domingo, octubre 6, 2024
Cultura

“Me gusta que el lector empatice y se incomode con la historia”

Martín Latorraca/El Furgón – ¿Se puede contar el dolor? ¿Hay en ese calvario personal algún atisbo de disfrute y de conflicto? ¿Puede la literatura narrar ese dolor? Aunque la función de la literatura, por lo menos de la buena, no sea dar respuestas sino provocar interrogantes, en Los enfermos, la primera novela de Natalia Rozenblum, este camino resulta un poco más fácil.

El texto, divido en dos partes, narra la historia de una mujer que debe cuidar a su hijo internado en coma por un intento de suicidio, y en la que se suceden un sinfín de conflictos familiares que hacen de la novela, publicada por la editorial Alto Pogo, un trabajo descarnado y duro.

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“Relaciones familiares rotas que empiezan a remendarse o terminan de romperse definitivamente alrededor del lecho del convaleciente. Cosas dichas a media voz, como se les habla a los enfermos en el silencio pastoral de los hospitales. La familia como esa enfermedad que todos padecemos, con sus síntomas generales y sus monstruosidades particulares. La familia, en fin, como esa enfermedad crónica”, lanza en la contratapa la escritora Selva Almada.

Natalia Rozenblum estudió filosofía y desde hace ocho años dicta talleres de escritura. En el caluroso enero dialogó con El Furgón sobre su primera novela publicada.

-La novela tiene un tono por momentos cinematográfico, pero al mismo tiempo elegís narrar en primera persona. ¿Por qué decidís contar en esa voz y cómo lográs esa mixtura que hace del relato una trama descarnada?

-Cuando empecé a escribir la novela tenía en claro una sola cosa: el clima de la historia y la sensación que quería generar en los lectores, más allá de lo que en efecto pasara. Como todo eso era agobiante y descarnado, pensé que una buena forma de matizar tanta densidad era la voz de la mujer protagonista. Eso pensé en su momento, pero ahora creo que es bastante ambiguo. No sé qué tipo de aliciente es escuchar la historia desde la intimidad. Lo que sí: me gusta esa parcialidad en la mirada; que el lector sólo pueda acompañar tan profundamente a un personaje y, en ese sentido, que empatice y después tenga dudas con respecto a lo que “debería” sentir, que se incomode.

Rozenmblum 3-¿Por qué elegís como centro narrativo a una mujer? Y dentro de tu novela, qué rol pensás tiene esa mamá que por momentos deja en un segundo plano su ser mujer y esposa. Es como si su sexualidad quedara relegada a esa tragedia familiar que está atravesando y de la que, en cierto modo, cree sentirse cómoda y refugiada.

-Porque aunque el intento de suicidio del hijo es una historia en sí misma, me interesa ver qué pasa con los que están al costado de los supuestos protagonistas. Qué pasa con sus propios dramas y de qué forma estos cobran relieve. Elegí a esta mujer porque tiene una historia que me interesaba y porque es la que se ocupa de cuidar al hijo. En ese rol la madre parece la sana, pero los conceptos de “sano” o “enfermo” son algo que se van desdibujando a lo largo del texto. Y elegí a “una mujer” como centro narrativo porque obviamente es una mirada más afín a la mía, porque es un terreno en el que siento que puedo moverme con cierta comodidad, aunque se trate de una persona más grande que yo. No creo que “su ser mujer” pase por ser esposa o solamente por su sexualidad. Está transitando una situación particular pero que, como decís, también le sirve de refugio. Y no lo digo por el hospital como escenario evidente sino que pienso en su hijo postrado. Esa es la verdadera posibilidad de “salvarse” -al menos para ella-, donde salvarse implica que él no mejore. Justamente una de las cosas que más me atraían era ver a esta madre luchando con sus miedos, fuera de los parámetros de corrección, de lo que se supone que obviamente tiene que sentir y hacer.

-Aunque lo abordás tangencialmente, o bien tu relato no se centra en esta problemática, la cuestión de la depresión y posterior intento de suicidio en adolescentes, está presente. ¿Elegiste por alguna cuestión narrativa que esa mujer cuidara a su hijo en esta situación?

-La idea de la novela empieza con una imagen que estuvo en mi cabeza por varios meses: alguien que conozco desde muy chica intentó suicidarse y falló. Apenas me enteré de esto recordé a su madre e imaginé, casi instintivamente, cómo ella estaría al borde de su cama cuidándolo, a la espera y tal vez, por qué no, enojada con él. Después empezó a abrirse su propio mundo, me pregunté sobre su historia. En cuanto al hijo creo que funciona como disparador, en todo caso me interesa más recorrer qué piensan los que lo rodean, cómo justifican que algo así haya podido pasar en su entorno, y cómo eso siempre está lejos de la verdad. Esa distancia entre lo que alguien siente, lo que alguien dice que siente, lo que otro cree que ese alguien siente.

Rozenmblum 4-En medio de la historia de Manuel y su mamá, decidís interactuar con las miserias y los conflictos familiares y de pareja. ¿Estás de acuerdo en que ese drama hospitalario es una especie de refugio a todas estas cuestiones?

-Totalmente. Es un refugio y a la vez replantea todas las situaciones. Aparecen personajes que de otro modo son casi invisibles y desaparecen otros que son o eran muy presentes en la historia. Todo cambio importante en una familia reconfigura el lugar de cada persona, algunos se acomodan con facilidad, otros con un poco más de presión y por supuesto están los que no encuentran por dónde moverse.

-Más allá de la fortaleza que muestra la protagonista, también parece una mujer a la que le cuesta enfrentar ciertas situaciones. Como que sus relaciones familiares están construidas sobre lo no dicho: el motivo del intento de suicidio, el abuso del marido de la tía Cuca, su vida con su pareja.

-Sí, es una fortaleza un poco laxa, como creo que son todas las fortalezas. En primer lugar hay una razón por la que las construimos y en segundo lugar siempre hay grietas.