser un compromiso social y colectivo.
Es un efecto dominó donde replicar los modos de ser mujer en clave machista hace que recaiga e impacte también en forma consiente e inconsciente sobre las nuevas generaciones si no ponemos este tema en jaque y sobre la mesa.
No es una temática que afecta sólo a las adolescentes, sino que las mujeres adultas hoy arrastran, cargan y conviven con sus cuerpos desde un lugar de hostilidad, de tratamientos estéticos continuos y muchos invasivos, de dietas y ejercicios físicos excesivos que responden al paradigma de la violencia estética y no de la diversidad de los cuerpos saludables.
El soltar y despojarse de los estándares de cuerpos y belleza que nos han incrustado desde niñas es un proceso que requiere día a día deshilvanar frases, imágenes, malas experiencias de infancia, presión social, partes de nuestra historia deshilachadas.
Los movimientos feministas dan batalla a diario con esto de concientizar sobre nuestras jóvenes esta cultura de la opresión a la mujer, encasillada y sesgada a diaria con la cultura y las políticas del cuerpo como valor de consumo.
Hay una contracorriente, una movida de esperanza y necesaria en muchas jóvenes feministas que son ellas las que llevan y visten esta bandera de romper con los “estándares y estereotipos” impuestos por la moda y la estética.
Hacer prevención, educar y criar sin rótulos y moldes desde la primera infancia, aceptando la diversidad estética, habilitando y validando los propios cuerpos como son, siendo referentes de una cultura inclusiva, promoviendo y desparramando la ESI en los barrios, en las redes, en las escuelas, construyendo políticas públicas con perspectiva de género, es el camino a recorrer y hoy más que nunca.
Por influencers que puedan implicarse con responsabilidad como nuevas comunicadoras en gestar ideas “libres de estereotipos”, por alzar la voz, inquietar, cuestionar, incomodar, hacernos pregunta, darnos permiso, desarmar, desarticular (ya que estamos interpeladas y atravesadas), aguar la fiesta, cuando aparecen rastros y migas en frases trilladas, hostiles y banales sobre los cuerpos, dejar de juzgar y criticar los cuerpos ajenos y los propios, es empezar a deconstruir estas estructuras que tanto mal nos han hecho y hacen a nuestra sociedad.
Es una apuesta, un desafío y una responsabilidad individual, colectiva y social.
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Joana Rowinski. Licenciada en Psicología (UBA) formada en la temática de violencia sexual en las infancias, perito de parte de NNyA víctimas de violencia sexual. Compiladora del libro “violencia de género, abordaje interdisciplinario”, Editorial Ricardo Vergara Ediciones, declarado de interés por la Legislatura porteña, 2022. Compiladora del libro “Infancias judicializadas” editorial Ricardo Vergara Ediciones,2021. Autora de diversos artículos en diarios y revistas. Miembro del Forum Infancias (Caba). Miembro de Fundeprof Tejiendo Redes contra la violencia de género. Responsable de contenido de KolIsha (contra la violencia de género en las comunidades ortodoxas judías).
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Imágenes: Instagram de la artista Crystal Walter