Ariel Ardit, a 20 años de su primera gira: “Seguiré siendo cantor de tango, pero quiero correr riesgos porque lo que se estanca se pudre”
Por Pablo Vázquez/El Furgón –
“El año pasado sentí una especie de agotamiento y vi que tenía necesidad de expresarme de otra manera, después de haber hecho todos los formatos posibles dentro del tango, la guitarra, el cuarteto, la orquesta típica, la sinfónica con la obra de Gardel y espíritu tanguero”, dice Ariel Ardit, el muchachito que estudiaba canto lírico y que los jueves en El Boliche de Roberto, en Almagro, aceptaba el convite de cantar dos tangos (más no para no complicar a los músicos estables que pasaban la gorra). Un día fue allí descubierto por El Arranque para que comenzara su trayectoria de cantor clásico que hace veinte años hacía su primera gira como voz de esa formación pionera en la reconstrucción del tango ¿Entró en crisis la identidad tanguera de Ardit? “No, no –ataja con ímpetu el intérprete–. No, al contrario, el sello más fuerte es la identidad tanguera. Mi identidad la tengo y la conservo: soy eso, soy cantor de tango. Sólo que después de esa búsqueda que hice de la esencia del género, siento que debo correr algún riesgo”.
Tomo y obligo – Ariel Ardit
Esa etapa de movimiento interno, de preguntarse cómo seguir, derivó en una revelación, la de hacer un concierto-festejo en las que estén presentes las diferentes etapas de su trayectoria a modo de cierre de un ciclo antes de internarse en lo que viene. “Me dije ‘tengo que celebrar’ porque en todo lo que pasó hay gente muy valiosa, que admiro y, en muchos casos, con los que seguiré trabajando”, justifica el artista que nació en Córdoba pero vive en la Ciudad de Buenos Aires desde sus 8 años.
Para el sábado 16 de noviembre a las 21:00 en el Teatro Coliseo –Marcelo T. de Alvear 1125– convocó a Osvaldo Peredo junto al guitarrista Agustín Ortega. El venerable Peredo es uno de los cantores que invitaba a Ardit a cantarse unos tanguitos en Lo de Roberto; también lo hacía Roberto Medina (h), quien no asistirá por haberse radicado lejos de la ciudad. “Y voy a estar con Jorge Giuliano, que es el guitarrista que me acompañó en el primer disco después de El Arranque, que también va a venir, claro”, va enumerando el cantor que tampoco se privará de subir al escenario a Lidia Borda, Rodolfo Mederos, Guillermo Fernández, su amigo Cucuza Castiello, el quinteto de Ramiro Gallo y su orquesta típica “con Andrés Linetzky y todos los muchachos”.
El Furgón: – El replanteo podría haber aparecido después de Gardel Sinfónico (2016).
Ariel Ardit: -Me preguntaban “y ahora qué”. Pero se me ocurrían nuevos proyectos que no significaban un quiebre. Y ese disco también está dentro del formato tradicional. Es poco usual que un cantor de tango tenga un disco sinfónico pero lo hicimos dentro de un esquema tradicional. Tiene un enfoque muy tanguero aunque esté tocado con orquesta sinfónica. Después de eso vino un disco solo de piano, Intimos, que está en parte en Spotify y que en unos días va a salir en físico. Lo armamos con Andrés Linetzky y tiene que ver con el trabajo que venimos haciendo hace años. Cada tema surge de una primera versión de piano y voz, el arreglo se hace después. Ese momento de laburo, de taller de confección quedaba ahí, en la casa de Andrés y siempre decíamos que tendríamos que grabar. Y pasaban los años y no lo hacíamos, hasta ahora. Después de grabar Intimos sí no encontraba el motor para el próximo proyecto, la motivación. También podría haber dicho: “bueno, estuve sacando casi un disco por año, freno, y sigo laburando con este repertorio varios años más”. Nadie me lo iba a echar en cara. Es un repertorio largo, hay temas que casi no llego a hacer en vivo. En este género podés dejar de grabar diez años y seguir trabajando igual… en este sentido es muy generoso el tango, jajaja. Pero sentía que había una cosa que me estaba pidiendo algo más. Y ahí apareció la idea de hacer un trabajo con un formato que me dé mayor flexibilidad para hacer otro repertorio, aunque siempre con el tango como punto de partida.
EF: – ¿Sentís que pagaste el derecho de piso como para hacer una apertura?
AA: – El tema es que durante muchos años me he preocupado con alma y vida de ir a la esencia, de rescatar la esencia del tango: el respeto por los clásicos, por los grandes músicos, por las formas de los grandes músicos, por el tipo de arreglos, por la mesura que tenían los grandes cantantes de tango. Intenté ir hasta donde más pude con eso. Fui a la esencia que no me podían transmitir los grandes cantores porque quedaban pocos, ya cuando empecé. Aunque tuve la suerte de hacerme amigo de Alberto Podestá, de frecuentarlo mucho a Rubén Juárez, de verlos en vivo a ambos, de aprender de ellos. Pero no era que iba a cualquier café y estaban Raúl Berón o Floreal Ruiz. Entonces busqué las referencias con mucha pasión… Comprar el libro, la fotito, los discos de vinilo por peso y buscar a ver si estaba traspapelado ese disco difícil, que no se encontraba por ningún lado de Di Sarli con Podestá. Todo eso me llevó a plantar bandera con lo clásico y decir el tango es así como lo hicieron estos tipos y no de otra forma. Siento que me justifico en esa esencia y el público también. Me siento muy reconocido por el tanguero tradicional, que es el que da el veredicto final sobre si sos o no tanguero. La consideración de personalidades como Héctor Larrea o Antonio Carrizo para mí es un orgullo. Y siento que ya no tengo que demostrarle a nadie; a partir de ahí necesito contar de otra manera, tratar de buscar algo que ya no sea una referencia del pasado.
EF: – ¿Qué vas encontrando en esta búsqueda?
AA: – Primero, esta búsqueda es una consecuencia; yo no podría pensar en esto sin haber estado haciendo más de veinte años todo el otro laburo. Yo busqué en el tango y ahora es al revés: siento que tengo que devolverle al género un poco de todo lo que me ha dado. Y esa devolución por ahí tiene que con decir no voy a ser más o menos cantor de tango porque quiera cantar una zamba o una canción española, un bolero cubano o una canción de un autor de otro país, de un uruguayo, un portugués o lo que sea. Tampoco soy original porque el primero que lo hizo fue Gardel. Por ahí la gente se alarma cuando digo que voy a desarmar el formato de orquesta típica. Pero los arreglos están y en alguna ocasión puedo cantar con la orquesta…
EF: – Hubo tentación de cerrar el tango cuando llegó a un nivel de desarrollo y de popularidad extraordinarios, en los ’40.
AA: – Yo creo que ese cerco que el tanguero le pone al tango lo ha hecho desde un cariño muy grande. Lo cuidaron y lo pusieron en una cajita y con el tiempo vos decís “hay que cuidarlo pero también salir a mostrarlo”. Porque mientras lo cuidás cambió la forma de vender la música, cambió lo que impacta. Además, artistas de otros géneros cantan tangos y decís qué bien lo hacen, como El Cigala. Pero entonces también permití que los intérpretes tuyos puedan hacer otras cosas. Y siempre hay una contradicción, porque el tango es un género de fusión. Tiene un desarrollo puntual con nombres y apellido desde una región con eje en el puerto de Buenos Aires, sí, pero la polca, la mazurca, la habanera o la milonga que es un género anterior, confluyen en el tango. Por eso pienso que a veces se lo cierra por demás.
Ariel Ardit – 20 años después
EF: – ¿Cuando empezaste con El Arranque y unos años después había mejores posibilidades para mantener una orquesta?
AA: – No, no, en realidad nunca hubo facilidades para tener una orquesta. Podestá me contaba que en los años ’50 ya se decía que el tango estaba muerto. Recién terminaba la década que luego sería llamada de oro y ya se decía que esto se acababa. Bueno, y tango se sigue haciendo. Y cuando empezamos todavía no estaba el boom fuerte de las orquestas viajando a Europa. Yo creo que no es tanto la época sino que el tango depende básicamente del empuje que tengan los intérpretes. Cuando armé la orquesta, todos los tangueros o la gran mayoría me aconsejaban que no lo hiciera. Rodolfo Mederos, mirá vos, que es para muchos tangueros el que dice que el tango murió, fue quien me impulsó a tener una orquesta típica.
EF: – ¿En el Coliseo va a haber alguna pista del próximo repertorio?
AA: – No, hasta ahora tengo nada más que una lista de muchas cosas que quisiera cantar. Después de seleccionar los temas lo que voy a hacer es traerlos a mi identidad de cantor. No puedo transformarme en otra cosa. No puedo transformarme en un cantante de flamenco o en Ibrahim Ferrer. Siempre me he quejado de la llegada de muchos al tango que ocupan un espacio que deberían tener nuestros músicos. Si querés que lo vea desde un lugar nacionalista, todos los artistas extranjeros, todos, en algún momento de sus carrera quieren venir a cantar un tango. Piden disculpas, pero se le animan. “Uh, bueno, con todo respeto…” pero cantan. Y venís vos y querés cantar otra cosa y te dicen “no, éste se fue del tango”. Ahí está la contradicción que hay que romper. Hay que romper esa estructura que no nos beneficia porque está muy bien la opinión del tanguero, pero el artista necesita vivir de esto.
EF: – ¿Es decir que no crées que por tu historia de cantor clásico estarás a salvo de esos cuestionamientos?
AA: – No sé si me va a pasar, no me preocupa tanto. Lo que digo es que yo ya no siento que precise demostrar nada. Seguir atado a lo mismo y dentro de diez años contarte sobre mi décimo disco con la orquesta típica sería estancar el tango. Y lo que se estanca en algún momento se pudre.
EF: – ¿Podés dar algún ejemplo de hacia dónde correrá el agua?
La prehistoria de un cantor
AA: – A Adela, la dueña del departamento que alquilaba antes de ser cantor, le contaba que estudiaba tango lírico pero que me gustaba el tango. Y le hablaba de Gardel, Gardel, Gardel. Y me dijo que si tanto me gustaba Gardel debía escuchar también a Alberto Podestá. Y después tuve la suerte de conocerlo y hacerme su amigo de verdad, de ir la casa, de estar mucho tiempo con él, de trabajar juntos, de haberme sentido beneficiado con su cariño. Son cosas que te marcan no sólo como artista de tango sino también como persona. Y con Rubén Juárez lo mismo. Conocerlos como persona te completa. Primero, antes de tratarlos, los ves como en un mapa; ya cuando lo conocés en persona es otra cosa y te quedan en el recuerdo en 3 D.
EF: – ¿A quién más te hubiera gustado conocer?
AA: -A varios, a varios. Me hubiera gustado conocer a Gardel. Me conformaría con escucharlo en vivo o, ni siquiera, solamente pidiendo un café. Hay algo que tiene que ver con lo que provoca la persona, la atracción… hay una cosa como de química que está en la energía. Existe gente que puede cantar muy bien pero estás al lado y no te produce nada. Yo sé que con Gardel me hubiera pasado algo especial, como me pasó con Juárez, que me acuerdo del olor del perfume que tenía, los zapatos, el jean y el suéter que vestía. Y me hubiese gustado ver a Raúl Berón, a Troilo… a Troilo viéndolo tocar… Ni siquiera hablar con ellos, porque eso es una vanidad. Escucharlo a Pichuco, verle la mano cuando toca el fueye.
EF: – ¿En qué momento se te ocurrió ser cantor? ¿Fue un proceso o una revelación?
AA: – Primero es una especie de herencia familiar. A los 4 años mi vieja me hizo cantar en el teatro de Luz y Fuerza. Ella y mi tío cantaban y yo actué jugando. Imité a Sandro y a aquel jugador de Talleres de Córdoba, el Hacha Ludueña. Ni pensé, ni tuve miedo al público. Después en la adolescencia empecé a tener un poco más de vergüenza. Y no canté más. A los 15, 16 empecé a manifestarme de nuevo con la música porque en mi casa se cantaba siempre; en las reuniones familiares cantaban todos, menos yo. Después decidí prepararme para ser un cantante de ópera. El tango vino después, el tango es una consecuencia de Gardel.
EF: – ¿Cuándo vino y te agarró, te hechizó Gardel?
AA: – Poco después de empezar a estudiar. Jugaba al truco los viernes con mi tío abuelo, mis tíos, mi hermano y yo. Tres generaciones que nos encontrábamos a la noche tarde los viernes a jugar al truco hasta el otro día. Se escuchaba todo: Queen, Serrat, Roberto Carlos, Sandro, Los Beatles, que no me gustaban y ahora tampoco y Mercedes Sosa, el Dúo Salteño, Gardel. Y me acuerdo que una vez apareció Gardel y mientras jugaba pensaba: “ todo lo que estoy tratando de aprender con un profe este tipo lo hace así naturalmente”. Me acuerdo lo que me pasó en el cuerpo. Le pedí el cassette a mi tío y lo gasté. Fue la voz esa, no me volvió a pasar lo mismo nunca con nadie, absolutamente con nadie. Entonces yo seguí a Gardel”.
***
Embriagado con Carlos Gardel, a Ardit no se le ocurrió cantar tango. Todavía pensaba ser cantante lírico. Pero como el músculo duerme y el inconsciente no descansa enfiló un día para El Boliche de Roberto. El debut fue con Soledad. Después El Arranque descubre ahí su voz y termina la prehistoria de un cantor que ahora cierra otra etapa para “cambiar de aire” sin renunciar a su identidad.
Cinco momentos en primera persona
- “La primera vez que escuché de verdad a Gardel en la casa de mis tíos jugando al truco.
- Cuando entré al Boliche de Roberto y canté por primera vez los dos tangos. Me dije: “esta pilcha me va”. No pensé que fuera un fenómeno ni nada, pero había encontrado algo. Y fue raro porque nunca había cantado un tango en público, un público de cinco personas que era lo que había.
- También cuando debuté con mi orquesta. Pude armar la orquesta típica y cantar por primera vez con mi propia formación fue una sensación inigualable.
- Otro momento importante fue cantar en Medellín en el aeropuerto donde murió Gardel. Fue con una orquesta sinfónica y al aire libre y yo me emocionaba mientras cantaba porque era el último cielo que había visto Gardel.
- También cuando debuté con El Arranque. No el debut en un escenario, el primer ensayo en La Casa del Tango. Pasaba de cantar con una guitarra a veces afinada a que sonara una orquesta. Me acuerdo que habían hecho de Ave de Paso, El Cantor de Buenos Aires y Madame Ivonne. Empezaron con Ave de Paso y no te puedo transmitir lo que fue ver que tocaban para que cantara yo aunque hablara mil años.
Portada: Fotografía de la TV Pública. Fuente: @arielardit en Twitter