Che: Poesía y Revolución
Flavio Zalazar*/El Furgón – La mancomunión estético-literaria denominada por Rubén Darío Los Raros (antología literaria y ensayo fechados en Buenos Aires, hacia 1895, que trata sobre el difícil camino de los poetas visionarios), en el apartado -nunca mejor utilizado el concepto- referido a José Martí, el antólogo destaca del cubano: “A él solo le importaba la libertad de su pueblo”. Le cabe a Ernesto Che Guevara la expresión del aeda continental y de forma total, un hombre que habitó en el inefable mundo de la poesía- la expansión de todo lo cognoscible- y no fue poeta; es hoy… poesía.
Poesía y Política
C. M. Bowra, el autor de La herencia del Simbolismo, en su otro texto emblema, Poesía y Política 1900-1960, discierne sobre las tres formas poéticas: profética, íntima y épica (la que se quiere más políticamente eficaz) y sus relaciones con la realidad política. Enfatizaba el circunspecto profesor de Oxford en los años cincuenta, que el acontecimiento público de la política proyecta un sinnúmero de ritos, símbolos y mitos desde las entrañas de los tiempos y ese recuento lo hace la poesía; ningún género es más oportuno.
Hasta aquí dos hechos externos, basales en la cultura, extraviados en las mentas de la división del trabajo capitalista y que solo unos pocos hombres fueron capaces de condensar, unir en su figura. El Che es uno, el primero, sin duda. Veamos:
“Su padre ha sido un hombre que actúa como piensa y, seguro, ha sido leal a sus convicciones”.
“Sobre todo, sean capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda del revolucionario”.
Extractos de las carta a sus hijos, una verdadera “Ars poética”.
En torno al Che
“Déjeme decirle, aún a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor”. (El Che en revista Marcha)
La unción de los elementos poesía y política puede resultar en un tercero: “El Hombre Nuevo”, corporeidad no de cualquiera, sí asumida por Ernesto Guevara. Este significante proyectó desde el alumbramiento, una leyenda viviente. Empresa asumida con dispar fortuna ética y estética.
Del poemario El che amor (1965) de Alberto Szpunberg, “Egepé” (gesta del Ejército Guerrillero del Pueblo en el monte salteño):
Abajo aquí sus huesos sus fusiles
ese atadito de hombre
no sé la tierra cómo hace que se aguanta
los que avanzan sobre ella son las mejores noticias
que nos llegan de ustedes
denle, muertos de amor, sostengan que nacemos.
Los años pasan, la ligazón pervive, como la lucha. A propósito de su muerte, el poema “A la memoria del Che” de Julio Cortazar. Paris, 29 de octubre de 1967:
Che
Yo tuve un hermano
No nos vimos nunca
pero no importaba
Yo tuve un hermano
que iba por los montes
mientras yo dormía.
Lo quise a mi modo,
le tomé su voz
libre como el agua,
caminé de a ratos
cerca de su sombra
No nos vimos nunca
pero no importaba,
mi hermano despierto
mientras yo dormía,
mi hermano mostrándome
detrás de la noche
su estrella elegida
Mirta Aguirre también y desde su querida Cuba, “Ausencia” (Premio “Sor Juana Inés de la Cruz 1977):
Gaucho de oro fino,
Flor de aguapé
Por un rato vino,
Vino y ya se fue
Gira el torbellino
De iré y volveré:
Bolivar, Sandino,
Sandino y el Che.
Nos dejó un camino,
Nos dejó una fe
Gaucho de oro fino
Flor del aguapé
La flor del aguapé es hermosa como un racimo de estrellas celestes… Fulgurantes, espontáneas y breves. Nuestro rosarino tuvo que conocer el Caribe y el mediodía a él, para tan alta comparación.
Che hoy
“Yo veo venir al caminante joven, con la alforja y la lira. Viene al ocultarse el sanguinoso astro, viene con la hermosa cabellera húmeda todavía, porque ha sabido guardar en ella el rocío de la aurora; las mejillas rosadas de besos, porque es el tiempo del Amor; los brazos fuertes, para apretar los torsos de carne; y así viene, camino de la negra montaña”. Frontispicio del libro Los Raros, de Rubén Darío.
Lo que no entendió el divino nicaragüense ayer, tal vez asombrado por la elección de Martí, hoy perturba a la par que emociona. La vida de un hombre hecha canto, idea; presagios de revolución.
Vámonos
ardiente profeta de la aurora,
por recónditos senderos inalámbricos
a liderar el verde caimán que tanto amas
Vámonos,
derrotando afrentas con la frente
plena de martianas estrellas insurrectas,
juremos lograr el triunfo o encontrar la muerte.
(“Canto a Fidel”. Autor: El Che)
*Para mi compañera de toda la vida Marcela Rozas / Ilustración: Gerardo Canelo