Nisman en la hoguera de las vanidades
Por Jorge Montero / El Furgón
“Los réprobos se confunden con sus demonios,
el mártir con el que ha encendido la pira”
Jorge Luis Borges
La muerte del fiscal Alberto Natalio Nisman, cuyo cuerpo fue hallado el 18 de enero de 2015 con un tiro en la cabeza, horas antes de la sesión parlamentaria donde presentaría su acusación por encubrimiento en el atentado a la AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina) contra la presidenta Cristina Fernández, introdujo un nuevo elemento de brutal tensión política sobre un gobierno que, mientras soplaban los vientos de fin de ciclo, no atinaba a encontrar salida ante presiones locales e internacionales que se multiplicaban.
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner osciló entre suponer que fue un suicidio (carta del 19 de enero) a sugerir que no lo fue, abonando una hipótesis conspirativa (carta del 22 de enero), lo cual habla de un fuerte desconcierto inicial en las filas gubernamentales, que luego trató de revertir con su alocución por cadena nacional el 26 de enero anunciando el proyecto de ley de reforma en las estructuras de inteligencia del Estado. Estas vacilaciones favorecieron a la ‘oposición política’ que, a través de la prensa adicta, se empeñó desde el primer momento en presentar el hecho como un asesinato gestado desde las entrañas gubernamentales, motivado por el propósito de impedir que Nisman expusiera su denuncia ante la Comisión de Legislación Penal en la Cámara de Diputados. Multiplicada en los principales medios del mundo, la noticia impactó como un misil en la Casa Rosada.
Cuando se enteró del copamiento de La Tablada por televisión, Nisman adelantó la vuelta de sus vacaciones. Larrambebere necesitaba un secretario más que lo ayudara en la instrucción del copamiento, el puesto sería de Alberto Nisman.
¿Quién era el fiscal Nisman?
Natalio Alberto Nisman dio sus primeros pasos en los tribunales del distrito de Morón. Trabajaba en el juzgado provincial Nº7, a cargo del juez Alfredo Ruiz Paz. El secretario del juzgado era Santiago Bianco Bermúdez, hoy casualmente abogado de Horacio Antonio Stiuso. Sus colegas de aquellos tiempos, los que lo estimaban y los que no, coinciden en que ya entonces era vanidoso y audaz. “Mira, es una vip de Cielo”, le mostró a un compañero. “¿De dónde la sacaste ‘Ruso’?”, quiso saber el otro, también interesado en entrar en la zona exclusiva de la disco. “Me la conseguí chapeando con la ayuda de un policía amigo”, se jactó. Otro ex colega que compartía los viajes en tren desde Morón lo describe impiadoso: “Siempre, desde el comienzo, fue competitivo”. Cuando del juzgado provincial Nisman saltó al juzgado federal de Morón, a cargo del juez Juan Manuel Ramos Padilla, “Ahí, dejó de saludarnos”.
El 23 de enero de 1989, el Movimiento Todos Por la Patria (MTP) asaltó el Regimiento de Infantería Mecanizada 3 de La Tablada. La operación liderada por Enrique Gorriarán Merlo terminó con 39 muertos y cuatro militantes desaparecidos. El juez Gerardo Larrambebere llegó al regimiento poco después que el presidente Raúl Alfonsín, cerca de las 10 de la mañana del martes 24 de enero. En la oficina de Logística, sobre los fondos del cuartel, hizo un rápido reconocimiento de los detenidos. Estaban semidesnudos, atados y boca abajo y con visibles signos de tortura. Al día siguiente constituyó el juzgado en el cuartel y comenzó a tomar declaración a todos, militantes y represores. Nisman veraneaba en Florianópolis. Había viajado con un amigo de la adolescencia a quien, años más tarde, le dio un contrato generoso en la UFI-AMIA. Cuando se enteró del copamiento de La Tablada por televisión, Nisman adelantó la vuelta de sus vacaciones. Larrambebere necesitaba un secretario más que lo ayudara en la instrucción del copamiento, el puesto sería de Alberto Nisman.
El caso Tablada marcó un punto de inflexión en la carrera de Nisman. Consolidó su perfil judicial, pasando a ser secretario y después fiscal general
El magistrado investigó el asalto y la denuncia por apremios ilegales presentada por los integrantes del MTP detenidos fuera del cuartel, además de la desaparición de Iván Ruiz y José Díaz. Sobre las torturas y maltratos, el juez dijo no haber encontrado elementos para imputar a nadie. En el caso de las desapariciones, le encargó a Nisman seguir su pista junto a los hombres del ejército que los habían tenido bajo custodia. Según su versión, Ruiz y Díaz lograron salir de la guardia de prevención, saltando por una ventana cuando el techo se desplomaba por el fuego que consumía la estructura. Nisman convalidó el fantástico relato oficial. Los dos guerrilleros lograron escapar desarmados y heridos, después de combatir varias horas, en un cuartel rodeado de policías, militares y agentes de la SIDE (Secretaría de Inteligencia del Estado).
El caso Tablada marcó un punto de inflexión en la carrera de Nisman. Consolidó su perfil judicial, pasando a ser secretario y después fiscal general ante los Tribunales Orales en lo Criminal Federal de San Martín. La decoración de su oficina hablaba por sí misma: un mapa de Malvinas debajo del vidrio de la mesa ratona, plaquetas de la policía federal, un plato de la gendarmería y una gorra de la DEA (Agencia para el Control de Drogas del Departamento de Justicia de Estados Unidos) colgada en un rincón.
En julio de 1997 el Procurador General Nicolás Becerra convoca a Nisman para sumarse a la dupla de fiscales que por entonces investigaban el atentado a la AMIA. Aquel equipo bajo las órdenes del juez Juan José Galeano, integrado por José Barbaccia (abocado a las pruebas que incriminaban al reducidor Carlos Telleldín), Eamon Mullen (que investigó la mecánica del atentado) y Alberto Nisman (a cargo de la indagación sobre el accionar de la policía bonaerense), trabajó hasta el juicio oral por la llamada ‘conexión local’, pero no terminó bien. El tribunal absolvió a Telleldín y a los policías de la bonaerense, Galeano terminó destituido, y junto a los fiscales Mullen y Barbaccia fueron procesados por actuaciones irregulares, que facilitaron el encubrimiento y la impunidad en la voladura de la AMIA.
Nisman tenía diez días para objetar el apartamiento de sus ex compañeros. Pero en lugar de recurrir la decisión pidió una estratégica licencia por enfermedad, y así Mullen y Barbaccia quedaron abandonados a su suerte. En abril de 2003, la vieja sociedad terminó en un divorcio escandaloso. “Díganle que cuando me lo cruce lo voy a cagar a trompadas”, le avisaba Mullen a todos los fiscales y secretarios del quinto piso de Comodoro Py.
“Voy a quedar en la historia como el fiscal que resolvió la causa AMIA”, dijo Nisman.
Días antes de mudarse de los tribunales federales a un piso frente a Plaza de Mayo, Nisman se cruzó en uno de los pasillos del edificio con su antiguo jefe del juzgado provincial de Morón, Gerardo Pollicita: “Voy a quedar en la historia como el fiscal que resolvió la causa AMIA”, le dijo. La UFI-AMIA (Unidad Fiscal para la Investigación de la Causa AMIA) era una especie de fiscalía vip. Para 2015 su presupuesto era superior a 31 millones de pesos. Empleaba a 45 personas, de las cuales diez eran contratadas y no pertenecían a la planta permanente. Monotributistas con salarios más altos que la media de la Procuración, manejaban su día a día con total flexibilidad. El propio Nisman cobrara 100 mil pesos en mano, casi 40 mil más que el promedio de sus pares.
Es Néstor Kirchner quien decide crear la Unidad Fiscal AMIA para “jerarquizar la investigación”, y al frente de la misma nombrar a Natalio Alberto Nisman, extrañamente indemne tras los delitos cometidos por el equipo del juez Galeano, y que había seguido trabajando ininterrumpidamente en la causa. Para reforzar la designación, el presidente Kirchner le adosó la figura de “Jaime” Stiuso, el director de Contrainteligencia de la Secretaría de Inteligencia, para acompañarlo como una sombra. “Pibe, vas a trabajar con éste”, le dijo Kirchner presentándoselo. El superagente, había ingresado en la central de inteligencia en 1972; posteriormente se convirtió en secretario del general Carlos Alberto Martínez durante la última dictadura, para continuar su ascendente camino durante los distintos gobiernos constitucionales hasta convertirse en el hombre más poderoso de la SIDE.
Una y otra vez los cables emitidos por la embajada estadounidense en nuestro país, filtrados por Wikileaks, revelaron indudablemente la falta de independencia del tándem Nisman-Stiuso respecto de esta sede diplomática. Esta conducta incluyó el adelantar a la embajada medidas judiciales tanto de la fiscalía como del juzgado -a cargo ahora de Canicoba Corral-, llevar borradores de resoluciones para ser corregidos hasta conseguir la aprobación de la embajada, y disculparse reiteradamente cuando no se daba preaviso de alguna medida judicial a los agentes de dicha sede diplomática. Aun cuando los cables reflejaban también que importantes referentes de las principales organizaciones de la comunidad judía (operadas por la Mosad), de la cancillería argentina y hasta de los propios expertos estadounidenses que le daban letra a Nisman, expresaban en privado serias dudas acerca de la marcha del expediente, evitando que esas dudas se hicieran públicas para no debilitar la causa.
Washington continuó con su presión para que no se siguiera adelante con la investigación de la llamada ‘pista siria’ o de la ‘conexión local’, conexión del ex presidente Carlos Menem, su ministro del Interior Carlos Vladimiro Corach, el jefe de la SIDE Hugo Anzorreguy, el dirigente sionista Rubén Beraja, el ex juez Juan José Galeano, el ex comisario de la federal Jorge ‘Fino’ Palacios y otros funcionarios, por haber frenado y desviado la investigación del atentado a la AMIA. “Los oficiales de nuestra Oficina Legal -cobertura utilizada por el FBI- le han recomendado al fiscal Alberto Nisman que se concentre en los que perpetraron el atentado y no en quienes desviaron la investigación”, se sostiene en un cable enviado por el entonces embajador estadounidense Earl Anthony Wayne, del 22 de marzo de 2008. Concentrándose en dar por cierta la culpabilidad de Irán sin prueba alguna, enemigo absoluto e irreductible de israelíes y estadounidenses en Oriente Medio.
“-¿Quién atentó contra la AMIA?”, preguntó el periodista de la revista Noticias.
“-Esos temas son secretos de Estado. Yo no te puedo decir a vos quién voló la AMIA, porque yo dependo de lo que tengo que informar a la justicia…”, respondía Horacio Stiuso en el reportaje de diciembre de 2014.
“-¿Pero usted sabe quién voló la AMIA?”, insistió el periodista.
“-Yo tengo que laburar y presentar las cosas. Eso no te lo puedo decir a vos”, sentenció el espía.
Como alguna vez dijera el poeta Juan Gelman “si la SIDE investigara a fondo la masacre de la AMIA se encontraría consigo misma”.
Existe una coincidencia temporal entre el silencioso viraje de la política estadounidense de Barack Obama hacia Irán y la iniciativa argentina del ‘Memorándum de Entendimiento’
La negociación del gobierno argentino con Irán rompió de golpe el statu quo y puso el trabajo del tándem Nisman-Stiuso bajo sospecha. El fiscal cuya tarea venía atada al hambre de reconocimiento, al anhelado prestigio internacional, al hedonismo y al sueño de pasar a la historia como el hombre que iba a resolver la causa AMIA, se vino a pique. Cristina Fernández una vez más hizo gala de ‘coherencia’ en la política internacional argentina: el tema de la Mutual israelita no será “una pieza de ajedrez del tablero geopolítico de las grandes potencias”.
Existe una coincidencia temporal entre el silencioso viraje de la política estadounidense de Barack Obama hacia Irán y la iniciativa argentina del ‘Memorándum de Entendimiento’. La Casa Blanca y Teherán sostuvieron secretamente una serie de conversaciones directas de alto nivel durante más de dos años, que preparó el terreno para el histórico acuerdo alcanzado en Ginebra en noviembre de 2013 sobre el programa nuclear iraní “5+1”. Poco tiempo antes, el 27 de enero, los cancilleres de Argentina e Irán firmaron en la ciudad de Adís Abeba, Etiopía, un preacuerdo procurando zanjar la situación planteada entre ambos países a partir del atentado en Buenos Aires.
El convenio iranio-argentino quedó cajoneado y de hecho nunca fue ratificado por la república islámica. En Argentina un fallo de la Cámara Federal declaró, simultáneamente, la inconstitucionalidad del memorando, provocando el inicio de una nueva crisis política. El gobierno tratando de mostrar que su acuerdo con Irán era beneficioso, incluso para Israel y la paz en Medio Oriente. Los jueces tratando de señalar su “independencia” y de salvar algo del honor mancillado después de veinte años de encubrimiento. Las organizaciones de la comunidad judía para mostrarse como articuladores de la demanda, junto a una oposición política cómplice del Estado nacional y sus reconocidas responsabilidades criminales. Los cuatro jinetes del apocalipsis: Mauricio Macri, Patricia Bullrich, Elisa Carrió y Laura Alonso, arremetiendo… ¡a paso de vencedores!
En diciembre de 2014, la presidenta anunció el descabezamiento de la cúpula de la Secretaría de Inteligencia y el retiro de Horacio Antonio Stiuso. La inteligencia militar, bajo la jefatura del general César Milani, comenzaba a crecer de forma vertiginosa en este período. Una peligrosa regresión, que iba a contramano de la enunciada política de derechos humanos del kirchnerismo, con riesgo cierto de volver sobre sus pasos con los preceptos de la “erradicada” Doctrina de Seguridad Nacional. Cruzados por la crisis política que desató la muerte del fiscal Nisman quedaron al desnudo, ante los ojos de quienes quisieran ver, las fétidas cloacas de los servicios de inteligencia y espionaje, y su imbricación con los partidos del sistema y el sacrosanto Poder Judicial.
La operación por el martirologio de Nisman constituye el episodio de una saga todavía inconclusa. ‘Cortinas de humo’ sobre ‘cortinas de humo’. Nunca tantas, nunca tan espesas, nunca tan velozmente reproducidas y nunca tan solapadas las unas con las otras. Grupos de tareas y políticos locales, Israel, Estados Unidos, Siria, Irán, y hasta Venezuela; galimatías endemoniado que pergeña un sistema de mentiras desplegadas en todos los rincones del planeta.
Natalio Alberto Nisman es sólo una sombra estragada por la coyuntura política, sus relaciones sumisas con la embajada estadounidense y los servicios secretos israelíes
Cinco años después de su muerte, poco queda del “héroe trágico”. Apenas un escuálido acto frente al Teatro Colón, a cargo de la derecha argentina más recalcitrante. Algunos recordatorios en el cementerio de La Tablada y entre la ‘gente linda’ de Punta del Este. Natalio Alberto Nisman es sólo una sombra estragada por la coyuntura política, sus relaciones sumisas con la embajada estadounidense y los servicios secretos israelíes; las revelaciones de una vida disipada, a partir del manejo discrecional de generosos fondos aportados por el Estado a través de la UFI-AMIA.
Homenajes, identificaciones colectivas, “Todos somos Nisman”, entierro en el cementerio de La Tablada frente al monumento de los caídos por la defensa del Estado de Israel… se fueron diluyendo en la escena política nacional hasta no ocupar más que un lugar secundario en los titulares de la prensa, de manera cada vez más espasmódica. Natalio Alberto Nisman pasó de elegido a réprobo.