Delmira Agustini-Manuel Ugarte: Lo trágico y lo cobarde, en un almácigo de sangre
El pasaje del siglo XIX al XX no solo derivó en la consolidación de un sistema producción capitalista a gran escala, también trazó su propio resguardo, fundado en la ciencia y el pensamiento social. La cosmovisión de la mujer y el hombre habían cambiado, y desde luego las relaciones. Así lo reflejó la pasión entre Delmira Agustini y Manuel Ugarte: lo trágico y lo cobarde, en un almácigo de sangre.
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Los signos de una época
Un nuevo orden nacía. Los primeros cantos de sirena los convocaba la ciencia, primero con descubrimientos claves para la supervivencia humana y luego estableciendo un equilibrio. Una suerte de esquema donde cada disciplina se constituía a través de su objeto de estudio. También desde el concierto de las naciones: unas centrales, otras periféricas. Las del hemisferio norte comerciaban sus productos elaborados-desde el proletariado fabril-, las del sursus materias primas- extraída por el campesinado-. Todos bajo un mandato, precisamente el del “orden positivista”.
En el ámbito de lo íntimo en occidente, las costumbres de arreglar los matrimonios, tanto en los sectores altos como en los bajos, comenzaron a notar un cambio en las formas del cortejo y de selección de pareja. Emerge el amor romántico, tomando un papel importante en la forma considerada legítima para la constitución del matrimonio.
Así se fueron estableciendo nuevos códigos sociales según el ámbito donde se ejercieran. Romperlos significaba un error, como en este caso. Delmira era una joven de la sociedad montevideana, recientemente casada con un vástago dueño de la tierra, Enrique Reyes. Ella pensaba que era amor de verdad, y lo siguió proyectando hasta la consolidación de la relación -nacida por cartas- con aquel argentino, escritor e iconoclasta, amigo de Rubén Darío, llamado Manuel.

Ella y la poesía
En 1907 Delmira publica su primer poemario: El libro blanco (Frágil), compuesto por 51 poemas, algunos de ellos sin título, 30 de los cuales serían luego recogidos antológicamente por ella misma en la edición de Los cálices vacíos. Tres años más tarde, en 1910, hizo lo propio con Los cantos del mañana, compuesto por 19 composiciones en verso, dos de las cuales reunidas bajo el título común de “Elegías dulces”, y tres en prosa, denominadas simplemente “Poemas”. Para esta fecha ya sale con Enrique Job Reyes, un subastador y ganadero, un año mayor que ella, con quien no existía ninguna afinidad intelectual, pero sí, como se verá, una gran atracción sexual y una dependencia emotiva de ambos Después de un noviazgo formal de cinco años, el matrimonio se llevó a cabo en agosto de 1913.

Meses antes, precisamente en febrero, Agustini había publicado su tercer libro, Los cálices vacíos, desarrollado por una serie de poemas originales, el primero de los cuales está en francés, precedidos de un prólogo de Rubén Darío, seguidos por una selección antológica de sus libros precedentes, y cerrados con una serie de juicios críticos, entre los cuales hay nombres consagrados como Miguel de Unamuno, Francisco Villaespesa, Julio Herrera y Reissig, Roberto de las Carreras, su amigo Manuel Ugarte, y varios extractos de editoriales de periódicos y revistas de gran difusión en la época. Estaba claro que la poeta tenía conciencia de su escritura y del prestigio que estaba ganando. Allí mismo, en un epílogo denominado “Al lector”, promete un próximo libro, del cual tiene ya el título, Los astros del abismo, con el cual espera -dice ella misma- alcanzar “la cúpula de [su] obra”. La declaración parece significar una proyección de Delmira en el futuro, por lo menos en cuanto a su tarea literaria.

Él y su ideario
Los escritos de Manuel Ugarte exhiben una búsqueda constante por establecer las coordenadas -estéticas e ideológicas- para una producción cultural latinoamericana autónoma. Reflexiona sobre las condiciones de quiebre del pensamiento eurocéntrico y el naciente influjo estadounidense, trazando las bases de un americanismo cultural antiimperialista.
Por este carácter, su trayectoria intelectual se presenta atípica dentro del panorama cultural del novecientos, revelando, una identidad ambigua en el que el “elitismo esteticista” mixtura con la “idea romántica del poeta”, vehículo éste del “espíritu de la colectividad”-en referencia a lo descripto por Norberto Galasso-. Para el canon argentino, Ugarte hasta no hace mucho tiempo, era considerado un “escritor maldito”. La razón fue que peseal haber sido un intelectual destacado en los dos primeros decenios del siglo XX y referente para varios de sus compañeros de letras de una concepción que trazaría el devenir político y cultural del subcontinente, no logró incidir en la configuración del campo cultural argentino, así como tampoco publicar el grueso de sus obras en el país.
Pero, como lo resaltaría en este caso David Viñas, el autor de La Patria Grande por su edad y extracción social conservaba y cultivaba algunos tics de los gentlemen: dandismo, oratoria, despilfarros confortables e insolentes de heredero, y ciertas mitologías de homme à femmes con sus suntuosas vehemencias y consecuentes engaños.

Ellos y ¿su amor?
Volvamos a la poeta y su boda. La investigadora Martha Canfield señala que el mismo día y poco antes de la ceremonia, Delmira, atormentada por las dudas, pidió consejo a Manuel Ugarte, con quien ya había establecido una relación epistolar amorosa; pero él, probablemente por temor de un escándalo social o por el vínculo que eso generaría entre los dos, le aconsejó que no se echara atrás y se casara. La exhortación no fue la adecuada, pues pocas semanas más tarde ella vuelvea la casa de sus padres. Al trasponer la puerta, le explica la decisión a su madre con estas palabras: “No puedo soportar más tanta vulgaridad”. No obstante, a pesar de ello, y con el juicio de divorcio en curso, Delmira sigue viendo a Reyes, dos o tres veces por semana, en el cuarto alquilado por él en casa de un amigo, donde se había ido a vivir después de la separación. Esas citas amorosas clandestinas tenían tal vez la finalidad de realizar un deseo secreto que, según la hermana de Reyes, consistía en “transformar a su esposo en amante”. Sea como sea, la anómala situación terminó de la manera más infausta: el 22 de junio de 1914 se finalizó el juicio del divorcio y el 6 de julio los amantes se encontraron como de costumbre. Pero esta vez, Enrique Job Reyes, armado de pistola, le disparó dos balazos a Delmira en la cabeza y después disparó contra su propia sien. Amigos de la poeta declararon que ella le iba a comunicar a su ex marido la decisión de vivir con Manuel. La escritora murió inmediatamente; él falleció dos horas más tarde en el hospital. En tanto Ugarte, decidió olvidar…

De Delmira Agustini, “El Vampiro”
En el regazo de la tarde triste yo invoqué tu dolor… Sentirlo era ¡Sentirte el corazón! Palideciste hasta la voz, tus párpados de cera.Bajaron… y callaste… Pareciste oír pasar la muerte… Yo que abriera tu herida mordí en ella -¿Me sentiste?- ¡Como en el oro de un panal mordiera!Y exprimí más, traidora, dulcemente tu corazón herido mortalmente; por la cruel daga rara y exquisita de un mal sin nombre, ¡Hasta sangrarlo en llanto! y las mil bocas de mi sed maldita tendí a esa fuente abierta en tu quebranto¿Por qué fui tu vampiro de amargura? ¿Soy flor o estirpe de una especie oscura que come llagas y que bebe el llanto? |
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Portada: Manuel Ugarte y Delmira Agustini