En las calles, Cataluña exige la libertad de los presos politicos
Desde Cataluña, el testimonio de un salteño, testigo presencial de las gigantescas movilizaciones que retoman la dinámica cortada por la victoria contrarrevolucionaria del franquismo en el ’39. Una dinámica que, en su desarrollo, no puede más que tender a poner en cuestión la monarquía española misma y, con ella, al propio régimen social del que es la fachada.
Por Damián Payo*, desde Cataluña/El Furgón –
“Libertad a los presos políticos”, es la principal de las consignas que se cantan en las marchas multitudinarias que, desde el lunes en que fueron resueltas por el Tribunal Supremo las condenas a los líderes independentistas catalanes, han estallado en Cataluña, con epicentro en Barcelona. Las protestas se iniciaron aquel día con la toma del aeropuerto, y continuaron con marchas no sólo en la capital de la Comunidad Autonóma, sino en el resto de las provincias.
Fue el jueves que, a la hora de la desconcentración, alrededor de las 19, la represión policial mediante balas de goma y gases lacrimógenos provocó las primeras reacciones por parte de los manifestantes, por entonces principalmente estudiantes secundarios y universitarios, que alzaron las primeras barricadas y lanzaron las primeras piedras. Las barricadas fueron improvisadas con containers de basura incendiados, y tras ellos empezaron a guarecerse los manifestantes dispuestos a resistir la represión.
Aquella noche, por primera vez, entraron en acción grupos neo nazis, que salieron a golpear a los manifestantes independentistas, con la policía haciendo la vista gorda. De hecho, hay imágenes de patotas neo nazis golpeando y pateando a manifestantes con la policía al lado, sin intervenir. Hay, incluso, imágenes de policías dando la mano a los fascistas. Nefasto. Y, a diferencia de 2017, en que los Mozos de Escuadra, la policía autónoma de Cataluña, defendieron a quienes querían participar en el referéndum independentista; los Mozos actuaron en defensa del estado español, de común acuerdo con la Guardia Civil. Esto provocó una indignación generalizada.
Es probable que la represión del jueves haya tenido el propósito de intimidar a las decenas de miles de manifestantes que, desde Girona y otras ciudades, marchaba desde el martes hacia Barcelona, para confluir en el acto gigantesco que finalmente tuvo lugar el viernes. Dos días, tres días caminando, una movida impresionante. Los pueblos los recibían, armándoles grandes campings donde los esperaban con comida y bebida, se abrían los albergues para que la gente que venía marchando tuviera donde quedarse. Una marcha, además, muy rápida.
La gigantesca movilización del viernes ingresó a la ciudad por la Diagonal, para confluir en la Plaza del Obelisco, que ha recuperado desde 2017 el nombre pre franquista de Plaza de “Cinc D’ Oros”, donde está el Obelisco. Impresionante. Una cosa de locos. La gente los recibía con besos, con aplausos y abrazos. Una marcha, no sé, de un millón de personas seguro. Cuadras y cuadras y cuadras de gente llevando las banderas de Cataluña. Y la bronca de la gente con los mossos, con los neo nazis, con la Guardia Civil. A las 6 de la tarde explotó todo: Empezaron a reprimir con gases y balas de goma, de la nada, sin importar que había familias enteras, con niños, gente grande. Y los que “quedaron”, “fueron” los que bancaron la parada. Ahí metieron en cana a un montón de gente.
La posta es que, todas las noches, la policía está reprimiendo. Vos te acercás a algunas esquinas, y los tipos ya están organizadísimos para reprimir. Los mossos llegaron a pasar por arriba de una barricada con esas camionetas que tienen, y se llevaron puesto a un pibe, que está internado por eso.
Algo es cierto: La gente que se queda a la noche, a bardearla con los mossos y con la Guardia Civil, ha ido mejorando la táctica. Ahora ya están usando molotovs, y otras cositas un poquito más eficaces. Es que hay gente que ha venido para eso, de Girona, o de otros pueblos más cercanos como Mataró, u Hospitalet. Ahora, el próximo desafío parece ser el lunes, cuando el estado español pretenda, nuevamente, reimponer las normas de la legalidad subvertida por la rebelión catalana.
El clima es, a pesar de todo, un clima realmente de algarabía. Un clima lindo. Los helicópteros de la policía dan vueltas y vueltas, todo el tiempo, cada vez más cerca, pero no hay miedo. Y los momentos de represión, si bien la gente está parapetada recibiendo los toscazos y devolviendo, nunca se da un estado de pánico. Tampoco de rabia, más allá de la rabia que se pueda tener con los mossos o con la Guardia Civil.
Y lo loco es que, todos los días, las marchas se renuevan, pisando pacíficamente sobre las huellas que dejan los combates nocturnos, al lado de los semáforos destrozados o los containers incendiados. Como rindiendo homenaje a quienes, noche tras noche, mantienen desde las barricadas, a fuerza de piedrazos y molotovs, viva la llama de la lucha por la independencia de la República Catalana.
*Docente e Investigador de la Universidad Católica de Salta, en el área de Arqueoacústica. Becario de la Universitat de Barcelona.