El “riesgo de default” y las estrategias del nuevo gobierno ante la deuda
Por Esteban Mercatante*, especial para El Furgón –
“El Estado nacional argentino está impedido de poder pagar en tiempo y forma, y el riesgo de default es muy alto”. Esto dijo Alberto Fernández el día antes de asumir, sobre una de las cuestiones más espinosas que tendrá que encarar en los primeros tiempos de su gobierno, el problema de la deuda.
Con la designación de Martín Guzmán como ministro de Economía se define la estrategia que se propone intentar la nueva administración para la crisis de la deuda, la herencia más pesada que deja el saliente Mauricio Macri. Guzmán llegó a donde está por un claro motivo: su propuesta para la deuda se ajusta a las intenciones del presidente electo. Suspender pagos de la deuda durante algunos años, porque hoy la Argentina no puede pagar en tiempo y forma, como sostuvo el flamante presidente, pero espera poder hacerlo en el futuro. La estrategia pasaría por posponer los vencimientos, de capital pero también de intereses, lo que sería una novedad, ya que en general en reperfilamientos como el de Uruguay, se siguieron pagando estos últimos. “Poder crecer”, para después poder pagar, es la base de la propuesta.
.@KGeorgieva: Felicitaciones @alferdez por su toma de posesión como Presidente de #Argentina. Compartimos plenamente su objetivo de adoptar políticas que reduzcan la pobreza y fomenten el crecimiento sostenible. El FMI sigue comprometido a ayudar a su gobierno en este esfuerzo. https://t.co/ITvqhC6Cte
— FMI (@FMInoticias) December 10, 2019
Desde el punto de vista de los bonistas este no es el mejor acuerdo que podrían pretender (que sería un reperfilamiento durante el cual sigan cobrando intereses, es decir que solo se pospusieran los pagos de capital), pero estaría lejos de ser el más temido (una quita del 50 o 60 por ciento sobre el capital e incluso sobre los intereses). De alcanzarse un acuerdo en estos términos, Fernández no podrá hacer gala, como hizo el gobierno de Néstor Kirchner en 2005, de haberle “torcido el brazo” a las poderosas finanzas globales (con sus múltiples socios locales) con una “quita histórica” (que como analizamos en La economía argentina en su laberinto no fue tal considerando importantes compensaciones como el cupón que paga por el crecimiento del PBI). Por el contrario, la idea es plantear una negociación en términos amistosos, con la meta de alcanzar un entendimiento antes de quedarse sin dólares.
Con las compras que pudo hacer el Banco Central (BCRA) en los últimos tiempos, ayudado por el cepo que tapona la salida de divisas y la obligatoriedad de los exportadores de liquidar sus divisas en tiempos breves, las reservas disponibles a las que el Tesoro podría echar mano para pagar deuda, rondan hoy los 12 mil millones de dólares. Esta es más o menos la suma de los vencimientos de capital e intereses, en moneda extranjera, en los primeros 4 meses del año (y hay una suma similar de vencimientos en pesos). Si hasta entonces no hay trato, ni ingresas dólares por otro lado, podríamos llegar al día D (de default). Esto explica que la hoja de ruta apunte hacia un reperfilamiento, más que una reestructuración con quita. Sin embargo, como la intención de Guzmán, según expuso hace unas semanas en Ginebra, sería “restablecer la sostenibilidad de la deuda” y no volver a tener una crisis de pagos en pocos años, puede ser que su propuesta incluya algún grado de quita, sin que sea el componente central.
Como ya dijimos, uno de los presupuestos de este reperfilamiento es que no habrá fuentes de dólares adicionales. Es que hay una decisión, adelantada por Fernández hace unas semanas, que es no pedirle más plata al Fondo Monetario Internacional (FMI). Según lo acordado por Macri en septiembre de 2018 (cuando se revisó las condiciones del crédito Stand By de junio de ese año, que se mostró insostenible en un tiempo récord), el organismo habría de prestar 57 mil millones de dólares; 7.500 millones de dólares para reforzar las reservas del Banco Central, y el resto para pagar deuda a los acreedores privados. De esto, se han desembolsado algo más de 44 mil millones de dólares. Después de las elecciones primarias, en las que Macri recibió una paliza que no estaba en los cálculos del FMI, este suspendió los desembolsos restantes.
Hoy el Acuerdo Stand By está virtualmente caído, pendiente de las definiciones que haga el nuevo mandatario. Fernández, que en numerosas ocasiones durante la campaña apuntó contra el rol del organismo internacional de crédito, co-responsable de la crisis en su opinión, parece inclinado a no renovarlo. Es decir, vivir sin dólares del FMI. Como no parece que vaya a haber otras fuentes de financiamiento en moneda extranjera de envergadura (ni créditos del Tesoro, ni préstamos de China que pueden parecer una alternativa pero terminan saliendo caros por las concesiones que exige el gigante asiático en materia comercial y de inversiones), los dólares que hay en el BCRA son básicamente todo lo que puede disponer. Pero si un acuerdo con los acreedores rápido y amistoso puede permitir que Fernández no tenga que pedirle más plata al FMI, estaría de todos modos obligado a negociar plazos más extensos para devolver lo que recibió Macri.
El grueso de los 44 mil millones de dólares que prestó el FMI, deben ser devueltos entre 2021 y 2024. No hay plan de “reperfilamiento” creíble sin prorratear en más tiempo esa devolución. ¿Podrá arreglarse esa extensión de plazos sin un nuevo préstamo con el FMI? No hay muchos precedentes de que el organismo extienda los plazos para la devolución de créditos sin que medie un programa, con sus condicionalidades. Pero no por eso puede descartarse la posibilidad, siendo que el FMI viene de un gran traspié en su apuesta a Macri, que terminó en la caída del acuerdo a poco más de un año de que fuera implementado y después de múltiples revisiones. Además, no exigiría más dinero, sino sólo prolongar los tiempos para recuperarlo. Hay entonces chances para que Fernández alcance un acuerdo de este tipo, aunque no será una conversación sencilla, sobre todo porque los acreedores privados querrán sentar al FMI como garante de cualquier acuerdo más allá de que al mismo tiempo pelean con el organismo que es partidario de que la Argentina aplique una fuerte quita sobre la deuda en bonos, algo que ellos quieren evitar.
Pero no necesariamente la decisión final respecto del FMI sea mantenerlo alejado. Aunque esto dio a entender Fernández semanas atrás, el viernes en la conferencia de prensa sostuvo que “estamos trabajando silenciosamente con el FMI” y pidió que los argentinos que “estén tranquilos porque estamos ocupados en el tema”. Como si un acuerdo con el FMI (lo que puede dar a entender esta afirmación) pueda ser motivo de tranquilidad para quienes venimos padeciendo los efectos del programa económico aplicado en acuerdo con el organismo desde 2018. Los tira y afloje a dos bandas no serán rápidos, y se llevarán a cabo al filo de la navaja.
Cuanto menor sea la quita sobre el valor de la deuda con los acreedores privados (y la urgencia de los tiempos obliga a limitarla), mayor será el esfuerzo fiscal que estará obligado a hacer para que el plan sea sostenible. Este año cerrará con un déficit primario (antes del pago de deuda), cercano a 1 por ciento del PBI. Para hacer creíble para los bonistas la renegociación de la deuda (es decir que opinen que cobrarán normalmente al menos los primeros años) el punto de partida tendría que ser un superávit de uno por ciento del PBI en 2020, y aumentarlo en los siguientes. Más retenciones a las exportaciones, aumento de las alícuotas de Bienes Personales y de las contribuciones patronales a la seguridad social. Aun si llegara a imponer todo esto, no es claro que pueda alcanzar las metas fiscales. Aunque Fernández ha dicho lo contrario, puede verse obligado a echar manos a algunos recortes del gasto.
Declaración de la Directora Gerente del FMI @KGeorgieva sobre #Argentina: https://t.co/FJluw0hwoi
— FMI (@FMInoticias) November 20, 2019
La idea de “poner plata en los bolsillos” que manifestó Fernández, se encuentra determinada por los dos puntos anteriores: la renegociación de la deuda y lo que ello implica en materia de resultados fiscales que habrá que obtener. El “plan verano” podría implicar una inyección de fondos de 100.000 millones de pesos. Es decir, un 0,3 por ciento del PBI, en este caso no de recortes sino de esfuerzo expansivo. Parte de estos fondos, según podemos concluir de lo que dijo ya hace unos meses Matías Kulfas y vienen pronosticando numerosos analistas, saldrá de la expansión monetaria.
La no discusión que se debería estar planteando
¿Debe pagarse a libro cerrado la hipoteca de la deuda pública que deja Macri, sin siquiera investigarla? Por supuesto que los voceros de los bonistas dirán que sí, y mencionarán todas las catástrofes que pueden ocurrir en la economía si se deja de pagar, argumento que ya tomaron como propio economistas del entorno del Frente de Todos como Emmanuel Álvarez Agis (que no consiguió finalmente ninguna cartera, porque no se la ofrecieron o porque prefirió continuar en el sector privado). Pero es al revés, los descalabros económicos que padeció la Argentina por crisis de deuda en las últimas décadas, fueron por haber hecho lo imposible para pagar hasta el último dólar, y no por haber repudiado soberanamente las deudas. Los default que tuvieron lugar, como el de 2001, fueron simplemente un reconocimiento de que ya no había con qué seguir pagandoLa deuda de Macri es parte de un largo ciclo de emisión de deudas que se utilizan para pagar deudas previas, que fundaron riquezas como las del ahora expresidente Macri, cuya familia se aprovechó de la socialización de quebrantos realizada por Domingo Cavallo en los tiempos finales de la dictadura con la estatización de la deuda externa privada. Además, los créditos de Macri aportaron (junto con al bicicleta financiera) los dólares que permitieron incrementar la fuga de capitales.
Sobran los motivos para declarar como “odiosa” la deuda contraída durante la administración de Cambiemos, que en nada benefició al pueblo argentino. Esto sería el fundamento para un repudio unilateral soberano. ¿Por qué embarcarse en una renegociación sin beneficio de inventario, como la que ya tuvo lugar durante la administración de Néstor Kirchner en 2005 (reabierta en 2010 para incluir más bonistas)? Esta última, que es la discusión que deberíamos estar haciendo, es que la administración entrante no quiere abrir.
Por eso, el prometido abandono del ajuste que viene haciendo Macri con el programa definido con el FMI, solo se hará en la medida en la que lo permitan los términos que imponga la deuda después de la negociación a llevar a cabo con los acreedores. La economía argentina seguirá bailando al ritmo que impongan los compromisos de la deuda. Para el pueblo trabajador, nada bueno puede venir de esto. Solo tomando los ejemplos que está dando la clase trabajadora en América Latina y todo el mundo (Colombia, Chile, Francia), imponiendo a los bucrócratas sindicales que hoy ponen sus fichas al pacto social que rompan la tregua e impulsen el camino de la movilización, podrá torcerse estas condiciones y empezar a recuperar lo que nos robó Macri.
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*Economista. Integrante del Partido de los Trabajadores Socialistas y del Frente de Izquierda. (PTS-FIT)