Argentina: Seis candidatos en busca de autor
“Crear lo verosímil para que parezca verdadero.”
Luigi Pirandello/Seis personajes en busca de autor.
Por Jorge Montero/El Furgón –
Pocas veces como en esta interminable campaña electoral se ha mostrado con tanta claridad el agotamiento del sistema. No es necesario reseñar los gestos ridículos, la hipocresía, el despilfarro, la manifiesta incapacidad e inmoralidad de los principales candidatos, que se pusieron de manifiesto vivamente durante los llamados “debates presidenciales” de la Universidad Nacional del Litoral y la Facultad de Derecho.
Ni una apelación a la inteligencia, a la generosidad, a los sentimientos de solidaridad y altruismo. Al coraje para acometer un proyecto común. Ninguna propuesta. No; nada de eso: vóteme. Y vuelva a su casa.
Un denigrante juego donde asistimos a un envilecimiento de los candidatos, cada día más ganados por la oquedad que pretenden poner en la cabeza de la población. Macri, Fernández, Lavagna, Gómez Centurión, Espert, son incapaces de sostener un proyecto de país y lo más enérgico que pueden hacer es difamar a los contrincantes con los que al día siguiente se sentarán a acordar políticas que exigen la Casa Blanca y el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Ya no pueden siquiera defender la ficción de democracia. Deben evitar a toda costa la participación, la reflexión, y el debate de las mayorías sobre la situación política del país. Pero, más temprano que tarde, para ello no bastarán spots o shows televisivos. Por eso se alían democráticamente, o democráticamente compiten, con torturadores y asesinos reciclados como Gómez Centurión o vehementes representantes del gran capital como Espert. Todo esto ocurre mientras se acelera el saqueo del país y la inmensa mayoría de la población se hunde cada día más en la miseria.
Lamentablemente la izquierda, y más allá de que su candidato Del Caño no haya encontrado las palabras para responder a los más reaccionarios candidatos de la burguesía ante su impiadosa agresión contra los desaparecidos y asesinados por la dictadura, el “curro de los derechos humanos”, y el crimen de Santiago Maldonado,o los sistemáticos ataques contra toda forma de organización de los trabajadores, con saña especial hacia los docentes; no utiliza las elecciones para llegar a las mayorías con un mensaje educativo, mostrando una perspectiva visible y una propuesta de organización realizable con base en la denuncia del sistema capitalista. Acumular fuerzas antimperialistas y anticapitalistas debería ser la aspiración; no entrar en el juego del enemigo de clase, que fabrica el culto de la imagen por encima de las ideas.
Nadie necesita que se le repitan hasta el hartazgo los datos del desastre nacional. Tampoco es necesario ya denunciar el carácter antipopular, antidemocrático y represivo del gobierno de Cambiemos. Eso lo ve y comprende la mayoría de la población. El desconcierto, la desmoralización y la parálisis de los trabajadores y la juventud provienen de otra vertiente: la imposibilidad de ver y comprender las causas de la crisis. Mucho ha debido ocurrir -y no sólo en Argentina- para que esto sea así: las derrotas del movimiento obrero en sus intentos por construir una herramienta política y el enquistamiento de la burocracia sindical, la fuga en masa de los intelectuales, el papel idiotizante de la prensa, la siniestra labor de las iglesias, el progresivo vaciamiento de cuadros políticos en todo el espectro de las izquierdas.
Alguien querrá agregar a este listado la brutalidad represiva y sus trágicas secuelas. Pero en realidad no corresponde. Tanto y mucho más sufrieron los explotados y oprimidos en otros momentos de la historia, sin quebrarse por ello. La causa por la cual persisten en optar por el peor posible, aunque tiene múltiples facetas, se resume en una: no saber cómo funciona el mecanismo que los aprisiona y destruye; no reconocerlo como enemigo y, por eso, cuando se ven acorralados y empujados a la confrontación, no tener en claro por qué y contra quién pelear.
¿Es entonces por responsabilidad de las grandes mayorías que Argentina se hunde en la crisis y el desmembramiento social? No. Esa conclusión tal vez cuadre a oportunistas que se escudan en la ausencia de conciencia de los explotados para medrar en los rincones del sistema. Aun cuando no podemos ocultar que muchos trabajadores y jóvenes se rinden ante la certidumbre de sus vivencias cotidianas y, de uno u otro modo, toman caminos tales como el mal menor, el individualismo en cualquiera de sus destructivas formas, o la búsqueda de alternativas políticas al margen de las masas.
Se entiendan o no sus causas, la crisis acumulada se desencadenará más temprano que tarde. Y todo indica que las víctimas del sistema -40 de los 44 millones de habitantes- no tienen otra alternativa que luchar por un proyecto de país propio. Y deberíamos prepararnos para el auge de la protesta social.
Más que la elaboración de ese proyecto -de hecho muy sencillo, porque las necesidades son por demás obvias, y las riquezas de este país también- el problema consiste en trazar una estrategia para llevarlo adelante. Y aquí está el punto insoslayable e impostergable: si el poder político no está en manos del conjunto de los trabajadores, de todos los sectores explotados y oprimidos de la población, del conjunto social afectado por la crisis capitalista y la arrolladora voracidad del imperialismo, es imposible edificar el país que necesitamos y queremos.
Macri, Fernández, Lavagna, Espert, Gómez Centurión, ellos son la imagen de la clase dominante a la que representan. Su espantosa degradación refleja la de la burguesía. Pero ese envilecimiento nos alcanza y nos daña a todos. Es preciso asumir en toda su significación este hecho: es el conjunto de la sociedad argentina la que está hundiéndose en este lodazal. Si no corta de un tajo la soga que la ata a quienes llevados por la irracionalidad del sistema caen a velocidad vertiginosa, será arrastrada por ellos.
El peronismo, transformado en un conjunto de facciones, hegemonizadas por dirigentes tanto o más reaccionarios que los del actual elenco estatal, se dispone a ser gobierno consumando su estrategia de sumisión al capital. Alcanza con ver la pléyade de gobernadores que actúan como representantes de las multinacionales petroleras o mineras, del capital bancario, de los pooles de siembra y el complejo aceitero; o a los “barones” del conurbano estrechamente ligados a los peores negociados de la bonaerense y el narcotráfico. Y sin dudas las expectativas de las mayorías en una mejora indolora de la situación económica, se estrellarán contra la realidad.
Entonces, se entiendan o no sus causas, la crisis se desencadenará más temprano que tarde. Como en Chile, como en Ecuador, en Perú, Honduras o Haití. Y todo indica que sus víctimas -40 de los 44 millones de habitantes- con o sin perspectivas claras, pasado el tiempo de gracia de la nueva administración, se pondrán en movimiento ante la profundización inevitable del hambre y la miseria.
Mientras tanto, peligrosamente, continúa el intento por afirmar una fuerza neoconservadora, en explícita defensa del capitalismo, que ya unifica a liberales, desarrollistas y fascistas de la peor especie, y que pasó a disputar el control de la calle. De lo contrario no se entiende el significado de la oleada de marchas con las que Mauricio Macri culmina su campaña electoral. Treinta actos a lo largo del país, en los últimos treinta días, movilizando a las clases medias.Mientras el peronismo aparece recluido en salones, abandonando su histórica apelación a las masas y la movilización popular.Es el camino que tienen por delante.
En tanta y tan penosa decadencia, por supuesto, también tenemos nuestra parte de responsabilidad, los trabajadores conscientes, los luchadores sociales, la militancia antimperialista y anticapitalista; por prestarnos al juego y competir con las reglas y criterios puestos por los de arriba, desde luego. Pero también, en el caso de quienes no incurramos en ese desvío, por falta de audacia para dar un puñetazo sobre la mesa.
Es más simple de lo que parece. A condición de no tener compromisos con el actual estado de cosas. Se trata de llamar a cada uno por su nombre y actuar en consecuencia: mentiroso al mentiroso, ladrón al ladrón, incapaz al incapaz… enemigo al enemigo.Y compañero al compañero. Lo cual supone diferenciar todo aquello que contribuye a encontrarse con él, de lo que empuja al aislamiento y al sectarismo estéril.
Es posible levantar un programa de honda transformación social, hacerlo llegar a la juventud, a los trabajadores, a las mujeres oprimidas, y mostrar la diferencia que existe con la oquedad y la mentira de la campaña y sus candidatos. Es posible levantar la voz y denunciar esta vergüenza. Es posible encontrarse y organizarse. Lo único imposible es continuar admitiendo pasivamente que nos conduzcan al desastre.