El gigante González, un vecino ilustre
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Un video de la Liga Nacional de Básquetbol sobre Jorge, el Gigante, González generó una reflexión del escritor Orlando Van Bredam, autor de Mientras el mundo se achica, una biografía novelada del ex basquetbolista y luchador argentino.
Por Orlando Van Bredam, exclusivo para El Furgón – Vivo a pocas cuadras de la que fuera la casa de Jorge, el Gigante, González. El hombre que siguió creciendo hasta poco antes de morir. Llegó a medir dos metros con treinta y cuatro centímetros. Su sepelio fue desmesurado, macondiano. Su ataúd medía dos metros con cuarenta de largo, un metro veinte de ancho y setenta centímetros de altura. El 23 de septiembre de 2010, doce rugbiers de Bermejo Club, donde jugaba su hermano Ricardo, condujeron a pulso el féretro hasta su tumba del cementerio local. No había mucha gente. Jorge no era un hombre capaz de ganarse el afecto pueblerino. Sólo los chicos de la escuela de nivel medio número 1 de El Colorado, aplaudieron el paso del cortejo.
Video de La Liga: El Gigante González
Todo esto y mucho más, lo escribí en la biografía novelada “Mientras el mundo se achica” (Paraná, La hendija, 2014) pero hoy tengo necesidad de recordarlo. Sucede que una amiga me acercó un video que dice algunas verdades y también, algunas mentiras. Fueron precisamente las mentiras las que me movilizaron a escribir esta nota.

Me apoyo en la larga entrevista de más de seis horas que le hice a Jorge en 2001 y que todavía conservo en un CD como una reliquia. En el video se dice que la NBA, después de advertir que González no iba a alcanzar el peso adecuado para jugar al basquetbol, lo recomendó a Ted Turner para incluirlo en su troupe de luchadores. Según Jorge, no fue así. A Ted Turner lo encontró de casualidad en el hotel donde él se alojaba y el empresario le acercó su tarjeta. No hubo ningún contrato. Mucho menos por la absurda cifra de quinientos mil dólares como se menciona en el video de La liga. Jorge siempre estuvo en negro y cobraba unos pocos dólares al bajarse del ring después de una pelea. A pesar de la enorme popularidad que tuvo en Atlanta, vivía mal y comía peor. Nunca tuvo un representante que lo protegiera porque Turner no se lo permitía. Fue siempre la curiosa mascota de un empresario desalmado y ladino, típicamente yanqui. Debo agregar que tampoco firmó contrato para participar en la televisión junto a estrellas como Pamela Anderson. Cuando actuó en la serie “Hércules” que se filmó en Australia, toda la recompensa que obtuvo consistió en una estadía con todo pago en ese país. Tan desprovisto estaba, que cuando se cayó del ring en Japón y los médicos nipones le diagnosticaron una feroz diabetes, no tenía medicina pre paga que se ocupara de él y Ted Turner miró para otro lado. No tuvo otro remedio que volver a su querido (y también odiado) El Colorado. Fue en esas circunstancias que me llamó para que escribiera sus memorias.
Es falso también que la liga de Básquetbol de Argentina se ocupara de Jorge. Después de mucho insistir, el gobierno provincial le costeó durante un par de años, la insulina que le permitió prolongar su vida a pesar de un deterioro imparable. Jorge se sentía muy dolido y olvidado en los últimos quince años que pasó en su pueblo natal, mi libro intentó de alguna manera construir un perfil que lo acercara a su gente, en primer lugar, y también a aquellos que sólo vieron de lejos a un “monstruo” como él mismo se decía con amarga ironía.
Foto de portada: https://interbasquet.wordpress.com