Carpe diem*
Por Pibuchi (texto) y Anna Escobar (ilustración)/El Furgón – María transita la vida que nos prestaron lamentando el pasado, proyectando futuro sobre cimientos de neblina. Vive y se olvida de vivir lo único que en realidad tenemos: el presente.
“Ayer fue un error,/ hoy es una dulce alternativa”.
N. Carbone
“Ella que hasta hoy, coleccionó 27 años de ayer, un par de materias de literatura, muchos libros sin leer, dos perros. Pasado y también futuro.
- Esperaron hasta que fuera demasiado tarde para hacer de sus vidas siquiera un pedacito de lo que eran capaces..
Dice el profesor John Keating con cara de Patch Adams. María no lo sigue, no sabe si en esa clase no pasa nada o si pasan tantas cosas por su cabeza que no le permiten observar. Se acuerda que dejó prendido el lavarropas. El mismo artefactol que se olvidó de hacer funcionar ayer mientras pensaba en la clase de la mañana donde el profesor Martínez anunció la película que sus pupilas niegan hoy por estar viendo hacia adentro.
- Hagan de sus vidas algo extraordinario.
En esa película dijeron algo que no entiende, lo tiene tatuado pero ella no lo interioriza. Abandonó la clase de lenguas muertas, y lo más cercano al griego que tuvo es Ariel… Se acuerda de esas vacaciones y de todo lo que no hizo porque tenía el tatuaje recién hecho. Eligió el primer día y condenó los otros siete.

Mira su muñeca izquierda, la misma que sostiene el cráneo pensante sobre un pupitre, lienzo de corrector líquido y corazones de parejas que ya no son.
Se tatuó porque le copó. Porque gustó de la letra y como Ariel era súper intelectual ella quiso y él nunca lo notó.
Se zafa el coco y cae sobre esas palabras resaltadas en amarillo. Al menos ahora sus hojas y ella tenían algo en común. Pero el lavarropas seguía prendido y andá a saber qué fue de la vida de Ariel tan lejos, otro contienente pero para ella no era el momento de largar todo. La película es un bodrio y la materia ya la perdió.
Puso ropa delicada: el sweater azul se sacude enjabonado mientras Robin Williams hace lo suyo en ese cuadrado lumínico.
Los pensamientos se centrifugan, en el minuto 45 de película, ya no sabe si la película está limpia o si el lavarropas va a ganar un Oscar, pero Ariel no está. Hace dos años que no está acá, y la película terminó, la clase también y el lavarropas ya no importa porque son las diez, Guillermina la iba a pasar a buscar pero nunca contestó el mensaje, así que se va al bar de siempre, el donde le presentó a Ariel, ese, al que fue cuando el avión con su falta de coraje despegó. Recuerda el ruido de las turbinas girando como gira el lavarropas con sus excusas delicadas y sueños de algodón.
- Carpe Diem. Memento Mori.
Estaba en Latín pero se lo dijeron en varios idiomas.
Horacio, Walt Withman, Nancy Kleinbaum, Guillermina, Ariel el griego y el tatuador.
Viví el momento, recuerda que eres mortal. Pero el mismo nunca llega. Ojalá hubiese un suavizante para “peros”, y un perfume de sueños para vestirnos de ganas planchadas con olor a sol. No era el momento de irse, Ariel tenía una carrera allá y ella recién empezaba, y mirá si no funcionaba. Todo bien con la literatura pero la vida real no es así.
Carpe diem, qué fácil decirlo cuando te lo escriben en un guión ¿No, Robin?
Pero la vida no está almidonada, no tiene etiqueta, ni se lava con agua caliente.
María esa noche al llegar a casa enjuagó sus no puedo a mano y con agua tibia.
Decidió en ese instante que las vueltas del lavarropas terminaron y las de ella también.
Se llevó sus libros, sus poetas muertos y se fue a construir su historia.
María, ya con 28 primaveras se compró el pasaje.
El momento de ser protagonista de su propia historia llegó y María entendió que el momento indicado nunca llega porque el momento es ahora”.
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*Carpe diem es una locución latina que literalmente significa ‘toma el día’, que quiere decir ‘aprovecha el momento’, en el sentido de no malgastarlo. Fue acuñada por el poeta romano Horacio.
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Detonantes:
“La Sociedad de los poetas muertos”