Ravioles: Un Biodrama de la última dictadura cívico-militar
La estética en el arte y la violencia política, desde Teatro abierto (1981/ 83) y luego desde la aparición del Teatro por la Identidad (2001-2010) fueron una de las tantas representaciones elegidas para plasmar los horrores de la última dictadura cívico militar. Teatro por la identidad fue la segunda respuesta grupal sobre el tiempo traumático de la violencia ejercida por los sicarios del Estado.
La memoria colectiva expresada en la obra teatral Ravioles, Biodramade Gabriel Scavelli y Osvaldo Peluffo (puesta en escena y dirección también de Peluffo), producida por Compañía Faro y auspiciada por El Espacio Andrés Rivera, es un relato estremecedor y desgarrante, una historia real ficcionalizada que, sin duda, ocurrió muchas veces en aquellos años de Terrorismo de Estado.
Un domingo de 1977, la familia Schultz espera la llegada de su hijo, Él (Gabriel Miner) ausente desde hace un año y su arribo coincide con el cumpleaños de su madre, Emilia (Diana Lelez). La escenografía está ambientada en una casa de clase media baja, donde Emilia prepara los ravioles con tuco y su marido Joaquín (Jorge Ribak) barre temerosamente las hojas del patio. A un costado grita y juega Patri (Florencia Rey), una discapacitada.
La tensión y el peligro que imparten dos despiadados represores, Andrada (Gustavo García) y Zanabria (Gabriel Scavelli) va de la tortura física y moral al abuso hacia las mujeres. Los autores son directos y explícitos, como corresponde al tema, aunque en otras ocasiones teatrales, literarias y cinematográficas se ha tratado la dictadura metafóricamente o en trazos implícitos.
Andrada y Zanabria llegan a la casa de los Schultz con Gabriel Miner, como rehén, (en un plan siniestro que se revela sobre el final de la obra) ejerciendo tremendas coerciones sobre la familia, amenazando incluso uno de ellos con un arma de fuego. Estremecedora es la tortura que hacen sobre Joaquín, un Jorge Ribak expresivo en su temor e introspección muy lograda, al igual que la veracidad funesta que trasmiten los represores. Cala hondo el miedo y el sufrimiento de Gabriel Miner, quien se expresa a través de un silencio que esconde todo lo que quiere gritar y contar, y no puede. El resto de las víctimas formulan preguntas buscando una piedad que se convierte en impotencia. Conmueve el costumbrismo de Emilia, una madre desesperada, una mujer de barrio, con sus ruleros, batón, delantal y pañuelo en la cabeza, que trata de alejarse por un momento de la terrible situación preparando como un domingo más los ravioles de acelga, seso y ricota, que les encantan a los represores. Los gritos de Patri simbolizan los de una sociedad que padeció los horrores del poder a pesar de que hubo muchos que se hicieron los desentendidos y otros fueron cómplices.
Los represores no ahorran perversidades y en un humor siniestro ponen discos de tangos (excelente el diseño de luces y la banda sonora a cargo de Osvaldo Peluffo); uno de ellos baila y tortura a una visita que llega a la casa: Doña Esperanza (Liliana Pascale), solvente en no saber lo que ocurre y luego en la expresión del horror.
En otro momento los esbirros, como para matizar un tanto su poder despiadado, ironizan la situación, trivializan hablando de futbol, comen los ravioles e incluso mencionan al “Tigre”, que es sin duda el siniestro “Tigre” Acosta, apodo de Eduardo Acosta, exmilitar argentino que condujo el Grupo de Tareas de la Escuela de Mecánica de la Armada, quien tomaba las decisiones sobre tortura y muerte.
Mención aparte merece el diseño de arte y de imagen y fotografía de Verónika Ayanz Peluffo y Florencia Rey, como así también la realización de la banda sonora y operación técnica de Rion Maret.
Este biodrama es la exploración de una biografía, de notable material escénico, que más allá del valor estético, es un testimonio para que la memoria, la verdad y la justicia sigan siendo un faro para la sociedad.
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Omar Ramos es abogado, periodista y escritor.
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Ravioles está en escena todos los domingos a las 13, hasta el 29 de mayo en la sala “Espacio Callejón“, Humahuaca 3759, CABA.