El discreto encanto de la burguesía
Por Tomás Astelarra/El Furgón – Muchos festejaron las críticas de Mirtha “Chiqui” Legrand a Mauricio Macri. Sin embargo, un repaso detenido por el programa del fin de semana pasado muestra todo lo contrario: un impecable trabajo de propaganda hacia aquellos que todavía pueden creer en el “American Dream” de Cambiemos. De paso, se abona el terreno para la represión estatal.
“Nos mean y la prensa dice que llueve”. Se lee en muchas paredes, se comenta a diario. Miles o millones de militantes en Argentina se esfuerzan día a día en quebrar el cerco mediático y hacer que otros miles o millones de argentinos se enteren de “la realidad”. Porque si no… ¿cómo se puede explicar que hayan votado a Macri? ¿Que sigan apoyando estados genocidas, empresas contaminantes, televisores que lavan el cerebro y este consumo capitalista que está destruyendo el planeta de nuestros hijos?
Inmersos en esa batalla, muchas veces nos gana la soberbia, la prepotencia, la inmediatez, la cholulez, el twiter, el facebook, las ¿redes sociales?, el chamuyo infinito que -cual aleph borgeano- es la clave para muchos de los problemas de esta política argentina. “El problema en este país es que todo se discute antes, durante y después de que suceda”, le dijo a la revista Hecho en Buenos Aires, en pleno coletazo del 2001, el documentalista y activista canadiense Avi Lewis, pareja de Naomi Klein. Parte de la hidra capitalista que los cumpas zapatistas eligieron para retratar ese monstruo de mil cabezas que muchas veces se nos mete donde menos nos imaginamos. Compartimos informaciones falsas o viejas (pescado podrido), replicamos discursos nocivos, informamos mal, caemos en la trampa.
Brillante la disputa simbólica que encaró el dirigente de la CTEP, Juan Grabois, con el sicario del periodismo Marcelo Longobardi. Se viralizó lo más caliente de la conversación. La mayoría de los medios rescataron ese fragmento y calificaron a Grabois como “asesor del Papa”. Siendo que, precisamente, el héroe de la jornada para los medios alternativos había arrancado la entrevista aclarando que no era asesor del Papa. Un detalle. Es cierto. Pasa.
Mirtha Legrand le pegó a Macri, dicen ahora. Y pasan un fragmento de diez minutos de una entrevista de hora y media en uno de los programas más vistos de la televisión argentina (15.8 de rating, más de un millón y medio de personas).
Ver la entrevista completa es un auténtico ejercicio de semiología, leer entrelíneas, conspiración ilustrada… Cuesta no imaginar un guión elaborado por Jaime Durán Barba y su séquito de asesores. Parecido a lo que hace Majul, pero no tan evidente, con esa capacidad que tiene la señora Legrand de hacerse la tonta cuando no lo es. Mientras hace reclamos de una falso pensamiento crítico que van apuntados al “pueblo argentino” que votó a Macri (y que hoy sostiene sus dudas, las mismas que expresa Legrand), fortalece la demonización de los otros sectores del “pueblo argentino” que no votaron a Macri (que no tienen duda y ejercen la plena acción democrática de protesta social).
Es complicadísimo definir ambos lados de la famosa “grieta”. También engañoso. Pero podemos, quizá, tirar una pauta que no tiene que ver con clases sociales, sino precisamente con la aspiración de clase social. Aquellos que todavía creen que Argentina puede vivir como los países “desarrollados”, que los “pobres” pueden vivir como los “ricos”, pero sobre todo, que eso puede suceder gracias a la famosa “meritocracia”. Gana el mejor, el más ordenado, el más obediente. El trabajador es el que se rompió el culo laburando en un sillón de gerente y puede mandar a su hija a una escuela de 9.000 pesos y no a la destrozada escuela pública rehén de los políticos corruptos. El “trabajador” es el que va en su auto todos los días como en una publicidad de ese mundo ideal que nos venden por televisión, y no el que hace el corte de ruta para exigir por su derecho al trabajo. El trabajador, como bien le explicó Grabois a Longobardi, es el periodista que recibe jugosos sueldos de un medio masivo que embolsa millonarias pautas publicitarias del Estado, y no el compañero de La Garganta Poderosa que reclama por un sueldo social que permita sumar a lo generado autogestivamente para así arañar un salario sobre el límite de la pobreza (todo dentro de un proceso de empoderamiento popular). El piquetero y los movimientos sociales “extorsionan” al Estado. No los medios masivos y sus editoriales, o los empresarios y sus falsas promesas de inversiones.
Con la venia de la Legrand, Macri y Awada se despliegan cómodos en su “Casa Rosada”, mostrando ese país ideal al que llegaremos “¿todos?” cuando nos saquemos de encima la “pesada herencia”, no sólo de políticos corruptos, sino también de “violentos” y “vagos” que cortan las rutas. La famosa herencia K es parte de la discusión, pero ya no es lo central. En cambio, vuelve una y otra vez la figura de Emilio Pérsico, el dirigente del Movimiento Evita que supo encabezar la Secretaria de Agricultura Familiar y hacer acuerdos con el MOCASE, el que dijo: “claro que nosotros sabemos que la protesta social ahuyenta las inversiones extranjeras. Nosotros no queremos inversiones extranjeras”. Uno de los pocos dirigentes kirchneristas que decidió enfrentar a este gobierno en las calles y con una fuerte alianza con otras organizaciones de base como Barrios de Pie, La Poderosa, el Frente Popular Darío Santillán, MP La Dignidad o el Encuentro de Organizaciones de Córdoba, entre otras. Uno de los creadores junto a Juan Grabois de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), la única organización sindical que hace rato ya puso fecha para el paro nacional. Organizaciones sociales que no sólo se dedican a la protesta, sino también a la propuesta. Con miles de emprendimientos cooperativos o de la economía social, que en algunos casos no pueden arrancar o incluso existir sin apoyo del Estado. Como los textiles, por ejemplo, que no pueden funcionar sin financiamiento o contratación del Estado, ya que dentro del mercado no pueden competir con los precios del trabajo esclavo de los talleres de empresarios como Juliana Awada.
Claro que eso no se discute en la mesa. Apenas si se mencionan los casos de corrupción que involucran al gobierno de Cambiemos. Ni hablar de la historia de corrupción empresaria de Macri. Mirtha se hace la incisiva, la enojada. Pero rara vez repregunta con datos fehacientes. El punto de quiebre es el tarifazo, la gente está enojada, hay mucho lio, la plata no alcanza. Pero enseguida viene la respuesta, la que todos sabemos, la de la pesada herencia, el país quebrado, la necesidad de inversiones, hay que aguantar, ser pacientes, pero ya hay signos de crecimiento. Cambiemos encontró “todo destruido, todo abandonado”. Por eso el cambio va a tardar. Y Macri cita a los tres chanchitos: “No sirve hacer una casa de paja, hay que generar trabajo, no clientelismo”. “Desde la época de los ingleses que no se construían tantos ferrocarriles, 2800 kilómetros de autopistas, 19 aeropuertos (…) Es un milagro lo de Vaca Muerta –dice-. Los sindicatos se sentaron a hablar con las empresas y ahora vienen inversiones de todos lados, Alemania, China, Estados Unidos…”. “Es una bendición para la Argentina”, asiente Mirtha.
El trabajo no sale del esfuerzo de los pobres, de la autorganización, sino de las grandes “inversiones”. Hay que demonizar al “piquetero”, al que “vive del Estado”, “molesta a los trabajadores honestos”, etc, etc. De la CGT o la CTA ni se habla, apenas de Baradel y los maestros. “Están confundidos”, dice Macri. Y vuelve a mostrar la espantosa foto de los niños de Hiroshima y sus pupitres después del estallido, mientras cita estadísticas de dudosa fuente para describir el ruin estado de la escuela pública.
“Emilio Persico dice que Carolina Stanley es una cheta”, vuelve Mirtha. “Eso es discriminación. Es una mujer que le pone todo el corazón”, aclara Mauricio, en una de las tantas referencias a que no porque el gobierno de Cambiemos sea de “ricos”, no piensa en los “pobres”. “Algunos dicen que Pérsico es un cheto”, hace el chiste Macri. “Claro, es el de la heladería”, asiente pícaramente Mirtha.
Macri aclara que no hubo fondos especiales para Pérsico por la Ley de Emergencia Social, pero que sí hay un presupuesto para las organizaciones sociales. “Estamos de acuerdo con el Papa, hay que enseñarles a trabajar, la apicultura, las huertas…”. Como si los pobres, los movimientos sociales, no supieran trabajar. Como si la CTEP y otras organizaciones sociales no llevaran adelante miles de cooperativas de militante y sudorosa historia. Pero claro, son pobres, sucios, perdedores…
Del otro lado, a Macri y Awada todo les sale bien, son una pareja perfecta, exitosa, honesta, amigos de Máxima Zorraguieta y Marcelo Tinelli; su hija es hermosa, sus colaboradores brillantes… Más de cinco minutos deja la Legrand para que Awada describa su “huerta orgánica”, su “gallinero”, su vida tranquila y humilde en la “Casa Rosada”, donde hasta de noche se queda sin sus cuatro o cinco sirvientes, porque ella cocina, “sabe cocinar”, se sorprende Mirtha, “cocina muy rico”, asiente con falsa sonrisa Mauricio, que en toda la entrevista da un ejemplo de perfecto “neomachista”, alagando cada una de las muestras de que su mujer “lo acompaña”.
El postre final de la “Chiqui” es realmente indigesto. Mucho más derrota que cualquier triunfo por un atisbo de crítica de la actriz y presentadora hacia la gestión de Cambiemos. Va directo a esa clase que quiere ser alta. Esa que en las estaciones de servicio dice que hay que matar a los chorros y, ya que estamos, a los de los derechos humanos también. Esa que creyó en Menem y los milicos, que se comió el verso del “riesgo país”, “el granero del mundo”, “la conchuda esa”. Esa que pide más policía, menos piquete, más inversiones y dólares, menos “política”, que dicen “negro de mierda” sin mirarse al espejo, o al pasado, o al futuro, si todo sigue así. Esa clase que encerrados en nuestras definiciones de lucha de clase de primer año de la universidad, muchos militantes y comunicadores nos negamos a ver y entender. Esa clase que festejaba mientras nosotros nos escandalizábamos porque el intendente Mauricio Macri decía que el cartoneo era delito o que el problema del Parque Indoamericano eran los bolivianos y paraguayos. Esa clase que entendió perfectamente Cambiemos para ganarnos una elección y que muchas veces hace que cuando nosotros pensamos que erraron el gol, la clavaron en el ángulo.