La vida de los que habitan el silencio

El escritor Pablo Ramos reunió sus crónicas más salvajes en Hasta que puedas quererte solo, un libro que despierta sentimientos que van desde las lágrimas hasta las risas.

Camina solo y atraviesa las fronteras de la noche. Piensa que todo vuelve a empezar en ese recorrido de calles que se pierden como la luz amarilla de los faroles que por momentos le nublan la vista. Tiene el tiempo suficiente para destejer el sueño que lo acorrala, y evitar así caer en la tentación del corazón: la necesidad de beber para ahogar lo que calla en el silencio más austral de la vida.

Personajes que vienen y van, que se acomodan por detrás de un sueño partido, intentando desviar la muerte pero jugando con ella. La muerte siempre está presente. Es el último escalón para desafiar al olvido, para cicatrizar las heridas que se enfrenan a ese olvido y le carcomen el pensamiento distante. Ese que nadie ve cuando el hombre se encierra en su mundo de vasos rotos, de sustancias que sólo niegan una razón: la de gritar el dolor que tanto pesa en largas noches de insomnio, la de purificar el alma débil que se revuelca y se revuelca en los charcos de agua sucia para limpiar el barro de la culpa.

La adicción a la vida, al barrio, a saber que se puede salir de ese pozo oscuro y aterrador que tala en las entrañas del tiempo. A la droga que tiñe y ensueña en el vértigo, pero es cruel con los frágiles, con el tiempo que se vive emancipando soledades.

Hablar, hablar de todo esto, como en una especie de descargo sentimental contenido y necesitar describirlo. Porque escribir es, tal vez, eso: un desahogo que nunca llega a ser total, un vulnerable deambular por las tinieblas del silencio.

Por eso, y por tantas otras por descubrir, Hasta que puedas quererte solo, de Pablo Ramos, reúne sus crónicas que, desde una ficción realista y desde los doce pasos de un camino que a veces se torna laberíntico, están ahí, para solventar la vida de los callejones oscuros del alma.