Aprender a leer y escribir: entre el cuidado como política y lo ético
El aprendizaje de la lectura y la escritura es de una complejidad enorme, y no puede reducirse a la aplicación de una técnica ni atribuirse a una sola causa. La multidimensionalidad, los contextos familiares, sociales, escolares, históricos, la especificidad de este objeto de conocimiento, lo singular de cada sujeto son constitutivos de una problemática grave, entramada, que precisa de políticas públicas con llegada a los territorios escolares, en los que se puedan trabajar las tensiones entre las teorías y las practicas, a elaborar desde las praxis mismas.
Pensar en una escuela desde un modelo reproductivista es sostener el borramiento de las diversidades y una homogeneización que, lejos de igualar, pone etiquetas y genera mecanismos de exclusión social.
La inclusión significa TODXS LXS NIÑXS EN TODAS LAS ESCUELAS.
Las políticas públicas deben orientarse al fortalecimiento de las comunidades educativas en sus conjuntos, garantizando el derecho inalienable e insustituible de aprender.
En tiempos de incertidumbre debemos construir una posición subjetiva de corresponsabilidad, que supone que todos los actores de la escena educativa asumimos funciones desde una formación y desde una ética del trabajo.
Las conceptualizaciones respecto de qué es educar, qué es leer, escribir, aprender deben, inicialmente, ser motivo de encuentro, de conversación, de consideración del otro como semejante y no como adversario, socio o competidor, estos últimos términos muy caros a las perspectivas neoliberales.
Es crucial dirimir las cuestiones personales y diferenciarlas del campo de trabajo. De lo contrario, no hay escucha posible.
Pensar desde la complejidad involucra entramar las historias singulares de cada sujeto, lo contextual, lo pedagógico, lo histórico y social desde sus tensiones, lo que supone, al mismo tiempo, la idea de los problemas existen: las desigualdades, la falta de acceso a oportunidades para aprender, constituyen un desafío a quienes queremos vivir en una país más justo y con lugar para todxs.
Independientemente de las valiosas estadísticas, cuando hablamos de cómo los niños aprenden, de cómo los docentes enseñan, de los saberes acuñados durante su escolaridad, lo hacemos desde diferentes paradigmas. Para algunxs, enseñar es impartir conocimientos; leer, es traducir grafemas en fonemas. Para otrxs, enseñar es hacer intervenciones pedagógicas dirigidas a que lxs niñxs construyan saberes y que puedan dotar de sentido el mundo que los rodea, promoviendo el pensamiento crítico. La educación, decía Freire, es una práctica de la libertad, en oposición a las de sometimiento.
Esperar los tiempos de los niñxs no es permanecer pasivx, es armar puentes para que los chicxs aprendan. El aprendizaje, de este modo, no es visible, se puede inferir, de manera que excede los controles y los resultados esperados.
Desde esta perspectiva enseñar, como intervención pedagógica, es un acto de confianza, una apuesta a lo que cada quien podrá aprender; ofertando intereses.
Alli reside la relevancia de la escuela pública: es de todxs y cada unx, porque sirve a la comunidad, se debe a ella, es un bien común. Su sentido pedagógico es el derecho de toda la ciudadanía al conocimiento.
Por eso, la letra nunca entró con sangre.
Convivir, construir, impulsar. Que no haya excluidos ni expulsados del sistema. Apostar al presente, de eso se trata.
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La licenciada Mariana Wassner integra el Forum Infancias.
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Las ilustraciones de portada e interior son de Lara Jaite, miembro de Forum Infancias.