“Centro de Inclusión Social Costanera Sur”, un alojo para algunos
En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires existen 30 lugares públicos entre paradores y hogares que alojan alrededor de 2000 personas, pero los mismos ya no dan abasto debido al incremento de personas en situación de calle, esto implica que la lista de espera para entrar es enorme. Estos espacios tienen un límite de edad para ingresar; 60 años, por lo que quedan excluidos y desamparados los ancianos/as siendo éste un grupo altamente vulnerable.

En la actualidad existen, según el Gobierno, 1066 personas viviendo en la calle, mientras que los censos realizados por 50 organizaciones sociales arrojan una cifra que asciende a 6000. Lo claro es, más allá de las diferencias, que la población vulnerable creció y esto es muy grave. Los números señalados preocupan ya que el porcentaje de mujeres durmiendo en la calle creció del 20 por ciento al 35 por ciento y éste es otro de los grupos más vulnerables, ya que tienen a cargo a sus hijos. Otro dato relevante es la distribución de la población según los barrios; Retiro, San Telmo y Palermo están habitados por sujetos adultos, en su mayoría, mientras que en Villa Soldati, Mataderos y San Telmo viven gran cantidad de menores.
Entre los hogares mencionados se encuentra el “Centro de Inclusión Social Costanera Sur“, un espacio que aloja a familias y mujeres con hijos que están con una alta vulnerabilidad, desamparadas y en situación de calle luego de perder su trabajo y/o, en algunos casos, dejar de recibir el Subsidio Habitacional que les brindaba el Estado
En el Hogar habitan 160 personas (alrededor de 40 familias) entre niños, jóvenes, adolescentes y adultos. Los sujetos se agrupan por familia y ocupan uno o dos boxes para logar mantener un poco de intimidad. Varios de los ahí alojados estudian y tienen changas las cuales les permite atender sus propias necesidades y las de sus hijos.
El Centro tiene una dinámica particular; por la mañana se sirve el desayuno, luego el almuerzo, la merienda y cena en horarios determinados. En el horario matutino (9:00 AM) se llevan las sábanas a lavar para retirarlas por la noche y también se hace la limpieza de los boxes. Por otra parte, les brindan a los sujetos champú, acondicionador y pañales para los pequeños. Las personas que allí viven tienen la opción de permanecer durante el día en el Hogar y realizar actividades como, por ejemplo, recibir apoyo escolar, tratamiento terapéutico o asistir a la ludoteca.
Érica, es una de las mujeres que vive en el Centro con sus 6 hijos y su pareja. Ellos están ahí desde el año pasado luego de dejar de recibir el Subsidio Habitacional, el mismo les proporcionaba un monto fijo de dinero (tres mil pesos) que, por lo general, cubría menos de la mitad del costo de una habitación en una pensión. Ella recibe por 5 de sus hijos (este es el límite máximo de beneficiarios de la AUH) la Asignación Universal por Hijo y eso los ayuda, junto con el trabajo de cartonero de su pareja, a cubrir las necesidades básicas de los niños. Érica junto con su familia estudia en el Centro Arancibia y está terminando la secundaria, se la oye muy feliz cuando relata su transitar en el Arancibia. Por otra parte, manifiesta estar aliviada y contenta de tener un lugar resguardado a donde poder vivir todos juntos y alimentarse ya que en los paradores se divide a los sujetos de acuerdo a su género y eso para una familia es un inconveniente.
Cuando conocí a Érica unos años atrás, aún vivían en una habitación de una pensión en Congreso, me comentó que quería una torta para festejar el cumpleaños de uno de sus hijos. Mi cabeza inmediatamente pensó en ahorrar ese dinero para destinarlo a alguna necesidad. Unos minutos después, cuando pude digerir mi pensamiento (en términos nietzscheanos) entendí que ésa era mi mirada, mi parecer. Ella necesitaba con ese acto, con esa celebración, abrazar y cobijar a su niño y en ese hacer a todos ellos. Por supuesto, hubo festejo y torta.
Esta es parte de la realidad, es solo un recorte de la cotidianidad en la que vivimos. La cantidad de sujetos en estado de vulnerabilidad y calle es muy alta y crece día a día. Es esencial, debemos y tenernos que entender que la calle no es un lugar para vivir. No podemos naturalizar el hecho de ver personas durmiendo entre colchones, perros y bidones de agua y tampoco creer que la solución sean estos espacios resguardados. La calle es un lugar para transitar, pero el sujeto necesita su vivienda, su espacio, propio e íntimo. Suyo, su hogar.
Como bien asegura la doctora María Aparecida Affonso Moysés: “La desigualdad es una gran forma de violencia. (…) Ciudadanía y derechos son cosas que o todos tenemos o nadie tiene. Si yo tengo derecho a tomar agua y tú no lo tienes, yo no tengo derecho; yo tengo un privilegio.
“Si todos no tienen derechos, nadie tiene derecho.
“Si hay una persona que no tiene ciudadanía, nadie es ciudadano.
“La desigualdad destruye derechos y destruye ciudadanía”.
Carla Elena. Psicóloga Social, miembro de Forum Infancias. Docente.
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Foto de portada: nueva-ciudad.com.ar