viernes, diciembre 13, 2024
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Cinefilia Argenta

  • Dos películas argentinas en cartel, una en la sala Leopoldo Lugones y la otra en el Malba: una sobre los espectadores y otra sobre el cine que no pudo ser.

Por Fernando Chiappussi/El Furgón – La sala Leopoldo Lugones del Teatro Gral. San Martín porteño es un clásico de los ciclos de revisión, con retrospectivas que pueden ir de los clásicos norteamericanos al cine del país más exótico imaginable. Situada en el décimo piso del Teatro, al que se accede por ascensor, es uno de esos lugares donde hace unos años los cinéfilos se encontraban fácilmente y hasta se saludaban con la cabeza mientras esperaban el inicio de la proyección. Allí se estrenó este mes Las cinéphilas, entrañable documental de María Álvarez que sigue la vida de varias ancianas que van a salas como la Lugones en Buenos Aires, Montevideo y Madrid (también al Festival de Mar del Plata). Lo único que tienen en común es que están jubiladas, más o menos solas y encuentran en el cine, pasión de juventud, una manera de llenar el tiempo en esa edad donde de pronto hay que encontrarse algo que hacer.

No ejercen la crítica de cine ni les interesa: tampoco hacen cine, aunque alguna juegue con una cámara digital. Son simples espectadoras como nosotros. El documental las sigue en sus recorridos por salas de cine arte, viendo películas que apenas conocen, y recordando otras del pasado y también su propio pasado. Logro nada habitual, Las cinéphilas consigue hacernos ver a la joven que sigue habitando dentro de estas “viejas”, a quienes trata con cariño y también algo de irreverencia. Quieto en una butaca, el cuerpo desaparece por un rato y la mente divaga con la película: no hay dolores ni esfuerzo, por un rato el viejo sueña que vuelve a ser joven.

“Las cinéphilas”

Si el cine es también testimonio del pasado en que sus imágenes fueron filmadas, ¿cómo no tener curiosidad por esas películas que no llegaron a terminarse y quedaron abandonadas? El cine argentino tiene, gracias a su estado semi-industrial y al efecto adverso de crisis nacionales varias, un tendal de producciones fallidas que nadie llegó a ver. Alguna, como La Nueva Francia de Juan Fresán y Jorge Goldemberg, dio lugar años más tarde a una ficción sobre los problemas de su realización (La película del rey, de Carlos Sorín). Muchas de ellas son anónimas. Leandro Listorti se tomó el trabajo de rastrear algunas, restaurar sus imágenes dentro de lo posible y unirlas en un sinfín de fragmentos. La película infinita es el título de este collage de lo que podemos llamar metraje encontrado (found footage), si bien a diferencia de otros films de este tipo aquí las imágenes no son anónimas (al final del film hay una lista detallada que incluye nombres como los de Nicolás Sarquís, Martín Rejtman o Lucrecia Martel). Pero en vez de contar la historia de cada proyecto con el testimonio de sus protagonistas, La película infinita se limita a unir los fragmentos en un continuo, ganando en ambigüedad y evocación. Listorti se sustrae incluso de la tentación de inventar una nueva historia, como harían Guy Maddin o el Carl Reiner de Cliente muerto no paga, aquella comedia con Steve Martin. Acá la sensación es la de hacer zapping por un cine paralelo, identificando actores y lugares del pasado de una forma casi fetichista (¡las cabinas telefónicas de EnTel!), imaginando por dónde vendría o seguiría la historia. En ese mundo paralelo del cine uno puede asistir, por ejemplo, al encuentro entre la generación del ‘70 y el nuevo cine argentino de los ‘90 cuando ve a Rosario Bléfari disparar contra Héctor Alterio en una abortada adaptación de Emma Zunz, un cruce más que simbólico.

La película infinita: fotograma dañado de la adaptación inacabada de ‘Zama’, por N. Sarquís

La película infinita se da en el Malba, otro lugar poblado de ciclos retrospectivos programados mensualmente por Fernando Martín Peña. Es probable que alguna protagonista de Las cinéphilas vaya a verla. Junio es, entonces, el mes en que unas señoras se meten en la pantalla como la protagonista de La rosa púrpura de El Cairo, y los actores salen de ella para verse como eran en esas películas que nunca existieron, que ahora existen en pequeñas ráfagas de imágenes que sobrevivieron al incendio.