La previa celeste entre el Frente Amplio y el Partido Nacional
Por Nazareno Roviello/El Furgón –
El próximo domingo habrá segunda vuelta en Uruguay, uno de los países más pequeños del mundo y, sin embargo, con una relevancia trascendental para Sudamérica.
El resultado no sólo afectara la vida de más de tres millones de personas, sino que otros países están mirando para saber si seguirán teniendo un aliado estratégico o se sumará un país más, a la avanzada liberal del continente.
Uruguay fue decisivo en los últimos meses para frenar la incursión de Estados Unidos en Venezuela y se convirtió en más importante de la región para impulsar procesos de paz y una salida al conflicto que respete las decisiones del pueblo. También por eso existe en los medios las campañas sobre el “fantasma Venezuela”, argumento político de la derecha para despertar el miedo en la sociedad y conseguir votos. En estos años todos los gobiernos “progresistas” han sido personalistas y se cavaron su propia tumba por sus discursos. Cuando el personalismo se convirtió en un problema grave, aparecieron los vicepresidentes poderosos complicaron aún más todo. Fueron decisivos y se mostraron como parte del negociado que se requiere para llegar el poder, sostenerlo o perderlo. Ahora se ve que las reformas estructurales fallidas y la batalla cultural no dada, condenó a estos frentes o partidos “progres”.
En Argentina, el ala derecha del peronismo con Daniel Scioli perdió una elección en un cálculo político muy acertado para los viciosos de poder, que volverían tiempo después como los buenos de la película y con una multitud gritando por ellos. En el caso de Dilma en Brasil, el impeachment fue generado por su vice Temer, quién tiempo después terminó imputado por las mismas causas que acusaba a sus superiores. Lo mismo sucederá con Bolsonaro, ya que el Lava Jato “Odebrecht” tiene en jaque a la cartelización y el lavado de activos públicos en la región, un verdadero terror de los políticos. No sólo llevó funcionarios y empresarios a la cárcel, sino que hasta el ex presidente de Perú Alan García se suicidó cuando la policía lo iba a detener.
Lo propio sucedió en Ecuador con Lenín Moreno, quien luego de haber sido vice de Rafael Correa y habiendo llegado a la presidencia gracias a él, luego lo convirtió en enemigo, acusándolo de todos los males. Mientras tanto, le daba la bienvenida al FMI y reprimía al pueblo. Nadie puede escapar de las grandes polaridades del siglo XX reconvertidas en nuevas grietas, donde la gente común debate a muerte mientras que los políticos sigue en mundo ideal de privilegios. Estas grandes líneas políticas escapan a las biografías de la vida cotidiana del hombre y la mujer común, pero tienen una incidencia enorme. Los supuestos opositores presentan al populismo como la corrupción y los responsables de todos los males. Eso tiene una relación directa con la batalla cultural, la construcción de sentido diseñada por unos pocos y ejecutada por los medios masivos de difusión que generan un sentido “común”.
Hay algunos ejemplos claros de la batalla perdida. Muchos gobiernos latinoamericanos como el de Evo Morales, el de Cristina Fernández de Kirchner, el de Rafael Correa y por qué no, en parte el del Frente Amplio uruguayo, mostraron poca intención real en hacer cambios profundos, construir un sentido positivo nuevo, o generar una plataforma sólida desde donde mejorar. Esas mismas cosas que no hicieron -sin importar el motivo- son las que las condenaron. Se puede ver con claridad en la falta de reformas al sistema militar/policial y el punitivo/penal. No solo Chile necesita una reforma constitucional y una justa aplicación. La misma policía y los militares que no quisieron reformar, son gran parte del problema.
El golpe de Estado en Bolivia es una muestra, no solo por su participación sino porque a pesar de ser un Estado plurinacional y con ello hubo un supuesto cambio en la idiosincrasia, los videos de los propios bolivianos que están en la policía, sacándose la insignia de la whipala y gritando “A la policía se la respeta carajo”, es una muestra de que el cambio de conciencia, el cambio cultural, aún no ha llegado. De hecho, casi todos estos gobiernos no han hecho reformas sobre las fuerzas armadas. Las mismas policías que siempre dicen defender al pueblo, son las que se vuelven en su contra, reprimen, secuestran gente, manejan redes de trata, el narcotráfico, torturan y cuando pueden destituyen a un gobierno.
Sobre esto, el caso de Uruguay también es paradigmático. En los 15 años de gobierno frenteamplista no sólo la “seguridad” que clama parte de la población es una deuda, también lo es el avance en la justicia por los crímenes de lesa humanidad, no solo de la última dictadura, también de la actualidad. Uruguay no ha podido juzgar este tipo de delitos y cuando el propio Pepe Mujica llegó a la presidencia, para desligar un poco la presión o la representación, hizo un plebiscito donde ganó en “NO” para no juzgar a los militares, lo cual sentó un precedente muy peligroso, ya que los derechos humanos no se plebiscitan.
Del riñón de la falta de reformas y el coqueteo constante del progresismo con la derecha salió el personaje Manini Ríos, quien hasta marzo de este año fue Comandante en Jefe del Ejército uruguayo de la gestión de Tabaré Vázquez. Los motivos por los cuales fue desplazado de su cargo fueron varios, pero él mismo aclaró en un video oficial alguno de ellos. Se quejaba de los supuestos equívocos fallos jurídicos contra militares y hasta se quejó por la detención de un sargento retirado. Acusó de burócrata al gobierno y se fue para formar Cabildo Abierto. La jugada salió cara para el oficialismo: este personaje de derecha -que aparece en fotos con algunos simpatizantes neonazis- sacó en la primera vuelta 11.04 por ciento, 268.736 votos. Un panorama que tiene correlación con el avance de la derecha en el continente, ya que en total estos opositores del Frente Amplio lograron más del 52 por ciento de los votos. Entendiendo que Luis Lacalle Pou el principal adversario, representante del Partido Nacional que llegó a segunda vuelta, logró cosechar el 28.62 por ciento (696.452 sufragios). El candidato blanco salió rápidamente a sumar opositores quienes ya se mostraron juntos en apoyo a Lacalle Pou.
Entre Ernesto Talvi del Partido Colorado y Manini Ríos de Cabildo Abierto, suman al momento más de un 1.200.000 votos. Obviamente que no todos son trasladables de manera automática, ya hubo sectores como colorados batllistas y blancos wilsonistas que para el balotaje adhirieron a la campaña de Daniel Martínez. Son los progresistas de los históricos partidos uruguayos que entre ellos son enemigos, pero al igual que en otros países, la adversión al “populismo” que se fue generando, hizo que las coaliciones de derecha crecieran mucho.
El representante del Frente Amplio que cosechó casi un millón de votos tiene el duro desafío de convencer -puerta a puerta- al menos a 260 mil votantes, para lograr un empate técnico.
Algunos desafíos y números
La derecha uruguaya que en cada elección presenta plebiscitos para quitar derechos, como en 2014 para bajar la edad de imputabilidad y no lo logró, este año junto firmas para derogar la ley trans y presentó una dura batalla proponiendo una reforma constitucional para que los militares puedan ocuparse de la seguridad interna del país. Más allá del debate y que esto hubiese representado un grave retroceso, la papeleta del “Sí” que debía poner la gente que quería la reforma, logró cosechar más votos que el propio Martínez. Lo que muestra una posición clara: el discurso del miedo funciona al momento en más personas de las que llega el propio discurso del Frente Amplio.
La reforma no logró la mitad más uno que necesitaba pero alcanzó el 46.83 por ciento con 1.139.433 votos. Esto representa que la “seguridad” es una preocupación para mucha gente, que están dispuestos a ver militares en la calle y a resolver con mano dura un problema que es de desigualdad y educación. Frente a los planteos de seguridad o inseguridad, siempre la mejor respuestas es mostrar estadísticas y hablar con hechos. Frente a esto, muchos gobiernos progresistas hacen agua. Por falta de conocimiento o porque no generaron estadísticas. E el caso argentino, en su momento dejó de elaborarlas y esto generó grandes molestias. La construcción de sentido siempre va a operar, pero si del otro lado no hay hechos concretos y números, también dificulta el debate. El corazón o la militancia de las personas sirve mucho a la sociedad, pero quienes están en puestos de representación no solo pueden convencer con el discurso, al menos para los sectores progresistas; ese ya no es el únco recurso valido; quizás para los liberales, aún les queda un rato más.
Por otro lado el P.E.R.I. (Partido Ecologista Radical Intransigente) que obtuvo algo más que 33 mil votos, llamó a anular el sufragio y al menos, de manera oficial, no colaborará con los resultados de Martínez.
Como cada voto vale, más allá del puerta a puerta, se están recaudando fondos para que todos los uruguayos de países cercanos puedan viajar a votar. Suponiendo que casi todos los orientales que viven en Argentina votarán a Martinez, el candidato podría recibir más de 200 mil votos. La comunidad uruguaya más grande del mundo fuera del país reside allí. Aún así, todo esto representa una epopeya, ya que la participación del electorado en octubre fue mayor al 90 por ciento. Martínez debe buscar sumar votos y restarle a su oponente.
Para terminar de hablar de números
El Frente Amplio logró una reducción de la pobreza bastante fuerte. En 2004 era del 39,9 por ciento y ahora se ubica entre el 8.1 y el 8.6 por ciento. La inversión pública y el gasto social aumentaron un 136 por ciento en estos 13 años y se favoreció el ingreso de los jóvenes a la educación, aumentado exponencialmente la cantidad de ingresantes en el interior del país. Aumento del presupuesto en base al PBI en educación y salud han sido pilares. Pero, por supuesto, que como venimos mencionando no todo es color de rosa o celeste. Al igual que a todos los gobiernos populares, se les pide autocrítica y mejorar la problemática del déficit público que es un ítem preocupante para todos los gobiernos.
Si Martínez logra la hazaña y Uruguay obtiene un cuarto mandato del Frente Amplio, parecen al momento estar muy claras todas las problemáticas que se tienen que resolver arriba de la mesa y seguramente será mucho más fácil enfrentarlas con la actividad militante que hay hoy en día en conjunto con un gobierno progresista. Por otro lado, difícil será para el Uruguay resolver las cosas que hay que mejorar con un gobierno que no quiere juzgar delitos de lesa humanidad, que no tiene políticas de género claras y que apenas nombran a la mujer en sus programas de partido.
Cuesta pensar que se invertirá más en educación sí lo que se pide es mano dura. Definitivamente cuesta creer en un Uruguay de todos si quieren derogar la ley trans o la ley de aborto entre varias leyes que han convertido a Uruguay en el país más progresista de América. Las pruebas son muy claras. Luis Lacalle falta a las sesiones del congreso y cada vez que vota lo hizo en contra de los avances logrados. Si bien parece que Uruguay elige en dos modelos, hay que destacar que fue el único país en el cual se realizaron internas en los partidos y la gente eligió a los candidatos, superando de esta manera la calidad democrática del resto de sus vecinos. Ahora, todo quedó reducido a esto, pero en la Banda Oriental se juega el destino de millones de personas, las más desprotegidas, pero también la de los vecinos, que esperan que siga siendo un refugio diplomático que pare el estallido volcánico de la derecha continental. Veremos que pasa este domingo cuando la gente elija una vez más, no solo el destino de su país, sino también el del continente.