Raúl Zurita: Verás no ver
“Con el arte no se derriba una dictadura ni se corrige un mundo injusto, pero sin arte y sin poesía ninguna corrección ni ninguna esperanza es posible”.
A los 72 años el poeta chileno acaba de ganar el Premio Federico García Lorca, en la ciudad de Granada.
Escritor, artista y activista político, ha plasmado su poesía en acciones de arte que impregna en papel, la geografía chilena e incluso su propio cuerpo. Hace 20 años padece Parkinson, pero a pesar de su deterioro, mantiene una intensa vitalidad y emprende nuevos desafíos -ahora es el rock-, demostrando que no se rinde y hace frente a la muerte.
“Mi dios es hambre / Mi dios es nieve / Mi dios es pampa / Mi dios es no”.
Zurita lleva el país tallado en su piel y tal vez sean los horrores de su historia, y no el Parkinson, lo que lo pone a temblar, como tantas veces tiembla el suelo de su tierra, arrebatándole el control sobre sí mismo.
Hijo de una italiana y de un chileno que falleció cuando el poeta acababa de cumplir dos años, el italiano fue la lengua en la que Raúl Zurita Canessa dio sus primeros pasos. Y “La Divina Comedia” el libro que su abuela materna le leía y despertó en él la pasión por la literatura: “Mi abuela se ocupaba de nuestra crianza y nos contaba cuentos, y esos cuentos siempre tenían que ver con La Divina Comedia. Sobre todo del infierno cuyo texto se sabía de memoria. Entonces, para mí, La Divina Comedia nunca ha sido algo intelectual, ha sido una cosa biográfica, de vida, porque yo amaba a mi abuela. Nunca me pude sacar ese libro de encima, y cuando comencé a escribir empezó a aparecer la voz de mi abuela contándome sus cuentos, sus poemas, sus historias”.
Tras una infancia en la que la pobreza siempre acababa por enseñar sus dientes, Zurita estudió Ingeniería Civil en la Universidad de Valparaíso. En ese período ingresó en el Partido Comunista. Esa circunstancia provocó que a raíz de la rebelión de Pinochet en 1973 fuera encarcelado y torturado algo que, como él mismo confiesa, alimentó su sed de justicia y le llevó a colaborar en distintas acciones encaminadas a defender la libertad de expresión. Un espíritu, el de la libertad, que anida en cada uno de sus libros.
Como él mismo refiere en su libro Verás un mar de piedras (2017), tras quedar en libertad, “mi mejor trabajo fue como vendedor máquinas de contabilidad y demostró que no soy buen vendedor. Sobreviví años robando libros caros, de arquitectura o medicina, para venderlos. Hasta que fui descubierto. En 1979, cuando salió mi primer libro, Purgatorio, yo podía verlo en las vitrinas de todas las librerías de Santiago. Pero no podía entrar a ninguna. El acuerdo para no mandarme preso me prohibía ingresar a cualquier librería y quedé fichado en todas”.
En un guiño directo a su admirado Dante Alighieri, su primer poemario se tituló Purgatorio (1979). Ese libro rompedor, cuya portada era una foto de la cicatriz que había dejado en la mejilla del poeta la quemadura que él mismo se había provocado con un hierro candente, fue muy bien acogido por la crítica.
Tres años más tarde publicó Anteparaíso y en 1992 cierra una trilogía esencial en su producción con La vida nueva. Dedicado a las Madres de la Plaza de Mayo, en 1984 publica Canto a su amor desaparecido.
“Gritan, el desierto de Chile grita. Nadie diría que esto puede ser, pero gritan”.
El suelo árido se extiende entre los acantilados y las montañas, donde Chile casi se abraza con Perú. Allí, en la localidad de Pisagua, se descubrió hace treinta años una fosa común en la que permanecían ocultos los cadáveres de veintiuna personas fusiladas y desaparecidas en los primeros años de la dictadura de Augusto Pinochet. En lugar de descomponerlos, el suelo alcalino convirtió los cuerpos en estatuas de piedra, en sus rostros el gesto mismo del momento en que la vida les fue arrebatada. Hacia allí marcha Zurita. Casi inútil citar cualquiera de sus versos, porque no hay forma de que la lectura transmita la angustia y la desesperación sobrecogedora de su voz.
“Ahora Zurita –me largo– ya que de puro verso
y desgarro pudiste entrar aquí, en nuestras
pesadillas; ¿Tú puedes decirme dónde está mi hijo?”
Confiesa a un periodista argentino, “a diferencia de ustedes, a nosotros todavía nos persigue el pasado. Ese monstruo que reaparece y reaparece si no lo miramos de frente, si no nos detenemos a ver lo que fue. El terror y el horror. Pero no pudieron con el amor que sentimos entre nosotros”.
Y con la rebelión de octubre de 2019 sale a la calle con su Alzheimer y su bandera. Marcha rodeado de jóvenes insurrectos… y‘¡Chile despertó!’ cantan.
“Está el alba de un país no oído, la corona roja de estrellas de una patria no oída.
Son miles de estrellas antes del amanecer (…)
Hablamos, dicen, de una patria nueva, de un amor nuevo que no estaba contemplado.”
“El problema del arte no es nada y lo es todo al mismo tiempo, porque se pregunta qué significan las palabras, cuál es su significado, cuáles son las palabras que usamos para decir, si la de los militares o la de los cantores y poetas chilenos”, afirma este escritor nacido en Santiago en 1950, autor de más de treinta libros, muchos de ellos traducidos al inglés, italiano, francés, alemán, ruso, indio y chino.
“Arte y salud son términos disjuntos”, entiende Zurita, buscando una explicación para sus padecimientos: “Es precisamente el desajuste de tu vida con el mundo lo que crea la necesidad de expresarse y solo a través de esa herida sale el arte. Pero uno no puede perseguir el sufrimiento, porque si vas en busca de él lo vas a encontrar muy luego y sin haber escrito un puto poema.”
De la inmensa obra de Raúl Zurita recupero el poema
“Partitura final”
De todo lo que se derrumba sólo tú has sobrevivido; vieja
religión de los pobres, y en los ríos de las galaxias y de las
constelaciones yo leo tus salmos y entono los mantras.
Más límpido es entonces el viento barriendo los espacios.
Yo te saludo también en los vientos.
Te saludo en todo lo que vive y mi amor conmigo, en todo
lo que persiste. Las capitales se forman volando igual que
anillos en lo alto y el resplandor de la Pasión ilumina sus
ingrávidos edificios. Yo rezo contigo en las ciudades y en
los edificios, y en la oración del universo que se desfonda
tu voz es la mía y el canto.
Allí está la mañana y yo saludo en ti a los mártires y a los
iluminados, a todas nuestras muertes y derrotas, a la
última plegaria antes del martirio. Igual que los cielos
estelados nuestras patrias se expanden, y como todo lo
que existe fue más fuerte que el exterminio y el abandono,
yo saludo en los campos de exterminio la sobrevivencia
de nuestro amor y tu creencia.
Te amo y eso es una forma, una encamación de mi vida.
El cosmos esplende dibujando nuestros caídos y en el
fulgor del sacrificio, cada cuerpo roto es la reencarnación
y el mundo nuevo. Contigo celebro entonces todo el mal
que
nos hicieron, por ti yo entré cantando en la tortura y el
vuelo de mi amor naciendo bendijo los suplicios. Las
multitudes se arremolinan y es como una capilla la
bóveda del firmamento, pero en una larga tierra lejana,
recortada
de cordilleras y glaciares, saludo a los que nos torturaron
y santifico en ti la reencarnación diaria de mi vida…
…la era nueva, el resplandor de los pastos en que miramos
nuestro sueño, el inaudibles hilo de voz que fue creciendo
en el diluvio, la fe sostenida contra el fuego. Las grandes
ideas se han quebrado y las constituciones y los poderes
ya no existen; pero como la muerte es un parto de la vida
yo
leo en los torrentes la permanencia y en las piedras los
fundamentos de nuestro encuentro. Allí están las piedras
y tu amor. Todo mi sueño se levanta sobre tus piedras y te
ama.
Toda mi sed te ama, todo el hambre, todo el júbilo de mi
corazón. Como un pueblo aborigen adopto tus emblemas
y reverencio a los padres de tu patria, a cada una de tus
heridas y de tus apóstatas, y sobre las playas y en los
desiertos, sobre lo que pervive en el país sudamericano,
en los espejismos humanos y en las utopías, yo me apego
a tu nombre verdadero y escucho tu voz entre las palabras
de las bienaventuranzas.
Escuchen entonces el soplo de este canto. Los países
sobrevuelan el horizonte y los chorros de la luz, del
océano y los témpanos hablan suspendidos en el mar azul
de estos cielos. Es mi vuelo y mi amor. Expandida como
de todas las estrellas la cruz se levanta y es el grito, los
vientos, todo lo que lloramos, el consuelo que nos
extiende sus brazos como dos olas abriéndose. Dame
entonces tu mano, recuesta sobre mi tu rostro y luego
contempla conmigo el torrente renovado de nuestros
cuerpos.
Allí están los campos que desamparé para seguirte, allí
están mis hijos, allí está el curso de todas las heridas y
abandonos cuando arrebatado de lágrimas alcé la cara a
las alturas y vi que eras tú mi mandato y la nueva tierra;
el canto de los ríos esta mañana:
Felices los pobres de espíritu, porque de ellos será el reino de los
cielos.
Felices los que lloran, porque ellos serán consolados.
Felices los limpios de corazón, porque ellos verán a dios.
Bienaventurados sí, los cauces de tu vida y nuestras vidas.
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Portada: El poeta chileno Raúl Zurita en la Feria Internacional del Libro de Santiago 2015. Autor: Rodrigo Fernández. Enlace de descarga.