Fuego en La Moneda
“Ellos son un Grupo de Amigos Personales que me acompañan a todas partes
y están dispuestos a protegerme a costa de sus propias vidas, si algún peligro me asechara.”
Presidente Salvador Allende (marzo de 1971)
Por Jorge Montero/El Furgón
Septiembre otra vez. El día más negro de la historia de Chile amaneció nublado. La cercana primavera decidió negar a Santiago el primer calor. A las 6 de la mañana Salvador Allende, el Compañero Presidente, recibió las primeras informaciones del golpe de Estado en ciernes y dio orden a la escolta, al GAP, para salir de la residencia en la calle Tomás Moro hacia el palacio de la Moneda. Un contingente del pequeño Grupo de Amigos Personales quedó a cargo de la seguridad de la casa presidencial, y el resto se puso en marcha armados de unos fusiles Kalashnikov.
Aquel 11 de septiembre de 1973 poco antes de las siete de la mañana Salvador Allende y su escolta de trece miembros del GAP, descendieron de los tres Fiat 125 azules y entraron en La Moneda. Otros tres ya estaban en sus puestos de combate y esperaban las órdenes del Compañero Presidente. El golpe fascista estaba en marcha, tropas y tanques empezaron el cerco a La Moneda. Los defensores y los golpistas cruzaron los primeros disparos, la fuerza aérea bombardeaba las antenas de las radios hasta que no quedó más que una, la radio Magallanes y gracias a esa emisora el pueblo chileno escuchó y seguirá escuchando las últimas palabras de Salvador Allende, “…pagaré con mi vida la lealtad al pueblo…”
Con La Moneda sitiada Allende dispuso que saliera el que quisiera hacerlo, él permanecería como un baluarte de la constitución y la legalidad democrática. Entre la balacera y los proyectiles explosivos disparados por la artillería, un puñado de detectives del Cuerpo de Investigaciones decidió permanecer en su sitio, y los GAP dijeron rotundamente que la guardia no se rendía ni abandonaba al Compañero Presidente. Entre Allende, los detectives leales, el médico del presidente, el periodista Augusto Olivares y los dieciséis GAP no sumaban más de treinta personas que se enfrentaron a miles de militares golpistas. Como lo ha referido “Eladio” (Luis Renato González Córdoba) uno de los GAP sobrevivientes, portando su fusil automático, Allende encabezó la resistencia.
Pronto los tanques empezaron a disparar contra el palacio presidencial. Un cañonazo impactó de lleno en el primer piso donde se encontraban atrincherados. Mientras un par de miembros del GAP trataban de apagar el fuego con cojines y alfombras, Daniel Gutiérrez Araya (“Jano”) preparó su lanzacohetes para responder el ataque. El disparo del RPG-7 dio de lleno en un tanque situado junto al Banco Central. Desde los balcones vieron como el periodista Claudio Sánchez de Canal 13, que cubría el asalto, huía despavorido del lugar.
Casi al mediodía la fuerza aérea bombardeó La Moneda, el edificio empezó a arder y el GAP seguía resistiendo. Uno de ellos, Antonio Aguirre Vásquez (“Gonzalo”), un patagón heroico de 20 años, disparaba sin cesar con su ametralladora punto 30, hasta que los rockets de los Hawker Hunter borraron todo el frente de La Moneda. El símbolo de la democracia chilena ardía. Allende había muerto, junto a Augusto Olivares y dos combatientes del GAP.
Poco después de las dos de la tarde, agotadas las municiones, los sobrevivientes de aquel puñado de detectives y del Grupo de Amigos del Presidente salieron de los escombros y fueron de inmediato subidos a un camión militar con rumbo desconocido. Los detectives consiguieron salvar sus vidas, pasaron por atroces torturas, pero sobrevivieron. Trece de los dieciséis GAP desaparecieron.
Pero en Chile la tierra tiembla y así, se descubrió una sepultura clandestina en un cuartel abandonado, el Fuerte Arteaga. Y esa tumba, con más de cuatrocientos trozos de huesos humanos, narró que los trece GAP habían sido torturados, mutilados, asesinados por la soldadesca en una orgía de sangre que duró varios días, y en la que participaron todos los oficiales y soldados del regimiento Tacna. Luego fueron enterrados en el mismo regimiento y, cuando testigos de lo que había ocurrido aseguraron que podían indicar el lugar donde ocultaron los restos de los heroicos combatientes de La Moneda, los sacaron de ahí, los llevaron hasta el Fuerte Arteaga, los arrojaron a un agujero de diez metros de profundidad, enseguida los dinamitaron y cubrieron de tierra.
Fue imposible silenciar la voz de los combatientes, y sus huesos, minúsculos, dijeron sus nombres. Yo soy lo que queda de Juan Alejandro Vargas Contreras de 23 años, yo soy Julián Hernán Moreno Pulgar de 24 años, yo Óscar Reinaldo Lagos Ríos (“Johny”) de 21 años, yo soy Daniel Gutiérrez Araya (“Jano”), yo soy Domingo Blanco Tarrés (“Bruno”) de 32 años, yo Gonzalo Jorquera Leyton (“Ramón”) de 27 años, yo soy Jaime Sotelo Ojeda (“Carlos Álamos”) de 33 años, yo soy…
¡Sepan huevones, el GAP no se rinde!