sábado, febrero 15, 2025
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La crisis económica argentina es un pozo sin fondo

Por Luis Brunetto/El Furgón

Cuando Dujovne llegue a Washington a renegociar el acuerdo con el FMI, llevará bajo el brazo un pan tan grande como 500 mil millones de pesos. A los valores del cierre de esta nota, casi 15 mil millones de dólares. Ese es el número del ajuste que baraja el Gobierno, que confirma la previsión que hicimos en nuestra última nota económica, en la que sosteníamos que los 200 o 300 mil millones de recorte anunciados, era sólo lo que podían admitir públicamente. La corrida cambiaria los obligó a blanquear los verdaderos números del programa económico.

El Gobierno niega y vuelve a negar el riesgo de default que es, sin embargo, la única explicación de la corrida, de la hiperdevaluación en curso y de la fuga de capitales que no se detiene. Pero el riesgo es, sin embargo, cada vez más inminente, sobre todo cuando la devaluación se profundiza, y la deuda crece en proporción al PBI. En diciembre, sobre un PBI de 10 billones de pesos o 550 mil millones de dólares, la deuda representaba un 40 %. Ahora, con un PBI devaluado (y sin tener en cuenta una caída de la producción, que admite el propio Dujovne en el 1 %, sino manteniendo el valor nominal de unos 10 billones de pesos), la proporción supera el 90 %. Técnicamente, esos números representan en sí mismos un default, aunque no declarado.

La causa inmediata de la devaluación no es otra que esa. El macrismo, sencillamente, no puede cubrir todas las ventanillas. Atender el tipo de cambio para contenerlo, exige desatender otros agujeros. El FMI lo sabe perfectamente, y por eso puso como condición del acuerdo que los préstamos no sean usados para controlar el precio del dólar. Así se explican las idas y vueltas del Banco Central a la hora de poner límites a la corrida: no es que haya fomentado la explosión alcista de la moneda estadounidense, sino que no tiene como frenarla, y actúa de a cuenta gotas para evitar convalidar los extremos superiores de precios que no controla, financiando de ese modo la sangría y la fuga de capitales.

El recorte exige el consenso de toda la clase capitalista, porque frente a él se alza amenazante la silueta masiva de la rebelión

Esas idas y vueltas desagradan al Fondo, partidario de la libre flotación, y han erosionado la relación entre Dujovne y Luis Caputo, a quien el ministro de Hacienda acusa de perjudicar la relación con el organismo financiero internacional. El presidente del Banco Central pretende salvar lo que queda del plan original que apuntaba a la desvalorización del salario, en beneficio del gran empresariado nacional, en alianza y con la financiación del capital internacional; y no por la desvalorización del conjunto de la economía nacional, que es el efecto de la monstruosa devaluación a la que asistimos, y que en cambio lo coloca en una relación de sometimiento con el capital imperialista.

Esa relación de “asociación” y no otra cosa es lo que representaba el “gradualismo”, cuyos orígenes, no me canso de repetirlo, hay que rastrear en el ministerio de Axel Kicillof. Fue entonces que la política económica, agotadas las posibilidades de acumulación capitalista “nacional”, comenzó a buscar la salida en una reorientación hacia el capital extranjero. La victoria macrista representó simplemente el relevo de una fracción burguesa, la de los “acumuladores primitivos”, por la más civilizada fracción Rocca-Magnetto, de sólidos lazos con el mercado mundial. Pero el gradualismo exigía financiamiento, y el financiamiento exigía garantías de repago, y no las había.

Sin solución

Así, la carencia de capital propio y la dependencia del financiamiento externo engordó el déficit y la deuda, hasta que el capital financiero empezó a desconfiar, y a salir del país. Por eso, la causa profunda del virtual default al que nos asomamos es el fenomenal déficit del balance de pagos, empujado por una balanza comercial desfavorable, el endeudamiento gigantesco y el peso de los intereses de la deuda. Esto es lo que explica la penuria de dólares y el proceso de devaluación permanente y el mangazo al Fondo como último recurso. Y cualquiera sabía que la devaluación, al ritmo en que se está desarrollando ahora, conducía al fin del gradualismo e, inevitablemente, a la crisis política y a la desorganización de la vida económica.

Lo peor de todo, sin dudas, fue lo de Melconián. Lo grave no es que Macri le haya ofrecido el sábado un ministerio de Economía único. Lo grave es que Melconián no aceptó. Y que Dujovne ofreció, desautorizado, su renuncia. Hoy Dujovne va a Washington, donde saben que Macri quiso reemplazarlo por Melconián.

El problema es que, al aumentar al ritmo de la devaluación la proporción de la deuda sobre el PBI, ningún financiamiento es suficiente, simplemente porque esa ecuación crece aun cuando no se tome más deuda. Por eso es que el Gobierno se vio obligado a implantar los derechos de exportación que, en esta nueva versión, abarcarán a la totalidad de las exportaciones. Se trata de una medida que pretende reducir el déficit primario en lo inmediato, y fue adoptada porque, desde el punto de vista fiscal, ya no queda de donde rascar en el estómago de las clases populares, y el Fondo exige perentoriamente que aunque sea una porción del repago tenga un origen genuino, “sustentable” como se dice ahora. El Fondo no quiere pagarse la deuda a sí mismo…

De todos modos, las “neorretenciones” macristas están diseñadas para ser licuadas por la propia devaluación. Los nuevos derechos de exportación que establece el Decreto 793, serán del 12 %, con un tope de $ 4 por dólar, y hasta el último día de diciembre de 2020. A medida que el peso se devalúa, el peso de este impuesto se reduce. Con ese techo, resulta bastante dudoso que se puedan alcanzar las metas de recaudación.

“A que no sabés cuál es la moneda que más se está devaluando en el mundo hoy…” De la cuenta @juan_amorin

De hecho, no hubo oposición práctica, más allá de las quejas más o menos formales de las entidades agropecuarias, porque aun con la nueva contribución, las ganancias de los exportadores han aumentado exponencialmente con la desvalorización del peso. Estas contribuciones extraordinarias huelen, por lo tanto, a una salida para saltar el mal momento actual, renegociar la asistencia financiera con el Fondo y, sobre la base de esa precaria y provisoria estabilidad, pactar con los gobernadores el recorte criminal del presupuesto 2020.

Efectivamente, el ajuste de $ 500 mil millones, que pretende llevar a 0 el déficit primario, no puede más que hacerse sobre el hambre y la sed del pueblo trabajador, y con el apoyo de las diferentes versiones pejotistas, de sur a norte, desde Alicia Kirchner hasta Gildo Insfrán. El recorte exige el consenso de toda la clase capitalista, porque frente a él se alza amenazante la silueta masiva de la rebelión.

La orientación social del plan del macrismo no está en discusión, pero hay que agregarle además una buena dosis de ineptitud, que agrava las cosas. Los patéticos mensajes de Macri y Peña no sólo no aplacaron nada, sino que echaron nafta al fuego. A los dos les contestaron con el bolsillo.

La recesión y la quiebra de franjas enteras de la industria y el comercio lanzarán a la calle a miles y miles de nuevos desocupados, cuyas filas serán engrosadas por una nueva oleada de cesantías masivas de empleados públicos, de la que los despidos de Télam y ahora de Agroindustria, no son más que un módico anticipo. Nadie se quedará quieto ante la devaluación imparable y que inevitablemente se trasladará a los precios, un índice inflacionario que ya no podrá bajar del 45 % anual, con paritarias que se han pactado, como mucho, en un 25 %, determinando una fantástica caída del salario real, y un nuevo salto en la desocupación.

Es esa constatación la que ha sacudido la modorra de la dirección cegetista, y la obligó a fijar el paro tardío del 25 de septiembre, que el pueblo trabajador se ocupará de convertir en una formidable jornada de lucha. Y que ya están sintiéndose obligados a adelantar.

Un gobierno descompuesto

La semana pasada, mientras el dólar volaba, el país ardía y los universitarios salían a defender la educación pública, el Gobierno no se cansaba de dar señales de irresponsabilidad e indolencia. Por supuesto, la orientación social del plan del macrismo no está en discusión, pero hay que agregarle además una buena dosis de ineptitud, que agrava las cosas. Los patéticos mensajes de Macri y Peña no sólo no aplacaron nada, sino que echaron nafta al fuego. A los dos les contestaron con el bolsillo.

Por aquellos días, los empleados permanentes de la Casa Rosada fueron testigos de una especie de desolación que recordó el 2001. Infinitas reuniones de largas horas en que los funcionarios políticos instruían a las líneas técnicas sobre cuestiones que no tenían nada que ver con lo que pasaba, y seguía pasando. El fin de semana, nadie fue convocado, y sólo el domingo a la tarde comenzaron a circular algunas instrucciones. Mientras tanto, todo había sido rosca, una rosca en que Cambiemos no paró de crujir, como si la alianza hubiera sido colocada dentro de una terraja infinita.

En la rosca, los radicales casi tocan el cielo, con tres ministerios para Sanz, Lousteau y Prat Gay (Interior, Educación y Cancillería). Pero los gobernadores, de lejos, amenazaron con pudrir todo si caía el nieto Frigerio, y Sanz se quedó otra vez sin cartera. Por Lousteau chilló Carrió: “si te vas a quedar con traidores, me vas a perder a mí”, le dijo a distancia a un Macri harto, pero obligado a seguir consumiendo el bálsamo ético con que periódicamente lo unge la abogada chaqueña ex fiscal de la dictadura de Videla. Prat Gay fue frenado por la luz de los ojos del presidente, Marquitos Peña, responsable de su eyección del ministerio de Hacienda, y para quien ya resultaba demasiado la pérdida de Quintana y Lopetegui.

Ayer lunes, Wall Street no funcionó: no pudimos conocer la suerte de las acciones argentinas que cotizan allí, ni de los bonos. A pesar del volumen pequeño de un día de feriado norteamericano, de los anuncios de medidas económicas y de la reorganización ministerial, el dólar subió igual. Pero lo peor de todo, sin dudas, fue lo de Melconián. Lo grave no es que Macri le haya ofrecido el sábado un ministerio de Economía único. Lo grave es que Melconián no aceptó. Y que Dujovne ofreció, desautorizado, su renuncia. Hoy Dujovne va a Washington, donde saben que Macri quiso reemplazarlo por Melconián.

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